Más allá del manido concepto de “la canción del verano”, esta estación del año es la que tiene una mayor conexión con el mundo de la música. El tiempo de asueto, postales bucólicas o romances efímeros son algunas de las excusas para buscar una melodía que dé un mayor significado a un momento del año que se aguarda con la expectativa de que algo mágico ocurra. Frente a la brevedad de una imprevista “Despechá” (Rosalía), la playa de “Eva María” (Fórmula V) o la evocadora “Sky & Sand” (Paul & Fritz Kaklbrenner), también emerge la posibilidad de descubrir en un larga duración un océano en el que bucear.
Son varios los discos que están históricamente ligados a estos meses, como “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (1967) de The Beatles en pleno apogeo del Verano del Amor, el “Cosmic Thing” (1989) de The B-52’s y su historia de superación que fue definitivo a finales de los ochenta o, más recientemente, el “In Colour” (2015) de Jamie xx, cuyas múltiples joyas adornaron los meses de más sol aquel año. Y lanzamientos recientes dan pistas sobre cómo pueden sonar las próximas semanas de este, desde el estimulante “The Year I Turned 21” de Ayra Starr al lúdico “I Hear You” de Peggy Gou.
Las sugerencias que vienen a continuación son las de algunos de los nombres más representativos del panorama musical nacional. Discos que marcaron un verano en sus vidas y que siguen teniendo repercusión hoy en día. Abarcan un amplio arco de géneros y edades, desde nombres emergentes a otros que ya son clásicos. Todos han dejado una indiscutible impronta. Una forma de ahondar en cada uno de ellos o, simplemente, de ponerle banda sonora al estío que acaba de comenzar con una heterogénea colección de álbumes.

El disco de un verano...
“Polvo de Battiato” (2021), de Ángel Stanich, en el verano de 2022.
¿Por qué marcó aquel verano?
Marcó profundamente mis días estivales en Prioro (León), donde me sentaba en el jardín de mis ya difuntos abuelos con una copa de orujo y dos rosquillas de nata reproduciéndolo una y otra vez sin pensar en nada más, analizando cada letra de Ángel y esa aventura que me recordaba a “Amanece, que no es poco” (José Luis Cuerda, 1988), desgranando cada armonía de Pescador (Víctor, guitarrista de Ángel Stanich) en la guitarra mientras tocaba encima con la mía.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
Lo tengo muy asociado a ese verano en el que todavía soñaba con tocar en Alcalá Norte. Mis plegarias fueron escuchadas por la virgen de Garabandal.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Hoy en día sigue siendo de mis discos cabecera y me recuerda también a Cantabria, lugar donde nacimos los dos (se refiere a Stanich y a él) y desde donde tuvimos que ir a Madrid en busca de una vida mejor. ∎

El disco de un verano…
Uno que se me ocurre así rápido y a bote pronto es uno de The Prodigy que se llama “Experience” (1992) y que es un disco que debe ser de principios de los noventa, pero que descubrí ya pasado el 2000, en 2002 o 2003. Ya había salido también el álbum importante de Prodigy. Yo conocía lo contemporáneo de ellos, pero caí en ese disco que no sabía ni que existía, ese CD, y resultó que iba muy acorde con todo lo que me empezaba a gustar a mí de la electrónica.
¿Por qué marcó aquel verano?
Estaba yendo bastante a fiestas libres, a raves. Iba también mucho por clubes. Empezaba a ir mucho a Valencia porque tenía amigos allí y estaba descubriendo todo lo que era la electrónica a la vez que mantenía un grupo de rock que tenía con mis amigos del instituto que había crecido un poco y que funcionaba un poquito y estábamos tocando.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
Íbamos a menudo en furgoneta o en mi coche y recuerdo poner ese LP que a mí me estaba marcando en ese momento, me estaba inspirando mucho, aunque no a la hora de hacer música porque yo era guitarrista y tocaba en aquel grupo, pero sí que era algo que me estaba llamando la atención y que me parecía totalmente rompedor aunque el disco ya tuviese diez años en aquel momento. Y recuerdo escucharlo de arriba abajo, una y otra vez, e intentar ponérselo a mis amigos los rockeros, que incluso se reían un poco de mí porque suena medio makinero y ellos no entendían absolutamente nada de por qué me gustaba a mí eso, que acabó siendo el camino que decidí tomar. Dejé la banda al poco tiempo y empecé a producir música electrónica. Y hasta ahora.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Tengo que decir que cada vez soy menos nostálgico y cada vez escucho menos música de la que me gustaba antiguamente. Y este es el caso, también. Siento que si le quitas el factor nostálgico a las cosas, si le quitas justamente lo que estamos hablando del momento que lo escuchaste y lo que significó para ti y lo escuchas como una canción normal, pierde mucho sentido. Porque creo que la música con el paso del tiempo se ha sofisticado mucho y se ha sublimado incluso; y siempre he sido defensor de que la música que se hace actualmente, en este preciso instante, es la mejor que se ha hecho en la historia. Y con esto me pasa un poco lo mismo, pero sí tengo que decir que me he puesto “Experience” y he tenido un flashback muy gordo a una rave en las cuevas de Godelleta, cerca de Valencia, donde había acabado una vez, y parece que me hubiese subido algo de lo que me tomé en aquella fiesta. ∎

El disco de un verano…
“The Sophtware Slump” (2000), de Grandaddy. Verano del 2000.
¿Por qué marcó aquel verano?
Recuerdo pasar ese verano dentro de El Fantasma de los Ojos Azules (un bar de Zaragoza), fumando cigarrillos de la risa y empezando a alejarme de lo que antes consideraba normal: familia, trabajo, preocupaciones y demás tops de la esclavitud.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
Lo tenía todo, el álbum era perfecto para salir a la estratosfera y dejarte llevar por la nada, una banda sonora que te abrazaba, muy algodonesca, canciones con espacio, mucha profundidad y aparentemente simples. Con el tiempo me he dado cuenta de lo difícil que es hacer un trabajo así.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Exactamente el mismo. Lo bueno no tiene caducidad, el bofetón me lo sigo llevando igual. Son joyas que duran y duran más que las Duracell. ∎

El disco de un verano…
El que tengo con un recuerdo más vívido es “The Empyrean” (2009), de John Frusciante, en el verano que cumplí 17 años.
¿Por qué marcó aquel verano?
Recuerdo el olor, la temperatura y la luz de cada uno de los momentos de ese verano, entre viajes por distintos pueblos de La Alcarria con algunos amigos más mayores. Fumando por primera vez lo que se supone que era DMT en la parte de atrás del coche de uno de ellos mientras sonaba “Before The Beginning”, sin parar de pensar en lo que sería de mí en los próximos años.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
Esa calma del verano adolescente, donde realmente puedes parar a ser tú mismo y a respirar. A experimentar y a ser emocional sin miedo a las represalias de la vida adulta. Todas las drogas que nos metimos por primera vez, que te evaden de pensar que en pocos meses volverás a la ansiedad de la monotonía y tener que elegir un falso futuro.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Cuando me encuentro nervioso intento volver a él y rescatar esa sensación de tranquilidad. Intentar sentir que no estoy encerrado en un piso de 45 metros cuadrados en el centro de una ciudad ruidosa, intentando ganarme la vida. Que estoy con mis amigos de toda la vida, sin pretensiones, prestando atención al horizonte marrón que se ve desde arriba del mirador del pueblo sin saber qué me espera, pero con todo por delante. Ahora mismo estoy escuchándolo para recordar, y me habéis hecho ponerme nostálgico. ∎

El disco de un verano…
Pues será “Rain Dogs” (1985), de Tom Waits, que marcó mi verano de 1999.
¿Por qué marcó aquel verano?
En junio de aquel año terminé mis estudios superiores de violín clásico y composición contemporánea. Y decidí que me quería dedicar a otro tipo de música que no fuera clásica. Ya conocía algo de la música de Tom Waits, pero aquel verano me adentré y hay un tema de este disco, “Clap Hands”, que me sigue pareciendo fascinante en todos los sentidos.
¿Qué tenía ese álbum que lo vinculara con tu experiencia personal?
Pues eso: que me dio alas a nivel conceptual. Era el lugar perfecto: un híbrido a caballo entre contemporáneo, blues e impro... Y tenía mucho expresionismo. Y, sobre todo, era un disco hiperpersonal.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
El sentimiento de surrealismo cataclísmico y la sensación de que todo irá bien a pesar de que la hecatombe esté a la vuelta de la esquina... ∎

El disco de un verano…
“Batiscafo Katiuscas”, de Antònia Font. El álbum es del 2006, por lo que yo debía tener 9 años. No recuerdo ese verano concretamente, pero sí que es un disco que acompañó varios veranos juveniles de mi vida.
¿Por qué marcó aquellos veranos?
Porque como mallorquina pienso que las letras de Antònia Font siempre han sabido describir la realidad visible e invisible de la isla. Las canciones hablan de las playas, los colores y las sensaciones del verano mallorquín, así que escuchar “Batiscafo Katiuscas” era vivir la mallorquinidad desde otro plano más.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
Este grupo, además, ha sido la banda sonora no solamente de mi juventud, sino de la de mi generación. Escucharlo se convertía en una sensación colectiva.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
La realidad de la isla ha cambiado tanto por culpa de la masificación turística que estas letras idílicas que describen el sueño mediterráneo se han quedado bastante desfasadas. Ahora nos sirven para recordar cómo era el verano mallorquín antes. De hecho, las canciones actuales de Antònia Font, lejos de describir Mallorca como una isla de calma y alegría, son canciones protesta contra la gestión turística del gobierno. ∎

El disco de un verano…
“Born To Die. The Paradise Edition” (2012), de Lana Del Rey. Verano de 2013.
¿Por qué marcó aquel verano?
Fue un acompañante de viaje hacia mi prueba de acceso en el Liceu. Mi beca y oportunidad de estudiar dependían de esa expedición que hice en agosto de 2013 hacia mis exámenes con tribunal desde mi campo de Pozoblanco a Barcelona, en busca de una oportunidad.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
Las pruebas me salieron fatal porque era la primera vez que me enfrenté a un tribunal… pero vieron algo en mí y entré en tercero de profesional. Después de ese verano, yo y mi beca nos fuimos a Barcelona con la despensa vacía y la barriguita llena de sueños. Algo salió bien de todo esto, y por eso estamos hablando hoy, tú –Rockdelux– y yo :)
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Sigue significando que no me rinda y que siga adelante, aunque a veces signifique remar a contracorriente. ∎

El disco de un verano…
“Buena Vista Social Club” (1997), de Buena Vista Social Club. Verano del 2011.
¿Por qué marcó aquel verano?
Estaba en un rastro en Bratislava y había una parada donde podías coger todos los CDs que quisieras. Había uno con este disco y otro con el documental de “Buena Vista Social Club” (Wim Wenders, 1999). Y el amigo con el que estaba me dijo que lo cogiera y que mirara ese documental y escuchara el álbum. Lo vi y a raíz de ahí les cogí mucho cariño a los músicos y empecé a escuchar este disco... Lo he escuchado muchas veces, sobre todo en los primeros años de la juventud.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
Es una música muy rica y con mil matices, y aun así es fácil de escuchar. Lo ponía muchas veces en una minicadena que tenía en casa. Lo asocio al sol que entraba por el balcón y a la jovialidad y caos de esos años. Del documental me impactó mucho la pureza y humildad con que los miembros de esta formación vivían la música. Despliega la máxima profundidad de una manera prosaica y llana, y eso de alguna forma se transmite en la música. Es algo que admiro y un ejemplo a seguir.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Sí, es uno de mis álbumes favoritos. Cuando lo escucho recuerdo esos años de juventud y me viene como una sensación extraña de nostalgia de Cuba aunque nunca he estado allí, pero la música consigue describir a la perfección el aura de Cuba en esa época, es difícil de explicar. “Veinte años” es, probablemente, mi canción favorita. La he escuchado y cantado muchas veces y ha estado presente en muchas épocas de mi vida, atesora muchos recuerdos. Por eso, ahora, casi nunca la escucho, me pone un poco triste (ríe). ∎

El disco de un verano…
“Ay Ay Ay” (2009), de Matías Aguayo, en el verano del 2015.
¿Por qué marcó aquel verano?
Porque fue un álbum que me acompañó en mi apertura y reconocimiento de la música electrónica para baile.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
El gran trabajo vocal que reside en él y de forma general la labor de Matías Aguayo.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Mi acercamiento a ese disco no es nostálgico, sino que sigo reconociendo su amplio y profundo potencial dentro del panorama de la música electrónica actual. ∎

El disco de un verano…
“The Sunseeker” (2022), de Tyler, The Creator, no es un álbum que se haya editado por un sello, sino la banda sonora del desfile que Louis Vuitton dedicó a Virgil Abloh en el invierno de 2022.
¿Por qué marcó aquel verano?
Recuerdo que estábamos empezando a girar y a tener festivales y solía escucharlo en los largos trayectos. Me teletransportaba a lugares y me hacía sentir cosas muy bonitas.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
Quizá porque está compuesto en mayor parte por una orquesta de cámara y me recordaba a una banda sonora de cine pero con tintes de hip hop y samples de baterías reventadas por Tyler. Además, es un artista al que admiro mogollón.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
De vez en cuando vuelvo a él, es verdad que con menor frecuencia porque lo quemé mucho… Aun así me recuerda a cuando empezamos a dar bolos, viajes por carretera conociendo lugares nuevos, y me amansa bastante. ∎

El disco de un verano…
“The Queen Is Dead” (1986). Había escuchado canciones sueltas de The Smiths en la radio y en una casete promocional de unos vaqueros. Este fue el primer disco que salió tras descubrirlos. Salió una en “Los 40 Principales”, incluso. Fuimos en bici al Pryca de El Puerto a comprarlo un amigo y yo. Era 1986, tenía 15 años. Mi amigo iba a Sevilla en unos días y me lo grabó en una cinta, porque yo no tenía plato. Me dijo al traérmelo que no iba a gustarme, que no era lo que yo esperaba. Y acertó, era mucho mejor.
¿Por qué marcó aquel verano?
Porque me encantó. Lo escuché 10.000 veces.
¿Qué tenía ese álbum que lo vinculara con tu experiencia personal?
No lo sé muy bien, yo era de francés y no entendía bien las letras. Pero puedo decir que aprendí inglés para entenderlo, y finalmente el disco decía lo que yo intuía que decía.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Exactamente el mismo que entonces. Es un diamante, no se ha desgastado nada en absoluto. ∎

El disco de un verano…
A pesar de que es difícil escoger uno solo, ya que son muchos y no creo en eso de disco favorito porque depende del estado de ánimo, voy a escoger el “Halber Mensch” (1985), de Einstürzende Neubauten. Fue el verano de 2004, en plena eclosión musical de Triángulo de Amor Bizarro, y fue la banda sonora mientras construimos el Taller Electrónico, nuestro local de la época en A Coruña, con material robado de obras y muchos perfiles de estantería a modo de paredes.
¿Por qué marcó aquel verano?
Fue una epifanía tras miles de tornillos apretados que provocó la aparición del espíritu del grupo que, espero, se mantiene hasta hoy. Fue la banda sonora de un verano que creó la amistad que dio vida a la banda. Ese momento de revelación se completó meses después cuando fuimos todos los del Taller a verlos a Gijón, un concierto que nos marcó y nos unió para siempre.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con vuestra experiencia personal?
Ser algo totalmente distinto a lo que había escuchado, y hecho de forma completamente diferente. Nos forzó a intentar buscar nuestro propio camino. Hasta entonces había escuchado bastante música industrial, pero más de la rama americana, que es más agresiva y adolescente, más pop. Y Einstürzende Neubauten conectó conmigo de forma más cercana, provocó otras sensaciones y me hizo acercarme a otro tipo de músicas menos pop-rock pero igualmente emotivas, con origen fuera del ámbito anglosajón, que era lo predominante entonces, más vinculadas a las vanguardias europeas, algo así como una rama paralela a la que siempre nos hemos agarrado.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Sigue siendo un álbum tan fascinante como cuando lo descubrimos, con el añadido de que despierta la nostalgia de aquellos días en los que no temíamos a nada. Sigue siendo una fuente fundamental para nosotros y un disco (y banda) importantísimo en mi vida. ∎
Ana Arsuaga es uno de los fenómenos más reconfortantes dentro de los sonidos de vanguardia recientes. Capaz de fusionar tradición y experimentación, electrónica y pinceladas kraut, la libertad es la seña de identidad de la compositora tolosarra, conocida en lo artístico como Verde Prato. Con canciones que van desde la abrumadora belleza y el virtuosismo vocal de “Niña soñando” hasta el reguetón minimalista de “Su pelo”, su último proyecto es el EP “Erromantizismoa” (2024), en el que se ha asociado con Bronquio, un productor siempre implicado en abrir nuevas sendas en el universo musical. El verano de Verde Prato tiene que ver con ilustrar el estado de ánimo en una estación que siempre puede asociarse a Brasil.

El disco de un verano…
“Sonhos e memórias 1941 . 1972” (1972), de Erasmo Carlos. El verano de 2019, quizá, pero realmente lo escucho en algún momento desde entonces y en verano. Ese verano estaba en Bilbao, no estaba en mi mejor momento anímico y me hacía un poco feliz escucharlo, como si me llevara a un lugar en el que me apetecía estar que no estaba en mi presente.
¿Por qué marcó aquel verano?
Lo escuché mucho, porque el álbum lo descubrí ese verano, y me venían imágenes de un estado de ánimo particular que relaciono con el verano ideal, que a veces poco tiene que ver con el estado real del tuyo, quizá; el olor a mar, la tranquilidad, el sol, la playa, un ritmo de vida tranquilo, el hedonismo...
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con tu experiencia personal?
La vinculación es anímica, me transportaba a un lugar que relaciono con el que muchas veces me lleva a crear, o intento que me lleve; a cierta paz, a cierto placer vital… Me parecía muy placentero escucharlo y me daba alegría.
¿Qué sentimiento o significado te aporta a día de hoy?
Sigue transmitiéndome esas emociones, que me hacen conectar con esa parte mía en la que me siento así. Me sigue gustando mucho el disco. ∎

El disco de un verano…
El “EP II” (2015), de Sheer Mag, en verano de 2017.
¿Por qué marcó aquel verano?
Fue el año más loco de Viva Belgrado a nivel de conciertos. En 2017 hicimos Rusia, Japón, una gira de tres semanas por Europa en primavera, otra de dos semanas de nuevo por Europa en verano y una a nivel estatal en otoño. Escuchamos muchísimo ese EP en la furgoneta, especialmente en la gira de verano. Instauramos la tradición de ponerlo siempre cuando estábamos entrando en cada ciudad. El primer corte, “Fan The Flames”, nos da muchísimo buen rollo y energía, así que nos bajábamos de la furgo a descargar con la motivación a 200%.
¿Qué tenía ese disco que lo vinculara con vuestra experiencia personal?
Es un grupo que se puso muy de moda durante esa época, recuerdo verlos en el Primavera Sound el año anterior tocando en el mismo escenario que lo hicimos nosotros. Creo que toda la escena estábamos flipadísimos con los dos EPs que habían sacado, se veían muchas camis suyas por nuestros conciertos en Europa. Así que no es tanto un vínculo a nivel de letras o concepto, sino de compartirlo y disfrutarlo a nivel colectivo.
¿Qué sentimiento o significado os aporta a día de hoy?
Cuando vuelvo a escuchar el EP me transporto a 2017 y a estar viajando de forma inconsciente con mis amigos en la furgoneta, el verano en Europa, el New Noise Fest, etc. Me sigue dando mucha energía y todavía lo solemos poner en la furgo. ∎