El contexto quizá engaña. Con otras artistas como Rosalía (“Motomami”), FKA twigs (“EUSEXUA”) o Judeline (“Bodhiria”) inventándose no-palabras en torno a las que articular conceptualmente sus discos más recientes, Tyler, The Creator puede parecer un oportunista sacándose ahora de la manga el universo “CHROMAKOPIA”. Pero lo cierto es que el californiano, tan director creativo como artista, dueño de una marca de ropa prácticamente desde los inicios de su carrera, un creator total al fin y al cabo, siempre se ha preocupado de que su música también pueda plasmarse en una presentación con diapositivas. Esta obsesión por el relato, que deriva en que gran parte de su trayectoria pueda dividirse en algo parecido a eras, lo acerca definitivamente más a un molde de artista pop que al arquetipo de rapero.
En realidad, más allá de lo visual, el concepto principal de “CHROMAKOPIA” termina siendo un concepto prácticamente predeterminado en la industria musical. Casi un comodín. Y es que, por encima de cualquier otra cosa, este es otro-disco-de-madurez. “Sistema nervioso agitado, desde mucho antes de los 19”, rapea Tyler en “Noid”, el primer single oficial del álbum, con la perspectiva que le dan sus 33 años. Y aunque uno nunca sabe si tomarse demasiado en serio su discurso porque el tono general del álbum raya la broma autoconsciente, parece que la edad no ha calmado su inquietud. Más bien al contrario. “Estoy engordando, preferiría descansar, pensar en hijos me da estrés”, confiesa en la acústica “Tomorrow”. Antes de ser padre, debería intentar solucionar algunas cuestiones como hijo: la voz de su madre, Bonita Smith, es lo primero que escuchamos en un álbum donde sobrevuela la figura de su padre ausente (“mamá, estoy persiguiendo un fantasma, no sé quién es”, canta en “Like Him” con aires blue eyed soul).
Si en su anterior trabajo parecía tender una mano a quien la necesitara desde el título, “CALL ME IF YOU GET LOST” (2021), aquí ya tiene bastante con gestionar sus propios desvelos, que por otra parte también lo aproximan más a un molde de artista pop que al arquetipo de rapero. El precio de la fama atormenta a un Tyler que, a decir verdad, podría ser bastante más famoso si quisiera. Un pequeño detalle: como si pretendiera esquivar los caminos marcados por la industria, lanzó “CHROMAKOPIA” un lunes. También esquiva algunos invitados centelleantes (no están A$AP Rocky ni, por supuesto, su amigo Frank Ocean) o incluso los oculta (las apariciones de Childish Gambino, Playboi Carti y Solange no se reflejan explícitamente en el tracklist).
Todos estos chispazos de extravagancia le bastan para ser una de las personalidades más estimulantes del mainstream norteamericano actual (¡con diferencia!), un espíritu libre capaz de encabezar Coachella, aunque no son suficientes para que entregue su mejor versión. O no, desde luego, su versión más sorprendente, porque “CHROMAKOPIA” arrastra cierta sensación de déjà vu, por mucho que en la citada “Tomorrow” recalque que “esa versión de T que conocías era un recuerdo”.
En lo estrictamente musical, al menos, esta es una versión de Tyler totalmente conocida. La redundancia quizá sea algo inevitable tratándose de un artista que ya ha alcanzado los ocho discos haciendo equilibrios entre la fantasía y el horror, pero, por ejemplo, “Rah Tah Tah”, “Sticky” o “Thought I Was Dead” resuenan como sacados de “Cherry Bomb” (2015), un trabajo que está a punto de cumplir una década. En cuanto solucione su crisis vital de los treinta y pico, podrá empezar a abordar una crisis artística que ya asoma en “CHROMAKOPIA”. ∎