Disco destacado

Björk

MedúllaOne Little Indian-Polydor-Universal, 2004
Desenterrar los orígenes, retomar el camino primigenio. Desde diversas fuentes queda bastante claro que la idea de hacer un álbum exclusivamente basado en su voz no es un capricho de estrella más o menos rarita, sino un proyecto que a Björk le rondaba por la cabeza desde los (lejanos) tiempos de Kukl, a mediados de los ochenta. Nada extraño, por otra parte: sus cuerdas vocales siempre han sido el signo distintivo de su código creativo, la marca que fascina/fascinaba y que destaca con luz propia en cualquier proyecto donde la diva se involucra.

Redefinida la canción pop en los noventa por medio de brillantes ejercicios de caligrafía sonora como “Debut” (1993) o “Post” (1995), afianzada en su estatus por los no menos brillantes “Homogenic” (1997) y “Vespertine” (2001), inmortalizada en celuloide gracias a “Bailar en la oscuridad” (Lars von Trier, 2000), la islandesa tiene todos los vientos a favor para embarcarse en lo que le dé la real gana. De hecho, siempre lo ha hecho (un recuerdo: su discutido set en el Sónar 2003. Se daban todas las condiciones, si hubiera tirado de los hits esperados, para rubricar una noche de las llamadas “inolvidables”. No fue así: optó por oscuridades y asperezas, intimidades y soplos de cristal. Los fans, de bajón. O, leyendo entre líneas, un mensaje claro: “Yo soy mucho más que un reclamo de lujo para saraos posmodernos”).

“Medúlla”, con el primitivismo como motor de arranque, es una jugada tan inteligente como hermosa. Flota, con una levedad admirable, entre dos aguas en principio antagónicas: juega a lo experimental (¿con comillas?) sin perder el horizonte pop, es “difícil” y asequible. Dentro del pop mainstream, donde Björk ha sido admitida con alborozo, es, sin duda, un saludable alien, un artefacto con coartada que hará que los adictos al fast food MTV se sientan “inteligentes” durante unos minutos. Delirante.

Oxígeno puro. Foto:  Inez And Vinoodh
Oxígeno puro. Foto: Inez And Vinoodh
Estos cuarenta y cinco minutos de profunda inmersión en el interior de las cuerdas vocales funcionan porque rehúyen caer en las arenas movedizas del exhibicionismo o del ejercicio de estilo. Aunque a veces utilice caminos excesivamente abstractos o desconcertantes, el objetivo principal de Björk siempre ha sido el de comunicar, estremecer y emocionar. En “Medúlla” lo hace con los mínimos elementos (voces, piano, ocasionales programaciones), pero con la misma intensidad. Es un reto con las ideas claras (“Quería hacer un disco vocal con un fuerte sentimiento de corazón, sangre y carne. Un álbum vocal no tiene por qué ser una comida vegetariana”) y resultados de notable alto. “Pleasure Is All Mine”, la obertura, allana el camino con una profunda melancolía y unas resonancias épicas al límite de lo permisible; respaldan, entre otros, Tanya Tagaq, Mike Patton, Rahzel, The Icelandic Choir y Mark Bell, todos presentes en otros momentos del disco. Hay oraciones de fe y esperanza (“Show Me Forgiveness”, a palo seco), monumentos de beats y bajos (humanos) y coros operísticos (“Where Is The Line?”, su particular “Bohemian Rhapsody”; no es broma), tours de force sin texto (“Öll Birtan”, “Mi Vikudags”, “Ancestors”, esta última con un hipnótico piano autista) y varios hits embrionarios en espera de remezcladores sin prejuicios (“Who Is It”, con Matmos en la sombra y su drum’n’bass esquivo, es una bomba). El venerable Robert Wyatt brilla en “Submarine”, capas y capas de voces en una odisea onírica con, parece, la maternidad como fondo; también provee los samples vocales en la monumental “Oceania”, el single, la de los últimos Juegos Olímpicos, un clásico instantáneo trufado de melodía y, no es un reproche, un encantador y evidente regusto kistch. “Mouth Cradle”, más pop björkiano con coros angelicales y un Rahzel imponente, contiene el único texto descaradamente político de la autora, esa ya (famosa) frase de “necesito un refugio para construir un altar / lejos de todos los Osamas y Bushes”. El final, “Triumph Of A Heart”, con Gregory Purnhagen en el papel de trombón humano y Rahzel secundado por el nipón Dokaka, es una celebración, con euforia rítmica y madera de hit, del regalo que los dioses le han dado a la protagonista: su voz (“Smooth, soft, red velvety lungs / are pushing a network of oxygen joyfully / through a nose, through a mouth / but all enjoys, all enjoys”).

Aun con el poso de álbum de transición o de refugio temporal, “Medúlla”, respirando en su irreemplazable burbuja de oxígeno puro, demuestra que Björk, como diría Tom Wolfe, todavía “lo tiene”. Y, por la salud de todos, esperemos que tarde en perderlo. ∎

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