David Lynch (1946-2025), fallecido el pasado jueves 16 de enero a los 78 años, conocía el poder que la música ejerce sobre las imágenes, en su capacidad para dar sentido a las tramas más complicadas desde esa misma abstracción y asemanticidad que, supuestamente, la caracteriza. Para ello contaba con alguna ventaja interesante, entre ellas, años de aprendizaje junto a músicos experimentados como Angelo Badalamenti, de la misma forma que los actores cuando se pasan a la dirección.
Alguna de las partituras compuestas por Badalamenti ya son clásicos incontestables. A la hora de elegir temas preexistentes, se inclinaba a menudo por clásicos de los años cincuenta, su década favorita, que extrapolaba al futuro. Lynch sabía descontextualizarlos multiplicando así sus efectos dramáticos. En cuanto a su vertiente como músico, se inspiraba en el blues, en el jazz y en la música experimental obteniendo resultados en absoluto subestándares. En todos los casos había una temática insistente: el fuego.
No se consideraba músico, no se sentía cómodo con su voz ni se atrevía a hacer directos, pero su evolución como cineasta encuentra cierto paralelismo en las carreras de músicos como Scott Walker, David Sylvian o David Bowie. Un constante proceso de “extrañamiento” lo llevó a dinamitar, de forma similar a la de ellos, los “códigos de la narración clásica”, dijo alguien con bastante acierto de este otro David, de apellido Lynch.
Iniciamos esta recopilación póstuma con “In Heaven (Lady In the Radiator Song)”, perteneciente al primer largometraje de Lynch, “Cabeza borradora” (1977). Una pieza muy versionada por bandas de rock arty como Tuxedomoon o Pixies. Lynch se estrenó tempranamente en su faceta como letrista con una frase característica de su repertorio lírico: “In heaven, everything is fine”. Lo deseamos con todo nuestro corazón.
Compuesta por John Morris en su mayor parte, la banda sonora de “El hombre elefante” (1980) presenta hechuras neoclasicistas entre Nino Rota, Georges Delerue y Krzysztof Komeda. Su tema principal también recuerda bastante a John Barry por su expresivo empleo de instrumentos como el címbalo, sustituido por un violín en la versión de Aventurine, que recuperamos dada a la ausencia del original en plataformas de streaming –sí presente en YouTube–.
Fue el único tema compuesto y producido por Brian Eno –junto a su hermano Roger, que aparece acreditado originalmente junto a Daniel Lanois, no así este último en la recopilación de Eno “film music 1976-2020” (2020)– para la banda sonora de “Dune” (1984). Lynch quería que Eno se hiciese cargo de todo el trabajo, ocupándose finalmente TOTO –los del hit “Africa” (1982)–. Existe una versión extendida de 12 minutos.
El tema cantado por Bobby Vinton en 1963 con arreglos de Burt Bacharach –también versionado por Isabella Rossellini en “Terciopelo azul” (1986)– aparece en la secuencia inicial de la película pero no en la banda sonora comercializada, cuya música original fue compuesta por Angelo Badalamenti con las sinfonías de Dmitri Shostakóvich, a priori, en mente. El compositor de San Petersburgo era, a la sazón, una obsesión de Lynch.
Reconocible instantáneamente desde sus dos primeras notas como glucosa en sangre. Melancólica, hipnótica y percutante, la pieza simboliza los demonios íntimos y misterios irresueltos de una pequeña comunidad retratada en la serie que revolucionó, entre 1990 y 1991, la percepción catódica del gran público. Tenemos que excluir otras piezas icónicas, como “Audrey’s Dance”, de una banda sonora cinco jotas de principio a fin.
La cantante oficial de “Terciopelo azul” y “Twin Peaks” fue Julee Cruise (1956-2022), cuya contribución al universo lynchiano es incalculable. Puso voz, más enigmática que etérea, a aquella aleación de dream pop melódico con texturas jazzísticas –y letras de Lynch– que desarrolló Badalamenti: “Mysteries Of Love”, “Into The Night”, “Falling” o el cimbreante doo-wop de “Rockin’ Back Inside My Heart”. El tema apareció en el episodio 7 de la segunda temporada de “Twin Peaks”, siendo el segundo single extraído del álbum de debut de Cruise, “Floating Into The Night” (1989), al que pertenecen todas las canciones mencionadas.
Esta joya “perdida” pertenece también a la segunda entrega de “Twin Peaks” (1991). Seguro que hay en la saga temas más importantes, pero recuperarlo es una buena forma de certificar la enorme cantera musical que inspiró el thriller. Su melodía, una variación temática interpretada al saxo tenor por el gran Al Regni sobre el manto sintetizado de Badalamenti, condensa el sentimiento de zozobra y nostalgia que transmite la serie.
Indisolublemente asociado a David Lynch sigue estando Chris Isaak, todavía el boxeador y músico bundle más guapo de la historia. Antes de brindar al maestro sus dotes interpretativas en “Twin Peaks. Fuego camina conmigo” (1992), le cedió el hit ascendente de “Wicked Game” para “Corazón Salvaje” (1990). Protagonizada por Laura Dern y Nicholas Cage, sus imágenes sirven de fondo al clip también dirigido por Lynch en 1991.
Tema estrella de “Carretera perdida” (1997) compuesto originalmente por David Bowie y Brian Eno para el álbum “1. Outside” (1995) del primero, aunque el filme recogía dos versiones editadas de la pieza. Las conexiones de Bowie con Lynch se extienden a su papel de agente desaparecido en “Twin Peaks. Fuego camina conmigo” (1992) o a una escena de Laura Palmer cuando moldea con sus manos el mismo gesto que Bowie en la portada de “Heroes” (1977), o sea, el de “Roquairol” (1917), una pintura expresionista de Erich Heckel.
“Kyrie” fue una de las 15 piezas incluidas en “Lux Vivens (Living Light). The Music of Hildegard von Bingen” (1998) que David Lynch produjo y arregló con la ayuda de su principal colaborador en aquel momento, John Neff, para la violinista Jocelyn Montgomery –también conocida como West–, que además canta en el disco. Si se trataba de caminar en llamas, nadie mejor que la abadesa flamígera.
“Una historia verdadera” (1999) fue una anomalía feliz en la filmografía de David Lynch. Igual de conmovedora que la historia real narrada en ella fue su música, con temas como “Rose’s Theme”, a los que Harry Dean Stanton hubiese puesto letra de haber sacado tiempo. Elegimos este vals inolvidable compuesto por Angelo Badalamenti.
Como las películas de Lynch marcan el paso, no podemos dejar atrás una obra esencial como “Mulholland Drive” (2001). Su banda sonora, descatalogada como casi todas y solo disponible parcialmente en plataformas como Spotify, contiene momentos destacables como “Llorando”, una versión a capela de “Crying”, del gran Roy Orbison, quien también se asomó en “Terciopelo azul”, o el tema principal de Badalamenti. “Mountains Falling” es un notable blues industrial de Lynch y John Neff que se reserva para la secuencia más demoledora del filme.
A la pluma de Lynch corresponde el principal tema de “Inland Empire” (2006), ya sin Badalamenti y epítome de la independencia artística de Lynch. Blues gelatinoso, febril y reverberante –como unos Depeche Mode ralentizados en “I Feel You”– que le sirve de base para cantar en Auto-Tune ultramundano “it’s strange what love does when you’re all alone”. Publicado como single en 2007, reeditado recientemente por Sacred Bones.
Entreabrimos ahora una puerta a la dimensión drone de David Lynch. Destinada en 2007 a una instalación del director para la Fondation Cartier Pour L’Art Contemporain de Paris, donde Lynch exhibió buena parte de sus pinturas, fotografías y dibujos, “The Air Is On Fire” (2007) acabó recogiendo ocho pistas de ambient ominoso y metalizado. Sacred Bones las pasó a vinilo, por supuesto en edición limitada de mil copias, siete años después.
Su breve alianza con Brian Burton (Danger Mouse) y Mark Linkous (Sparklehorse) en el álbum colaborativo inspirado por San Juan de la Cruz, “Dark Night Of The Soul” (2009), dio como fruto dos cortes. Nos quedamos con esta preciosa pieza cantada por un Lynch relajado que podría haber sido compuesta por los mejores Mercury Rev y producida por Peter Kember como Spectrum.
Lynch se caracteriza de imaginario payasito diabólico en la violenta pero pegadiza “Crazy Clown Time” procedente del álbum homónimo, segundo propiamente dicho de su discografía en solitario –le antecede “Blue Bob” (2001) y remata “The Big Dream” (2013)–. Las escalas del blues servían de útil reservorio a un “no músico” como el de Montana, quien podía recurrir al mismo sin peligro de precipitarse en el vacío. Tampoco tiene desperdicio el videoclip donde Lynch ilustra cada uno de los enunciados del tema.
El dúo vintage de Mineápolis fue una de las bandas jóvenes escogidas por Lynch –junto a Chromatics, Au Revoir Simone, Sharon Van Etten y otras– para aderezar con grandes canciones alguna de las secuencias de la tercera entrega de “Twin Peaks” (2017): las situadas en el mítico bar Roadhouse. “Mississippi” proviene de “You’re Dreaming” (2016), primer álbum oficial de los atractivos hermanos Jack Torrey y Page Burkum.
El sello neoyorquino Sacred Bones se había convertido en el santuario discográfico de Lynch durante sus últimos años reeditando la banda sonora de “Carretera perdida” en 2022 o publicando su disco de jazz experimental con Badalamenti en 2018 como Thought Gang. Entremedias salió este single asistido por Dean Hurley, mano derecha de Lynch en sus estudios Asymmetrical de Hollywood. “The Flame Of Love” (2020) contenía dos temas de su cortometraje producido para Netflix, “What Did Jack Do?” (2020). Lynch era capaz de abrazar una bonita melodía de amor, pero Jack Cruz era –o es– un mono capuchino.
Lynch podía trabajar con proyectos punteros como Flying Lotus o con padrinos del folk trascendental como Donovan. Este maxi sencillo pero extraordinario, de edición limitada a 200 copias en el sello del escocés, contenía una composición de Donovan y la producción de David Lynch, quien sublimó el trémolo vocal de su amigo con la técnica del retroceso. El videoclip de Lynch, donde su extravagante invitado, ultramaquillado, con uñas como púas y exhibiendo una preciosa guitarra acústica Ferrington sobre fondo estrellado, es un buen ejemplo de poder taumatúrgico con apenas cuatro elementos.
Finalizamos el milagroso cronovisor musical de David Lynch con “Sublime Eternal Love”, la extraña canción que cierra “Cellophane Memories” (2024), primer álbum producido por el cineasta para Chrystabell después del EP, “Somewhere In The Nowhere” (2016). Un trabajo de despedida con dos factores recurrentes: los sintetizadores de Badalamenti en un par de temas –no en este– y el celofán que envolverá para siempre a Laura Palmer.