Se ha dicho antes, pero hay que repetirlo y reconocerlo: cuando empezó a trascender más allá de las calles de Chicago y llegó a nuestros oídos europeos, pocos fueron los que pensaron que el footwork iba a ser algo más que un sonido con fecha de caducidad, flor de un día, capricho de cuatro freaks que quedaron prendados por sus bailes imposibles y sus ritmos frenéticos. Pasaría lo mismo que había sucedido con el shangaan electro surafricano unos años antes, que fue exportado, remezclado, alabado en prensa especializada e incluso expuesto en escenarios de alto nivel (Sónar) para luego desaparecer al cabo de un par de temporadas sin dejar apenas rastro.
Y ya ven, aquí estamos, quince años después, maravillados con el sonido de Jlin, acostumbrados a escuchar su influencia en incontables discos y temas de techno, house o jungle, bailándolo en los sets de Kode9 y Mike Paradinas, y, por supuesto, reseñando nuevas obras maestras del género. Como este tercer volumen de la serie “Da Mind Of Traxman”, del gran Cornelius Ferguson, Traxman himself. Quizá no llegue a las cotas de excelencia de hitos como “Double Cup” (DJ Rashad) o “Dark Energy” (Jlin), pero no anda muy lejos. Y, a diferencia de otros grandes títulos recientes del footwork (“Unleash”, de Heavee, o “Established!”, de RP Boo), Traxman no necesita revolucionar ni refinar demasiado el libro de estilo footworkiano para sonar fresco, convincente y plenamente contemporáneo. El secreto, por tanto, no radica en este caso en una paleta sonora renovada o en retorcer los patrones rítmicos; ni tan siquiera en alterar el tempo característico de su lenguaje (160 bpms).
La idea de Cornelius es más simple: demostrar que el footwork puede contaminar cualquier otro estilo y que es un idioma mucho más abierto y permeable de lo que pueda parecer. En “Da Mind Of Traxman Vol. 3” cada tema es distinto al anterior y al que viene después; hay ghetto house más o menos canónico (como en el track de arranque, junto a Sinjin Hawke), voces obsesivas, fragmentos de videojuegos (¿no es la mítica voz de “Street Fighter” la que suena en “Round One”?), samples de Carly Simon, falsos medios tiempos con trompetas funk, minimalismo expansivo, seudobaladas sexis (“It Never Rains”, con DJ TWAN), guiños al cine de acción, pianos, cuerdas, bajos palpitantes, giros inesperados… Es tal la dinámica de elementos y están tan bien dispuestos sobre el lienzo (cada corte, además, tiene el minutaje justo; ni muy corto ni muy largo) que es imposible aburrirse o dejar el recorrido a medias. Traxman permanece fiel al género y lo lleva un paso hacia delante, coloca los redobles en el sitio perfecto, toca todos los palos posibles y, al mismo tiempo, dota de coherencia y unidad inquebrantable al conjunto. No se puede pedir más. ∎