l mundo en el que SPRINTS empezó parecía idóneo para una banda así. Era 2019 y los festivales alternativos volvían a vivir una nueva edad dorada, lo alt se colaba en el mainstream ante el relativo agotamiento de las fórmulas hegemónicas latinas y las salas se llenaban. Había, por primera vez, signos de brotes verdes tras la crisis de 2007, y quizá esperanza para toda esa generación que se había criado ante un futuro siempre marcado por la incertidumbre. Pero llegó la pandemia y toda la visión de un posible camino idílico y sin baches se torció completamente, como para muchas otras bandas.
Durante el COVID, el cuarteto –formado entonces por la vocalista y guitarrista Karla Chubb, el bajista Sam McCann, el baterista Jack Callan y el guitarrista Colm O’Reilly– compuso sus dos primeros EPs –“Manifesto” (2021) y “A Modern Job” (2022), ambos publicados por Nice Swan– con la asistencia de Daniel Fox, de Gilla Band, y empezó a hacer ruido en el circuito local de salas de Dublín; en 2023 ya eran una fuerza de la naturaleza cuyo directo era recomendado fervientemente a lo largo y ancho de las Islas Británicas. Poco a poco, con oficio de obreros, fueron quemando etapas y logrando notoriedad, hasta que en enero del año pasado llegó el golpe de la mesa definitivo con “Letter To Self” (2024), su primer álbum y su debut con un sello tan importante para la tradición indie rock reciente como City Slang.
Desde entonces el cuarteto no ha parado de dar conciertos, inmerso en una de esas giras interminables sobre las que han de sostenerse, haciendo equilibrismos en un alambre, bandas como ellos. Una rutina esclavizante, llena de luces y sombras, que no tardó en cobrarse su primera víctima con el abandono de Colm O’Reilly en mayo de 2024. Y de integrar a su sustituto, el guitarrista Zac Stephenson, ha ido en mucho el proceso que ha terminado por resultar en el que es el segundo trabajo largo de la banda, “All That Is Over” (City Slang-Music As Usual, 2025), disponible desde el pasado viernes. La gira no se ha detenido, tampoco el cansancio. Pero mucho menos lo han hecho la emoción y las ganas de hacer música, de rendirse completamente a ella y a sus exigencias. De hacer, como ellos mismos dicen, un poco de ruido para hacer más procesables todas esas cosas aterradoras que pasan cada día ahí fuera. Hablamos de todo esto –y mucho más– con Karla y Zac en la terraza de un hotel de Madrid durante una mañana soleada de septiembre.
Apenas ha pasado un año y medio desde que publicasteis vuestro debut. ¿Por qué las prisas con el segundo álbum?
Karla: Nos gusta mantenernos ocupados (risas). Pero, para ser honestos, no ha habido prisa ni presión por parte de nadie externo o de nosotros mismos. Nuestro sello, de hecho, quería esperar un poco más para sacar este nuevo álbum. Pero creo que con Zac uniéndose a la banda y con todos los cambios que habíamos experimentado, la gira en marcha… Yo creo que de forma natural sentíamos la necesidad de escribir sobre esas cosas que estaban pasando, así que fue un proceso muy orgánico. Además también sentíamos que era importante que, tras la llegada de Zac, pudiera sentir que dejaba una marca en la banda, que las canciones también le pertenecían a él.
Zac: Es todo culpa mía, como puedes ver. En cualquier caso esto lo veo también más como un pensamiento a posteriori si intentas buscarle explicación. Realmente salía todo de forma muy orgánica porque entré en un momento en el que tocábamos muchísimo.
Karla: Fuiste más bien el catalizador de un cambio de energía.
Y, bueno, siempre está bien tocar canciones propias, ¿no?
Zac: Tampoco es tanto eso. Me encanta tocar lo antiguo también. Pero este disco es muy divertido de tocar en directo. Y en cualquier caso, sí, definitivamente sientes algo diferente cuando has contribuido directamente a las canciones. Al menos es más fácil recordar cómo se tocan (risas).
¿Cómo han cambiado las dinámicas de la banda tras todo esto?
Karla: Pues, honestamente, solo de una manera muy positiva. Zac llegó cuando estábamos inmersos en plena gira mundial, una gira enorme… y todos empezábamos a estar algo cansados, un poco en plan “no quiero hacer este disco una y otra vez en otras 36 noches de concierto”, o algo así. Pero su llegada de algún modo volvió a encender la chispa, trajo nueva energía y realmente nos dio fuego nuevo para poder sacar adelante aquella gira. Y nos inspiró para mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de lo afortunados que éramos, girando por todo el mundo con nuestros amigos, haciendo lo que nos gusta. Dejamos nuestros curros el 23 de diciembre y mira ahora dónde estamos, en apenas un año o dos. De repente todo volvía a ser divertido, todos volvíamos a estar felices en la carretera y la ilusión principal volvía a ser simplemente juntarnos entre colegas para hacer un poco de ruido.
¿Y cómo encontrasteis el tiempo para componer estas nuevas canciones?
Karla: No me gusta sentarme ni estar quieta. Esa es la mejor explicación. Para mí es mucho más difícil no hacer nada que ponerme a hacer cien cosas a la vez. Es fácil caer en la apatía y ponerte más depresivo cuando uno está de gira todo el rato, pero en parte este disco trata también de cómo a través de la música puedes superar todo ello: de cómo atravesar cambios en la banda y en nuestras vidas personales, rupturas sentimentales y aceptar esta nueva vida de estar todo el rato en la carretera, de ciudad en ciudad y prácticamente viviendo en furgonetas, puede frustrar muchísimo tu relación con la música o, al menos, con el oficio; pero también de cómo la música es a lo primero que recurres cuando tienes la necesidad de procesar todo esto, de sentirte conectado con lo que estás viviendo y disfrutarlo estando bien, de la mejor manera posible, en paz. De todo esto va un poco “Descartes”, por ejemplo: necesito crear, necesito escribir, necesito hablar para sentirme funcional, para sentir que lo que hacemos tiene sentido.
¿Es una necesidad, entonces?
Karla: Si, y sé que puede sonar un poco pretencioso, pero es la verdad. Cuando sois cuatro amigos en la carretera y los escenarios no hacen sino crecer y crecer, y de repente estás en un escenario aún más grande y Fontaines D.C. van despúes de ti y todos los amplis están montados y sabes que en unos momentos vas a estar ahí haciendo puto ruido… Joder, estamos tocando en una especie de festival gigante, con amigos, con más de 10.000 personas delante de nosotros. Vamos a encender esos amplis y vamos a liarla a base de ruido. No se me ocurre nada más divertido, nada más inspirador. Y creo que precisamente a través de eso hemos redescubierto la diversión en la música. Ha sido como volver a empezar. Necesito sentir eso. Necesito expresar lo que eso me hace sentir. Y necesito hacer canciones para poder seguir sintiéndolo.
Así que realmente la gran inspiración del disco ha sido procesar el hecho de estar girando…
Karla: Absolutamente, sí, es una gran manera de decirlo. Creo que estás muy obligado a reflexionar constantemente cuando estás de gira: pasas mucho tiempo simplemente sentado en aviones, buses, furgonetas, coches… lo que sea. Y eso te pone en una posición muy reflexiva, ya te digo, te obliga a focalizar, a mirar hacia dentro y hacer introspección, siempre que no estés leyendo, o escribiendo o jugando, que son actividades también muy mentales, que requieren cierta introspección. De hecho podría decirse que prácticamente todas las influencias que el disco ha recibido después tienen su origen también en esa forma de vivir la gira. Estuvimos viendo las series “Fallout” o “The Last Of Us”, leyendo ficción distópica, jugando a videojuegos… Y todo eso también se fue filtrando al disco: cuanto más viajamos, más nos dimos cuenta de que el mundo que hay ahí fuera no es tan diferente de todas esas distopías.
¿Qué tipo de libros suele haber en vuestra furgoneta?
Karla: Haciendo un inciso antes: no tenemos todavía un club de lectura de SPRINTS, pero definitivamente deberíamos montar uno, porque estamos compartiendo libros constantemente. Últimamente todos hemos leído “El cuarto de Giovanni” (James Baldwin, 1956), por ejemplo, o “Yo que nunca supe de los hombres” (Jacqueline Harpman, 1995). También está un libro irlandés reciente muy famoso, bastante distópico: “El cantar del profeta” (Paul Lynch, 2023). Y Jac estaba muy a tope con Octavia E. Butler y al final me ha contagiado; la estoy leyendo también y me está encantando.
Zac: Yo estoy volviendo a leer la trilogía “Xenogénesis”, de hecho.
Karla: Así que, sí, nosotros nos pasamos los libros y Sam pasa los cigarros (risas).
¿Y cómo jugáis? ¿Tenéis una Switch o algo así?
Zac: Tenemos cuatro Steam Deck. De hecho cinco, porque nuestro ingeniero de sonido tiene otra también.
Así que una caja solo para las Steam Deck, ¿eh?
Zac: Y los cascos (risas).
Karla: Si un día vienes de gira con nosotros en la furgo o en el bus y de repente se hace el silencio, mira atrás y seguramente nos verás a todos con la cabeza metida en la pantalla. Recuerdo un día que teníamos un viaje de once horas por carretera y me descargué el “Kingdom Come Deliverance 2”… Creo que no levanté la cabeza ni una sola vez. Paramos tres veces a mear y cada vez que parábamos era como si me pinchasen la pompa en la que estaba, en plan “¿qué?”.
Zac: Recuerdo que Sam estuvo jugando como unas cuatro horas y estaba en plan “sigo sin tener unos zapatos”. Empecé a jugarlo después de que él y Karla lo empezaran, y la verdad es que me encanta.
Karla: También jugamos mucho al “Fallout”. Nuestros favoritos probablemente sean el “New Vegas” y el “Fallout 4”.
Mi favorito es el “New Vegas”, sin duda.
Karla: Sí, Zac no lo ha jugado, además, así que tenemos que conseguir que lo juegue. Es mi favorito también: los casinos, la música…
Y el componente RPG que tiene, es superabierto y cada vez que lo juegas te ofrece una experiencia totalmente diferente.
Karla: Increíble juego.
Bueno, volviendo a la música: ¿cómo soléis trabajar? Entiendo que las letras las escribes tú, Karla, pero ¿cómo llega luego todo a coger forma?
Karla: La mayoría de las veces la música viene primero. En “Descartes” fueron primero las letras, y quizá en “Abandon” también. Pero, bueno, en general lo que suele suceder es que yo estoy sentada con la guitarra tarareando algo o dándole vueltas a unos acordes hasta que me sale una buena idea, o una o dos líneas, una frase que me atraiga… Grabo eso en mi móvil y ya volveré a ello en algún momento. Cuando tengo tiempo voy trabajando sobre eso, lo desarrollo un poco. Pero realmente depende un poco del escenario, del contexto, y más ahora que realmente no paramos de girar. A veces solo es algo rumiado, murmurado en una nota de voz. Si estamos en una prueba de sonido, suele pedirle a alguien el móvil para poder grabar si sale algo interesante y que no se pierda. Cuando tenemos tiempo entre todos para sentarnos delante del ordenador lo bajamos todo más o menos a tierra y dejamos hecha lo que sería la demo en el Logic. Ese sería, en resumen, el proceso en general. Pero ya te digo que este disco ha sido un poco diferente porque estábamos todo el rato viajando, en movimiento, y no siempre que queríamos teníamos acceso a algo parecido a un estudio o siquiera equipamiento para grabar algo medio decentemente.
Zac: “Pieces”, de hecho, se empezó a escribir durante una prueba de sonido: Sam tenía un riff bastante bueno, de estos que no puedes sacarte de la cabeza, y de repente un día empezamos a convertirlo en algo parecido a una canción, a desarrollarlo, prácticamente improvisando y haciendo ruido los unos encima de los otros. Nos gustó, al día siguiente lo hicimos otra vez y esa noche lo tocamos en directo por primera vez.
Karla: Así que sí: algunas canciones vienen de pruebas de sonido, otras de notas de voz, otras empezaron en un murmullo y otras vienen de demos de hace años que de algún modo u otro hemos recuperado durante esta gira. Ha sido un proceso muy vivo, siempre en movimiento, casi como si respirara por sí mismo. Porque nunca estuvo en nuestros planes componer y grabar un segundo disco tan pronto, como hemos dicho antes. Nunca fue la intención. Recuerdo estar de gira por Estados Unidos: Zac acababa de unirse a la banda y yo no hacía más que mandarle demos porque él aún estaba en Dublín. Le preguntaba: “Si quisiéramos hacer con esto algo más atmosférico, ¿qué le añadirías tú a nivel de guitarras? ¿Querrías esparcir un poco de ruido sobre esto?”. Le pasé el Google Drive que tenemos, donde yo suelto todas las demos que vamos haciendo, y él se puso a bucear en ellas.
Zac: Encontré muchas cosas que tenían como tres años que me gustaron mucho.
Karla: Y empezó a darse como esta conversación: él rehacía canciones, las cambiaba… Y para nosotros estaba resultando muy estimulante la idea de trabajar con alguien nuevo y con nuevas ideas. Creo que una vez llegó noviembre o diciembre, más o menos, nos dimos cuenta de que teníamos unas cuantas buenas canciones y de que podíamos hacer un disco con ellas. Diciembre creo que lo dedicamos a ver cuáles tenían sentido y podían encajar en una idea de disco, y en enero ya estábamos listos para meternos en el estudio. Nos tomamos un par de semanas de vacaciones y ya en febrero llamamos a Daniel en plan “pongámonos a trabajar”. Y él en plan: “¡No! No estoy preparado todavía para aguantar otra vez todo el agua que bebe esta gente” (risas).
Que haya más rangos sonoros, o más dinamismo en este sentido, porque hay trazas de folk y de psicodelia, por ejemplo, incluso spaghetti wéstern, ¿tiene que ver con tu inclusión en la banda, Zac?
Zac: No lo sé. Evidentemente tengo mis propias influencias, algunas completamente ajenas a lo que sería el catálogo previo de SPRINTS. Por ejemplo me encanta el surf rock californiano o la música psicodélica, pero también les gustan a otros miembros de la banda. Así que simplemente supongo que a lo mejor mis intereses en esas cosas han sido también un reflejo para los intereses de los demás, y eso nos ha llevado a tomar direcciones más claras al respecto que en trabajos anteriores. En canciones como “Rage”, por ejemplo, todos estamos muy afilados, tanto Sam como tú y como yo, pero terminó cogiendo esta forma de psicodelia desértica.
Algo parecido pasa en “Desire”, también.
Karla: Y es la mejor canción del disco, al cien por cien.
¿La forma en la que habéis enfrentado tocar en directo en la gira tiene reflejo en el disco?
Karla: Desde luego. Porque la primera mitad del año los sets eran en plan “bang, bang, bang, bang, bang, rápido, rápido, rápido, rápido”. Y se hace difícil físicamente mantener esa energía durante toda una gira, durante todo un año. A veces pasábamos la energía que nos faltaba para echar el resto del propio público, pero no siempre pasa eso. Así que cuando Zac se unió definitivamente a la banda en directo, hacia final de año, empezamos a arrancar los conciertos con canciones más lentas, invitando a la gente a entrar poco a poco, de una forma más progresiva, para luego darles un puñetazo en la cara y no bajar la intensidad en ningún momento. Nos dimos cuenta de que funcionaba. Así que empezamos a darle vueltas a la importancia del world building, de construir esa atmósfera introductoria para que la gente pudiera sumergirse. Así es como surgió “Abandon”: la diseñamos prácticamente como si fuera la canción de apertura de un set, y queríamos que pintase de algún modo el mundo en el que luego ibas a adentrarte, que marcase el tono. Hay amagos de lo que te vas a encontrar después, también hay algún avance de los temas líricos del álbum…
Zac: Podría decirse que funciona de forma parecida al prólogo de un libro.
Vuestra música tiende a ser oscura, opresiva… ¿Necesitáis estar cabreados para componer?
Zac: Es difícil no estar cabreado a día de hoy viendo la cantidad de mierdas que pasan en el mundo.
Karla: No parece que haya espacio para nada más que la ira ahora mismo, ¿no? No creo que tenga que estar necesariamente en un lugar oscuro para escribir, muchas veces la inspiración viene de algo que he leído, y suelo leer ciencia ficción, distopías oscuras… En cualquier caso, en términos personales, para mí quizá sí que resulte más difícil escribir canciones cuando estoy plenamente feliz. No es exactamente mi estilo. Y, como te he dicho, es difícil no pensar mucho cuando estás de gira porque tienes mucho tiempo para pensar, así que terminas pensando mucho sobre cómo de jodido está el mundo, y eso evidentemente tiene un impacto en cómo escribes canciones.
Es un gran momento para las bandas irlandesas, pero además está coincidiendo con que prácticamente todas se están situando en primera línea en contra del genocidio de Israel en Palestina. ¿Qué pensáis vosotros sobre esto?
Zac: Creo que en Irlanda, al menos en torno a las bandas y artistas en los que estoy pensando, hay un gran respeto a la idea de autenticidad en la música. Pero va más allá de un sonido o una forma de sonar, va más allá de la propia música en sí. Esa autenticidad imprime también nuestras creencias sobre el mundo, la sociedad y la política. Además, Irlanda ha sido un país que tradicionalmente ha tenido solidaridad con Palestina, no es algo reciente: muchas de las personas, de los oficiales, y de las técnicas que usaron los ingleses cuando ostentaban el control de Irlanda fueron las que luego se destinaron y se replicaron en Palestina en torno a 1918-1920. Así que es una solidaridad podría decirse histórica. Y es imposible para nosotros quedarnos callados viendo lo que vemos diariamente. Llevamos viéndolo años, pero en los últimos ha llegado a un punto que es absolutamente insostenible. Es imposible callarse. No podría bajarme de un escenario sabiendo que no he dicho nada. Y no es un tema performativo, no es porque esa sea la forma en que queremos ser vistos. Es porque nos importa y porque nos preocupa. También lo hemos notado en países fuera de Irlanda, por toda Europa: la reacción del público en las salas cuando pedimos ruido por Palestina se ha hecho mucho más efusiva y acalorada en los últimos meses.
¿Y habéis experimentado rechazo?
Karla: Rechazo no, pero definitivamente sí ha habido un par de silencios incómodos, o alguna sala en Europa que se quedaba sensiblemente callada. Y no solo con el tema de Palestina, también con otras luchas a las que a mí me gusta apuntar, como los derechos de las personas trans, y que a veces por desgracia despiertan reacciones parecidas. Es una mierda, pero más razón para seguir haciéndolo.
¿Qué podemos hacer nosotros como ciudadanos frente al preocupante avance de las derechas radicales en Europa ahora mismo?
Karla: Salir a la calle, vivir experiencias y tratar de desarrollar nuestra empatía, ver las cosas desde muchas perspectivas posibles y diferentes. Comprobar toda la información y las noticias que leemos antes de darlas por completamente válidas. Y buscar más allá de las fuentes de información que están normalmente en tu radar. Vivimos en un mundo increíblemente difícil ahora mismo: hay más problemas de salud mental que nunca; las tasas de suicidio, especialmente juvenil, son altísimas; la vivienda es prácticamente inaccesible y los precios no paran de subir mientras los sueldos se estancan. Pero no es culpa de los que tienen menos que tú. No son ellos los que te están robando lo poco que te queda a ti. Es de los gobiernos que hacen políticas para fomentar que los que más tienen tengan más y puedan quitar aún más a los que tienen menos.
¿Y qué debería hacer la música en este sentido? ¿Cuál es su papel?
Karla: Nosotros como músicos solo podemos usar nuestra voz pública, la poca o mucha que tengamos, cuando tengamos oportunidad, para impulsar a la gente a que se interese por el arte y quizá abra su mente a otros pensamientos posibles. Creo que las artes son vitales, cruciales a la hora de mantenernos en contacto con nuestra humanidad y empatía, y de crear comunidad. Para mí las artes son lo único que quedará cuando sea el fin de todo esto. Cuando casi perdemos el mundo durante el COVID, la primera cosa hacia la que giramos fueron las artes y las humanidades: la poesía, la televisión, escribir, la música… las personas. Parecen ser las primeras cosas descartables, pero irónicamente luego son lo único que permanece, lo único que queda en pie cuando todo lo demás se ha destruido. ∎