a nota de prensa afirma que “That’s The Price Of Loving Me” (Carpark, 2025) es su cuarto álbum en solitario, pero “Emancipated Hearts” (Double Feature, 2013), supuestamente el primero de ellos, fue un EP de seis canciones. Además de Wareham y Britta Phillips, su esposa-baluarte –durante la entrevista abre la posibilidad de que haya un nuevo disco de Dean & Britta este año–, hay al menos otro denominador común de calado en su nuevo trabajo: el productor Kramer –pronunciado ‘kreɪmɝr–, que volvió a casa antes de Navidad, concretamente, en mayo de 2024.
Dean y Britta viven ahora en Echo Park, un distrito residencial próximo al centro de Los Ángeles, antiguo barrio de Steve McQueen, Jackson Pollock, John Huston, Jackson Browne, Frank Zappa o Elliott Smith. La zona no se vio afectada por los incendios que asolaron la ciudad el pasado mes de enero y sospecho que lo hago fatal porque al final de la sesión convenida de Zoom –de 40 minutos– me quedo sin tiempo para preguntarle por el asunto a este rebelde sin causa de pelo selvático, canas de 61 años, aspecto pulcro –probablemente recién levantado: las seis de la tarde en Alicante son las nueve de la mañana allí– y algo resfriado. Lleva un polo de manga larga a rayas horizontales anchas, verdes y negras, el cuello levantado –¡como siempre!– y se muestra sonriente, humilde, cariñoso, sin parar de moverse y de girar lateralmente la cabeza para encontrar las respuestas. También sostiene un lápiz con el que toma nota de las referencias que van surgiendo durante la conversación, gesto que define la curiosidad infatigable de este cazador de mariposas aunque estén mal pronunciadas. Al fondo se distingue una estantería empotrada llena de libros y una guitarra eléctrica sobre la pared junto al póster de “Faustrecht der Freiheit” (“La ley del más fuerte”, 1975), una película del director alemán Rainer Werner Fassbinder sobre las relaciones de poder erótico-financieras de una pareja homosexual.
Buenos días, Dean. ¿Qué tal estás?
Muy bien, hace un día agradable en Los Ángeles, porque está lloviendo. No sé qué tiempo hay en Alicante en invierno... He estado allí un par de veces.
Recuerdo una actuación de Luna en la sala Camelot de Santa Pola a finales de los años noventa...
Me acuerdo de ella, era un sitio curioso. ¡Parecía un castillo!
Por allí pasaban muchas bandas, pero hablemos del presente: creo que “That’s The Price Of Loving Me” es tu mejor disco en solitario…
Britta piensa lo mismo... No sabría decirte, aún me siento demasiado cerca de él, solo son ocho meses desde que lo hicimos. No puedo escuchar mis discos con claridad hasta que pasan al menos dos años. Necesito alejarme un poco de ellos... Hoy en día, lo normal es recibir mezclas previas todo el tiempo. Y es peligroso porque, como te acabas atando a ellas, te puedes eternizar haciendo cambios… Pero esta vez no ha habido saturación: después de seis días de grabación solo tuvimos que esperar excitados a que Kramer nos enviara las mezclas desde su casa de Asheville, en Carolina del Norte.
¿Cómo surgió tu nueva colaboración con él?
Siempre hemos hablado mucho sobre ello. Hace un par de años murió un amigo mío muy cercano y llegué a la conclusión de que no estamos aquí para siempre, que lo mejor es hacer las cosas en lugar de hablar sobre ellas. Él insistía en que era una locura no haber hecho nada juntos desde Galaxie 500 y puede que tuviese razón.
Casi siempre sueles trabajar con un productor externo…
Es verdad… Britta es la “productora” del material que hacemos en casa, ya que maneja el software mucho mejor que yo. No soy uno de esos tipos geniales con la informática, ya sabes, Pro Tools, Logic Pro, todo eso… Así que procuro rodearme de gente inteligente, mejores músicos que yo, que escuchen las cosas de una forma distinta a la mía…
¿Cómo trabaja Kramer?
Voló hasta aquí para tomar el control de las sesiones sin escuchar las maquetas ni nada, aunque intenté enviárselas. Tiene la capacidad de escuchar un tema, trazarlo rápidamente en su cabeza y decir “vale, tenemos esto, pon un solo de guitarra aquí, una sola vez, ahora repítelo con la parte superior de traste, y ya está, a otra cosa”. Es diferente cada vez, pero otros te hacen repetir una toma veinte veces hasta que queda perfecto. A Kramer eso no le interesa nada y yo creo que tiene razón. Cuanto más te esfuerzas en alcanzar la perfección, más te alejas de algo interesante. Hay un viejo dicho: “Primera idea, mejor idea”.
También es un buen multinstrumentista…
Sí, esta vez tocó piano eléctrico, melotrón o el tiple, una especie de mandolina de ocho cuerdas; no, de diez. Quise que dispusiese de mucho espacio en las canciones… Un amigo iba a tocar la guitarra en el disco pero Kramer dijo que no, insistió en que yo las tocara todas, y no fue una mala idea.
Es tu segundo disco para Carpark después de “A Peace Of Us”, junto a Britta y Sonic Boom, que salió en 2024. ¿Estás a gusto?
Sí, es un sello pequeño pero me siento muy bien en Carpark. He tenido mi propia discográfica durante diez años, Double Feature, que aún existe, pero el negocio de la música cambia continuamente, requiere de mucha atención, los requisitos son diferentes según trates con operadoras de streaming, distribuidoras físicas… Necesitas estar al día para atender los asuntos. Digamos que tengo mucho que hacer y me he cansado de dedicar mi tiempo a enviar 400 LPs por correo...
Otro cambio fue la disolución de Luna como proyecto principal para trabajar por tu cuenta o en colaboraciones esporádicas…
Con Luna todavía hacemos algún bolo, el año pasado tocamos seis veces. Es muy divertido, creo que somos muy buenos en directo, pero cuando llegas a cierta edad no quieres organizar tu vida alrededor de una banda, ya sabes, esa especie de comuna donde tienes que estar votando todo el tiempo…
Siempre me han llamado la atención las versiones que eliges. Esta vez cantas en alemán un tema que interpretó Nico, “Reich der Träume”.
Es una canción muy oscura que solo pude encontrar en YouTube. Es de un disco de Lutz Ulbrich titulado “Lüül”.
En los años setenta, Nico recitó “Ulalume”, un texto de Poe, para un tema de Neuronium, “Vuelo químico” (Wareham pide que se lo deletree). En el disco haces una segunda versión, “Dear Betty Baby”, de Mayo Thompson, de The Red Krayola. ¿Cómo las eliges?
Mayo vive en Los Ángeles, aunque aún no lo he visto personalmente. Dio un concierto por aquí hace poco y tocó “Dear Betty Baby”, es una canción muy buena. Está en su primer LP, “Corky’s Debt To His Father”. No lo sé, simplemente tomo asiento y compruebo si un tema que me gusta funciona con mi voz, poco más…
El álbum empieza con “You Were The Ones I Had To Betray”. ¿Estabas pensando en Galaxie 500?
No creo que ellos sean las únicas personas a las que haya podido traicionar (ríe). La mayoría de nosotros traicionamos a alguien en algún momento de nuestras vidas y la canción va sobre esas personas cercanas, amigos, amantes… Ser amigo de alguien siempre implica correr un riesgo calculado. Y amar a alguien se supone que enseña a comportarse mejor, pero…
… la gente siempre acaba decepcionándote (le interrumpo, shit!)...
Sí, supongo que sí…
Pienso en “Present Tense”, de Sagittarius.
Estaba escuchando “Whichi Tai To”, de Harpers Bizarre, ¿los conoces?
Me suena que Louis Philippe la versionó en su día (después compruebo que fue en su álbum “Delta Kiss” de 1993).
Parece un instrumental, pero en realidad está cantada en una lengua desconocida. Empecé a jugar con los acordes y cuando el chelista, Gabe Noel, vino al estudio, acabó de transformarse en otra cosa.
Otra clave es Norma Tanega. Usas un par de líneas de “Jubilation”, una pieza de “Walkin’ My Cat Named Dog”…
Sí, veo que te has dado cuenta… Espero que no vengan ahora por mí (se ríe). “The Mystery Guest” va sobre un amigo, Kiko, nuestro tour manager y conductor, que murió hace dos años, demasiado joven... En la última gira no paraba de poner esa canción, va sobre enamorarse. Kiko era un italiano genial, muy gracioso, siempre andaba desconsolado diciendo que buscaba el amor. Por eso coloqué ese puente que comentas…
“We’re Not Finished Yet” es una canción de amor a una guitarra…
(Ríe). Leí un poema francés sobre un tipo que pulía un pequeño mueble y pensé que podría escribir una canción sobre arreglar una guitarra antigua que me había comprado, una Gibson ES-335. Si no sabes de qué trata, parece una canción de amor, o más vagamente un poema erótico –“I waxed you, I rubbed you...”–, pero también como una nana por el ritmo de vals.
Musicalmente recuerda un poco al último Tom Verlaine. ¿Qué recuerdas de tu experiencia en “Penthouse”, el tercer álbum de Luna, en el que él colaboró?
Fue muy emocionante. Tocó dos solos de guitarra en aquel disco. Simplemente se sentó, sin pedales ni nada, cogió su Jazzmaster, trasteó el volumen del amplificador y empezó a producir aquellas extrañas erupciones de sonido tan reconocibles con sus dedos. Habrás oído hablar de Albert Ayler… Tom afrontaba la canción casi como si estuviese tocando el saxofón o algo parecido. Britta y yo hicimos una gira con él en la época de nuestro álbum sobre Warhol. Era muy fácil llevarse bien con Tom, aunque era muy tímido y no dejaba que se le acercase gente extraña (Dean lo dice divertido y con cariño).
También era un lector empedernido, como tú.
Y un gran coleccionista. Un amigo ha visto sus consignas. Tenía dos en Manhattan y cuatro en Brooklyn, 25 metros cuadrados cada una, llenas de libros, revistas, discos, amplificadores y ¡600 válvulas de vacío! También las coleccionaba…
El disco avanza a “Bourgeois Manqué”, mi tema favorito… ¿Estabas pensando en Sándor Márai? (saca el lápiz).
La frase viene de una novela de Thomas Mann, “Tonio Kröger”, sobre un escritor que vuelve a su pueblo pero nadie lo reconoce y lo quieren arrestar. Los amigos dicen que es un bourgeois manqué, mitad artista, mitad burgués. Él no se siente cómodo en ninguna de ellas. “Manqué“ quiere decir “incompleto”, “insatisfecho”. Como un poeta frustrado, válido, pero que no ha logrado hacer nada relevante.
Un poco el síndrome del impostor. ¿Te sientes tú así?
(Vuelve a reír). Soy un responsable imprudente, si quieres… También es mi canción favorita del disco. Lo curioso es que cuando le enseñé la maqueta a Britta era ya tarde, estaba cansado y encontraba el tema un poco lento, perezoso. Pero a veces las cosas empiezan a sonar genial en el estudio y Kramer me pidió que hiciese la guitarra principal con la acústica. Entonces empecé a tocar demasiadas notas y me dijo que las redujera, que tocara ¡como Willie Nelson! Fue como un truco de magia.
Es hipnótica...
Cierto, tiene ese toque repetitivo. Al principio era más larga y tuvimos que acortarla un poco… Pero estoy muy contento con ese tema. Y es verdad, puede que me esté insultando un poco a mí mismo con la letra. Cuando era más joven consideraba la idea de convertirme en un revolucionario, pero ahora me alegro de no haberlo hecho (ríe).
¿Tiene eso algo que ver con “Yesterday’s Hero”?
Algunas personas son odiadas en vida, por ejemplo, Luther King o Rosa Luxemburgo o Marx, pero en cuanto no suponen una amenaza desde sus tumbas, se convierten en héroes. Es una canción antimilitarista... También estaba pensando en Joe Biden, pero no como héroe, sino cuando digo eso de “all your leaders have no hair” (sonríe travieso)… Musicalmente es algo complicada, ya ni me acuerdo de lo que hice en el estudio, por eso me recuerda a Serge Gainsbourg o The Beach Boys.
¿Colaboraréis de nuevo Kramer y tú?
Nunca se sabe. Es curioso, haces un disco, te sientes orgulloso de él y una voz en tu cabeza dice “tienes que hacer esto otra vez”. Hasta que un día la misma voz se echa atrás. Cuando Philip Roth decidió dejar de escribir novelas, confesó que fue el mejor día de su vida. Ya no tenía que levantarse a las seis de la mañana para escribir ni leer más ficción.
Josep Pla, a quien le gustaba épater le bourgeois versión payesa, decía que leer novelas a los 40 era una bobada (deletreo “j-o-s-e-p p-l-a” y le recomiendo “El cuaderno gris”). Siempre has escrito sobre temáticas serias con un punto de melancolía que las hace más llevaderas. Sucede con el último tema, “The Cloud Is Coming”.
Es importante ser capaz de escribir sobre algo serio sin resultar demasiado introspectivo, oscuro o taciturno. Es sano hacer un poco de humor con la oscuridad… Esa canción la escribí para la película “White Noise”, de Noah Baumbach (Dean interpreta un papel de cantante de campamento boy scouts). Trata sobre un vertido tóxico que se cierne sobre la gente, pero también podría referirse a los incendios…
Sin mencionar a Trump.
Él también es una nube tóxica… De aurora boreal, pero de otro tipo, es todo lo que vemos diariamente. Es agotador levantarse cada día y pensar “¡qué mierda estará pasando hoy!”. ∎

El proverbio “primera idea, mejor idea” se cumple en esta época iniciática junto a Damon Krukowski y Naomi Yang. Wareham usaría muchas de las plasmadas en Galaxie 500 –escuchen “New World Julie”, de su nuevo disco–. Hace tres años recuperó íntegramente su mejor trabajo galáctico en vivo. De aquellas sesiones también salieron tomas de “Ceremony” (New Order) y “Victory Garden” (Mayo Thompson).

Primer disco destinado por entero a las versiones. Hubo otros como “A Sentimental Education” (2017) de Luna o “Dean Wareham & Cheval Sombre” (Double Feature, 2018). Claudia Silver, la primera mujer de Dean, canta temas de Lee Hazlewood, Martin Rev, Minnie Riperton, “Greyhound Goin’ Somewhere” popularizada por Bobbie Gentry, dos de la peli “Nashville” (Robert Altman, 1975) o “I’m Not Saying” de Gordon Lightfoot (que Nico también incluyó en su primer álbum). Lo-fi erudito y adorable.

Los Luna de “Penthouse” se encontraban, como suele decirse, en la cima de sus poderes. Su tercer álbum contó con Tom Verlaine, de Television, en los cortes “Moon Palace” y “23 Minutes In Brussels”. Wareham cuenta que, años más tarde, Verlaine ya no se acordaba de la colaboración. Pero fue un momento crucial en la historia de una banda que sabía honrar a sus raíces sin perder un ápice de originalidad.

Dean & Britta dedicaron un álbum a trece de los 150 screen tests que rodó Andy Warhol. Sintetiza uno de los rasgos claves en la estética del artista: el mundo de la Factory. Sonic Boom y otros colaboraron con el dúo en este encargo del museo Warhol de Pittsburgh que contiene temas propios, ajenos y un raro as de la Velvet Underground, “I’m Not A Young Man Anymore”, que sirvió para sonorizar el test de Lou Reed.

Si los últimos años ochenta fueron de Galaxie 500, los noventa de Luna y los 2000 de Dean & Britta, durante los pasados quince ha predominado Dean en solitario. Reincorporar a Kramer en la ecuación ha supuesto cerrar un círculo que quedó abierto tras la disolución de su primera banda. Quizá lo necesitara para coger aire fresco, releer la vida bajo una nueva calma a pesar de las giras y entregar el mejor disco con su apellido. ∎