Confieso que la ceremonia de entrega de los
Premios Óscar me interesa. En particular los desdenes históricos, boicots y reivindicaciones de quienes se han resistido a esa alfombra roja. Algunos de ellos pertinaces, como los de Katharine Hepburn –se dejó caer una vez, en 1974, y mirad
qué grandiosa pinta– o Marlon Brando (
no me refiero a la gala de 1955). También otros más recientes, que siguen insistiendo, con razón, en la necesidad de una mayor diversidad racial como Spike Lee o, ejem, Will Smith. Me impactó el agradecimiento de Joe Pesci en 1991, de los más cortos que se recuerdan (atención también al del
enemigo de la verosimilitud). Tampoco puedo dejar de mencionar el boicot intencional de Sean Penn, quien reclamaba este fin de semana la presencia virtual en la ceremonia de Zelenski, el presidente de Ucrania (¿fundirá sus dos estatuillas?). Aunque
el momento de la defensora de los derechos civiles de los nativos americanos Sacheen Littlefeather en 1973, rechazando en nombre de Brando el premio a mejor actor por su papel en “El padrino”, parecía insuperable… Hasta que el bofetón del premiado
Will Smith al presentador
Chris Rock en la gala de esta madrugada nos ha devuelto a la realidad en su vertiente más obscena, violenta. Consuelan estas dos novedades históricas de 2022:
“El limpiaparabrisas”, de
Alberto Mielgo, es el primer cortometraje español de animación con estatuilla y la neozelandesa
Jane Campion entra al mini-mini-mini club de directoras galardonadas con
“El poder del perro” (2021). Chloé Zhao y Kathryn Bigelow la precedieron.