Disco destacado

Yves Tumor

Praise A Lord Who Chews But Which Does Not Consume; (Or Simply, Hot Between Worlds)Warp-Music As Usual, 2023

Está siendo apasionante seguir la trayectoria de Sean Bowie. Su debut con Warp Records en 2018, “Safe In The Hands Of Love” –un disco brutal, tenebrista, insidioso y apocalíptico imbuido del espíritu alt-rock de los noventa–, canalizaba con genialidad una síntesis de todas sus inquietudes musicales: los bajos rotundos y post-R&B de su etapa con PAN, el ambient, la IDM, el drone y el noise opresivo, la abstracción góspel y el trance psicodélico de su devoción por Throbbing Gristle. Con “Heaven To A Tortured Mind” (2020) entendimos que iba en serio lo de ser una rockstar, lo de disfrazarse de una versión perversa, retorcida y anacrónica de Ziggy Stardust. Y en el EP de 2021 “The Asymptotical World” lo veíamos rindiéndose al perturbador embrujo de Kevin Shields o abriéndose al hardcore melódico. Asíntota per se, su carrera traza siempre imposibles líneas racionales entre infinidad de curvas diferentes. Y no por nada su nuevo trabajo se llama, “simplemente”, “Hot Between Worlds”. Es en el espacio intermedio, en los distintos limbos, en la garganta que separa lo real de lo espiritual, el mundo de los vivos del de los muertos, donde Yves Tumor se ha construido a sí mismo.

De eso mismo va, de hecho, “Heaven Surround Us Like A Hood”. Lo que empieza en plan tráiler épico de una nueva “Stranger Things”, con las guitarras de Jimi Hendrix saliendo a gritos de los altavoces de algún coche abandonado y mezclándose con las colisiones de unos cables de alta tensión, explota después en un viaje ascendente, en una imponente batalla con el apocalíptico fondo de unas guitarras y sintetizadores meteoríticos desgarrando el cielo a velocidades supersónicas. Una visión del fin del mundo solo reservada a aquellos con especial sensibilidad para contemplarla. Como un shinigami, como el barquero del Estigia y en la superposición de distintos planos, Yves Tumor es aquí el médium entre Bloc Party y Nine Inch Nails, entre Ride y John Frusciante, entre Soundgarden y Kanye West, entre The Smashing Pumpkins y Swervedriver, entre Prince y Kevin Shields, entre David Bowie y Dave Sitek.

Todo lo que usa nos es familiar. Y, sin embargo, “alabado sea el Señor que mastica pero no traga”: su filosofía es la de absorber el alma de lo que se lleva a la boca y devolverlo a su manera, como un fullbringer. En “Lowely Sewer” samplea muy espiritualmente el “One Hundred Years” de The Cure, y con la ayuda de Kidä se acerca a recrear la atmósfera new romantic, pero Robert Smith de repente se parece más a Lenny Kravitz. En “Operator” sale como nunca el Prince que lleva dentro, y en el post-punk de estadios que es “Fear Evil Like Fire” se acerca a los The Killers de “Sawdust” (2007), pero las dos podrían sintonizarse en la emisora de TV On The Radio. Y me niego a pensar que ese “Everyone told me you’re a creep” de “In Spite Of War” no le quiere hacer un guiño a la mente vanguardista de otro de los grandes transgresores del rock, Thom Yorke. O “Meteora Blues” a Linkin Park.

Otra de las grandes piezas del trabajo se encuentra en ese extraño espacio que reconcilia los noventa británicos con los noventa estadounidenses y materializa esa idea de alucinación hipnagógica, de transición entre realidades, con su propio desarrollo: la rueda de acordes que abre tiene demasiada reverb para ser real, demasiado eco; las baterías parten de un lejano segundo plano hasta ponerse por delante, intentando lidiar con el peso de un riff como una catedral; los sintetizadores primero simulan una orquesta de cuerdas para después tornarse bombarderos en una invasión extraterrestre, brechas en el espacio y el tiempo, glitches y fugas de la realidad observable. Su propio final deriva en una ascensión celestial movida entre pianos de algodón y voces angelicales en forma de interludio, interrumpida abruptamente por un glorioso break de batería que da la bienvenida a la desdibujada “Parody”, puro shoegaze y una de las canciones más personales de Tumor: “La parodia de una popstar, te comportaste como un monstruo. ¿Todo esto es solo maquillaje?”.

Su final, revuelto y perturbador, conecta con su pasado más experimental, que también se filtra en este nuevo trabajo a través de esa pesadilla de sampledelia screwed convertida en bailable colapso industrial que es “Purified By The Fire”. Sin poner nada verdaderamente nuevo, por primera vez, sobre la mesa, “Praise A Lord Who Chews But Which Does Not Consume; (Or Simply, Hot Between Worlds)” se siente al fin como la culminación de una gran obra, de la visión que Sean Bowie tenía cuando imaginaba lo que sería Yves Tumor: algo así como el David Bowie y el Prince que ellos mismos “no fueron” en los noventa.

Todo es profundizar, todo es perfeccionar, todo es matizar. Todo, cada pequeño detalle, cada rugido en forma de guitarrazo, cada golpe de batería, cada andanada de ruido, cada melodía, es el resultado de un balance alquímico imposible realizado con la asistencia de Noah Goldstein –productor de Kanye West–, de Sir Dylan –una de las mentes detrás de “Motomami” (Rosalía, 2022) o de “A Seat At The Table” (Solange, 2016)–, de Psymun y Elliott Kozel –productores del emo rapper Corbin–, y de Alan Moulder –padrino del shoegaze–. Esas líneas de bajo, pesadas y sobrias, que se sienten como estampidas de rinocerontes blancos. Los juegos de voces, las guitarras brotando de la oscuridad como sombras insidiosas. La histeria que conduce “God Is A Circle” al descarrilamiento. La perfección pop que rodea la impresionante “Ebony Eye”, reverso mortuorio de Tame Impala.

Firme creyente del poder redentor del ruido y de la distorsión, su idea de la música no ha cambiado ni un ápice mientras se empeñaba en reinventar un rock cuya muerte lloran desde hace mucho los puristas. Regresaremos a él en el futuro preguntándonos cómo pudo ser esta la promesa de algo que jamás fue. Y él seguirá invocando su magia negra desde las profundidades, levantando su reino de belleza en descomposición al fondo de las alcantarillas. ∎

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