Todo ese diálogo es fundamental para ellos, y la razón por la que prefieren comunicarse en el lenguaje del rock, con una formación de quinteto e instrumentos normativos. Podría decirse que los conecta con algo físico, y desde ahí desbloquean todo un mundo paralelo onírico que es el que les parece verdaderamente interesante y revelador. “Todos los pianos, por ejemplo, están tocados con un piano de cola en una sala grande porque era bastante importante para la banda que Patricia tocase el piano, porque es su instrumento, ya que ella realmente empezó tocando el piano. Ha sido muy bonito poder hacerlo así”, recuerda Diego sobre un proceso en el que el cariño ha sido ingrediente principal. “Y todas las baterías están tocadas por Carmona. Tenemos las herramientas para producir cualquier sonido de batería que queramos, tenemos cajas de ritmos, samplers… y tenemos el conocimiento para usarlo todo. Pero buscábamos esa organicidad en general en todos los temas”.
Luego, eso sí, llegan las excepciones –“5AM”, por ejemplo, que tiene “esa estética más witch house, y hemos usado una caja de ritmos, una 909, para darle esa estética y su connotación de club”– y capas y capas de samples que parecen difuminarlo todo y, al mismo tiempo, conectarlo en una misma nebulosa. “El impacto que provoca ‘Ruido blanco’ es más parecido al mundo de los sueños, pero está escrita desde un lugar en el que queríamos generar toda la ansiedad posible, hablando de lo que puede ser un día en la vida de una persona monótona y repetitiva”, explica Diego, tratando de desentrañar el lore que conecta algunos de los temas. “Todo eso contrasta con ‘La vida real’, que tiene exactamente la misma rueda de acordes y que precisamente aparece al final y al principio de ‘Ruido blanco’ en la forma de un ‘sample’ de teclado pero multiplicado por dos”.