Álbum

Tune-Yards

Better Dreaming4AD-Popstock!, 2025

La interpretación de “Water Fountain” en el Primavera Sound de 2015 fue uno de esos instantes cumbre en los que confluyen el estado de gracia de un grupo, su momento en el mundillo musical y el deseo del público de celebrarlo juntos. Llegaba tras dos deslumbrantes álbumes, “WhoKill” (2011) y “Nikki Nack” (2014), en los que se combinaban el funk y la música de baile con ritmos peculiares y una querencia afropop en las armonías vocales que los vinculaba a bandas, por otro lado dispares, como Dirty Projectors o Vampire Weekend. El hype fue desvaneciéndose conforme avanzaba la segunda década del siglo, y Tune-Yards fueron dejando atrás esos tics africanistas para centrarse en la música negra desarrollada en el nuevo continente, aunque muy a su manera. “I Can Creep You Into My Private Life” (2018) y “sketchy.” (2021) se recibieron con cierta tibieza, pese a ser dos notables trabajos.

Establecidos la cantante y líder Merrill Garbus y el bajista Nate Brenner, su marido, en Oakland (California), con una criatura de 3 años en sus vidas y sin el afán de epatar en la escena, han conectado con el gozo por crear música para sentirse bien en estos tiempos revueltos. Unas canciones donde liman su lado más anguloso y cierta tendencia a la estridencia, para sonar más serenos e imbuidos de soul. “Heartbreak” es un medio tiempo en el que Garbus muestra sus dotes vocales, haciendo crecer la canción entre coros gospelianos. En “Swarm” el bajo jazzy de Brenner se deja notar especialmente en esta oda a la solidaridad de enjambre de la que desean formar parte. Quizá por la similitud del título y el canto en falsete, “Never Look Back” recuerda ligeramente al “Never Come Back” de Caribou, pero navegando aguas más reposadas, que contrastan con la lírica guerrera de asestarle un puñetazo al vendehumos de turno. Aunque el malestar de la pareja con el mundo actual se deja notar en la mayoría de los temas, hay un deseo de plantarle cara buscando un sentimiento vitalista. Nada mejor que el baile desacomplejado, en forma de funky setentero colorista, en “Limelight”, en la que piden poner el foco en los niños y su ilusión, incluyendo unas risas y balbuceos de su hijo al final. La otra invitación al baile, brazos en el aire, es “How Big Is The Rainbow”; aquí, una Garbus más comedida conecta con el elegante tono disco-soul de Róisín Murphy.

El espíritu no acomodaticio del dúo sigue presente, como su gusto por armonías elaboradas y la huida de patrones rítmicos uniformes. Se nota especialmente en una serie de canciones más intimistas, en las que construyen una especie de oraciones góspel con delicados ritmos, en las que lo analógico y lo electrónico se funden con finura, como en “Suspended”, “See You There” y el mantra elevador de “Sanctuary”. Mención especial para “Get Through”, una preciosa balada pop con una melodía que se adhiere al instante, para hacer una llamada a resistir y salir adelante pese al panorama que se nos presenta.

Aunque por una parte pueda parecer que hayan decidido hacer música fuera de lo que la escena dicta o espera, quizá Tune-Yards no se hayan alejado tanto del flujo de los tiempos, dado el éxito reciente del groove cálido de DJ Koze, tanto en solitario –excelente “Music Can Hear Us” (2025)– como en su trabajo para la mencionada Róisin Murphy –¡qué decir de “Hit Parade” (2023)!–. En todo caso, en boga o no, “Better Dreaming” es un álbum acogedor y muy disfrutable, que crece con las escuchas, sacando detalles a flote alrededor de la portentosa voz de Merrill Garbus. ∎

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