Álbum

Ethel Cain

Willoughby Tucker, I’ll Always Love YouDaughters Of Cain, 2025

Con las entradas de sus dos conciertos españoles absolutamente agotadas –Barcelona el 7 de noviembre y Madrid al día siguiente–, Hayden Silas Anhedönia reincide en este mismo ejercicio 2025 con un segundo álbum de canciones que sucede brillantemente a “Perverts”, disco que empezaba con la canción funeraria “Nearer My God To Thee” ligada para siempre al hundimiento del Titanic. Con aquel trabajo arriesgado la artista de Florida quiso alienar a su base de fans casi como en otra época hizo Lou Reed publicando “Metal Machine Music” (1975). “Willoughby Tucker, I’ll Always Love You” no equivale al “Coney Island Baby” (1976) del neoyorquino, pero si afirmamos que supone un retorno a parámetros más convencionales por parte de Ethel Cain faltaríamos a la verdad.

Dos nombres resuenan en su tercer disco largo. El personaje de ficción Willoughby Tucker –apelativo que recuerda al héroe Willie O Winsbury de la tradición folk anglosajona–, quintaesencia del primer amor para la norteamericana, ese que nunca se olvida, mucho menos en el seno de la saga disfuncional en el que se inserta: el álbum sería la segunda parte de una trilogía que empezó con “Preacher’s Daughter” (2022) y que continuará con “Preacher’s Wife” según ha declarado la artista a la revista ‘The Face’. El otro es David Lynch: Hayden Anhedönia –apellido misterioso, como de ondulante alga fluvial en el curso de una película de terror gótico– quiso operar con los sintetizadores que Angelo Badalamenti empleó en la banda sonora de “Twin Peaks”, serie que devoró durante la elaboración de un disco donde ha vuelto a intervenir Matthew Tomasi, aunque se ha tratado de un esfuerzo individual de Anhedönia, que se encontraba en libertad condicional a la sazón, no por prácticas zoofílicas ni nada parecido, sino por culpa de una multa de tráfico. “Fuck Me Eyes” es esa canción buscada de dream pop melancólico y sintetizado, entre Au Revoir Simone y la Suzanne Vega de los timbres mohínos salida del arroyo.

“Willoughby Tucker, I’ll Always Love You” contiene vulnerabilidad, autodestrucción, masoquismo, relaciones conflictivas y crueles abandonos amorosos. “Janie”, el corte que lo abre, ya muestra todo eso. To love me is to suffer me, repite Ethel Cain durante los ocho minutos de la estupenda “Nettles” entre evocadoras guitarras slide y un bellísimo arreglo de violín country. También es un disco de contrastes: internos, dada la variedad de registros, pero también comparándolo con los dos álbumes anteriores. Hayden Anhedönia recupera lo que hay de accesibilidad pop en el primero, así como los largos desarrollos del segundo, que reserva en parte para las piezas instrumentales, inteligentes interludios que armonizan el relevo de atmósferas: “Radio Towers”, con piano y reverb entre Cocteau Twins y Biosphere, o las mismas “Willoughby Theme” y “Willoughby Interlude”. Todas hermosas, como evocando algún mundo perdido. Atendiendo a los resultados, el slowcore, el doom folk, el ambient dark o la drone music no son terrenos ajenos en absoluto para esta interesante autora.

Ethel Cain es otro personaje de ficción como Shady Grove, ciudad donde se desarrolla la historia. Pero tras la escena se encuentra una valiente tomboy transexual sureña de apenas 27 años que parece estar centrando el tiro cada vez mejor desde la independencia que le proporciona trabajar para sí misma. En “Willoughby Tucker” el combustible principal de esta antigua pirómana de las redes –lo que se dice una “SJW” o “social justice warrior” de Twitter acusada de verter bromas racistas en su adolescencia, escabroso asunto que ha admitido y de lo que se arrepiente– es el amor que nunca funcionó y que la llevó casi a la destrucción. Sigo soñando con la violencia y el ácido sulfúrico en mi cerebro”, canta en “Tempest”, un tema tipo Slowdive de diez minutos con el que cierra el disco junto a la intensa “Waco Texas”, de quince, como si Red House Painters se hubiesen asociado a Trembling Blue Stars, con una preciosa parte final de piano. Lou Reed escribió “Growing Up In Public” en 1980. Para esto aún queda mucho, pero recemos para que no pase, que la canción era un horror. ∎

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