Los Nastys y The Parrots (Diego y Alex). De izquierda a derecha: Gonzalo Rodrigo, Omar Montalvo, Fran Basilio, Diego García, Alex de Lucas, Luis Basilio y Carlotta Cosials (Hinds) en 2014. Foto: Sergio Albert
Los Nastys y The Parrots (Diego y Alex). De izquierda a derecha: Gonzalo Rodrigo, Omar Montalvo, Fran Basilio, Diego García, Alex de Lucas, Luis Basilio y Carlotta Cosials (Hinds) en 2014. Foto: Sergio Albert

Informe

¿Qué fue de la última explosión del rock’n’roll madrileño?

La efervescente escena garagera de Madrid elevó el underground malasañero hasta rozar el mainstream hace diez años, pero ¿se quedó en una moda intrascendente y pasajera o dejó huella? ¿Dónde están Los Nastys, The Parrots, las Hinds?

Hace unos pocos meses, Carolina Durante viajaron por primera vez a Estados Unidos para grabar una sesión con KEXP, la emisora más cool y trendy del hemisferio norte. Lo hicieron estupendamente y dieron una entrevista divertida, pero cuando la presentadora del programa les preguntó de dónde salía su sonido y cuáles eran sus “influencias musicales, conceptuales e ideológicas”, los madrileños dieron una respuesta un poquito envenenada que, curiosamente, pasó desapercibida por estos lares. “En el momento que nos juntamos no había muchas bandas en el underground de Madrid”, soltó a bocajarro el guitarrista Mario del Valle. Es más: aseguró que esa escena ya estaba “muerta” cuando nació su grupo. Lo cual resulta poderosamente llamativo porque estaba hablando de 2016, cuando aún surfeaban la cresta de la ola nombres de la ciudad como Los Nastys, The Parrots, Terrier, Los Wallas, Juventud Juché, Biznaga o, glups, la banda de la ex del cantante Diego Ibáñez, Hinds. En realidad no pareció haber desprecio en las palabras del músico, sino más bien despiste o lapsus de memoria. Pero ¿en serio? ¿Tan poca huella dejó la última gran explosión de rock’n’roll en Madrid?

De izquierda a derecha: Miguel Aparicio, Gio, Carlotta Cosials, Pablo Chocron y Miqui Brightside (puerta de la sala Wurlitzer Ballroom en 2012). Gio era amigo de todos ellos y camarero en La vía Láctea. Miguel Aparicio y Pablo Chocron eran parte de la web y promotora de conciertos Incalling. Miqui Brightside es DJ. Foto: Davit Ruiz
De izquierda a derecha: Miguel Aparicio, Gio, Carlotta Cosials, Pablo Chocron y Miqui Brightside (puerta de la sala Wurlitzer Ballroom en 2012). Gio era amigo de todos ellos y camarero en La vía Láctea. Miguel Aparicio y Pablo Chocron eran parte de la web y promotora de conciertos Incalling. Miqui Brightside es DJ. Foto: Davit Ruiz

Malasaña otra vez

Los amantes del guitarreo que no llegaron a vivir los años bárbaros de Malasaña a finales de los ochenta y principios de los noventa nunca habían sido testigos del nacimiento de una escena con todas las letras hasta que, a finales de la década de los cero, empezó a producirse un infeccioso de boca en boca que alzó a todos esos grupos antes mencionados a la condición de paladines de una nueva ola que rompía contra las calles de un barrio que había estado a punto de entrar en coma cultural.

Salir por allí un fin de semana se convirtió en garantía de fiesta garagera: siempre estaban unos y otros grupos actuando en esta sala o en la de más allá, compartían carteles, escenarios e incluso intercambiaban miembros con naturalidad. O se producían temas, videoclips o álbumes entre sí con la sana espontaneidad del do it yourself. Y además eran cercanos: era de lo más normal que sus fans se echaran unas yonkilatas con ellos en las plazas o que acabaran acoplándose a sus mañaneos en algún pisillo de la zona.

Aquello bullía y se sentía fraternidad. Claramente, estaba pasando algo. “Sí, era ese momento en el que estaba naciendo toda esta movida”, decía Luis Basilio, de Los Nastys, en una entrevista con ‘Mondo Sonoro’ del citado año 2016. “Al final la escena ha funcionado para todos, aunque de maneras diferentes”, continuaba el cantante y guitarrista. “Ahora mi máxima ambición es que hayamos servido de ejemplo para que las bandas nuevas vean que no hay que estar enfadado con las otras bandas. Que hay que apoyarse y que el ejemplo de Nastys, Parrots, Wallas, Hinds, Juventud Juché siga cundiendo”. Su compañera Luli –baterista, precisamente llegada de Los Wallas– añadía además que no necesitaban mucho más que lo que ya tenían para perdurar en el tiempo y consolidar la escena:“Dentro del estilo que hacemos, lo de Hinds, por ejemplo, es uno en un millón. Con esto es muy difícil ganarse la vida. Hay que sentirse a gusto con lo que estás haciendo y disfrutar de la posibilidad de viajar y conocer gente. Siendo realistas y honestos, el nivel al que hemos llegado nos motiva muchísimo para seguir”.

Juventud Juché, 2014. Foto: Alfredo Arias
Juventud Juché, 2014. Foto: Alfredo Arias

Anatomía de la bajona

Pero después de aquella entrevista, Los Nastys solo sacaron un disco más. Y después de la pandemia, poco se ha sabido de ellos. La energía se fue apagando de forma natural con el paso del tiempo al no caerles chorros de euros que regaran su ilusión con un poquito de estabilidad, pero se fueron con dignidad, sin lloriqueos ni conciertitos de despedida –igual que Los Wallas o Juventud Juché– y ahora Luis tiene otro proyecto musical –Sabor Venganza– con su novia Antía Van Weill, que a su vez ha dejado en pausa indefinida su grupo Bifannah.

Sus colegas The Parrots, que sí han durado más a pesar de haber sufrido alguna que otra crisis, habían seducido a mucho pollavieja con ese sonido deudor de los recopilatorios “Nuggets” entre Black Lips y Strange Boys. Pero también, y esto es lo que hizo escena, a mucho chavalín con ganas de hacer el gamberro con instrumentos. “Es una escena de puta madre, unos cuantos colegas que, cuando nadie les ha querido montar un concierto, se han ayudado haciendo de promotores. Nos hace mucha gracia que se hable de ‘escena’ porque lo único que vemos a nuestro alrededor es a colegas”, decía su cantante Diego García en otra entrevista en ‘Mondo Sonoro’ de 2016. “Pero básicamente eso es lo que es una escena, ¿no? Un grupo de personas con vínculos sonoros, pero, por encima de todo, afectivos”, le replicó sabiamente el entrevistador Luis J. Menéndez.

The Parrots en 2012.
The Parrots en 2012.

Expediente Hinds

Algunos de estos grupos acabaron colándose en macrofestivales, hicieron giras por Europa y América, llegaron a protagonizar reportajes de moda y tendencias. Y no olvidemos que de ese caldo de cultivo salió Hinds –llamadas Deers en sus orígenes–, que, durante más de un lustro, fue el grupo con mayor proyección mediática internacional de la música española reciente, hasta la llegada de Rosalía. ¿Lo recuerdan? Artículos en ‘Pitchfork’, ‘NME’, ‘Consequence Of Sound’, ‘Rolling Stone’, piropos de estrellas del indie anglosajón… Pero antes de que el suflé bajase por sí solo, la ola urbana tomó la delantera en un abrir y cerrar de ojos y la pandemia dio el golpe de gracia afectando de forma dramática a toda la escena, incluyendo el chispeante proyecto de Carlotta Cosials y Ana García Perrote. Cuando el mundo se paró, las pilló con disco recién estrenado. Su gira se truncó y poco después se supo que su bajista, Ade Martín, había emprendido un proyecto paralelo. Aquello hizo que empezase a oler a separación y, efectivamente, el verano pasado las fundadoras de la banda anunciaron, disculpándose por “no haber sido capaces de contarlo hasta ahora”, que tanto la bajista como la baterista Amber Grimbergen habían dejado el grupo en diciembre de 2022 porque para ellas ya no tenía “sentido” continuar en él. El otro nombre gordo de la movida, The Parrots, solo ha sacado un disco en los últimos siete años“Dos” (Heavenly, 2021)–, en el que acometieron un solvente proceso de sofisticación que sin embargo no terminó de funcionar del todo, ya que a día de hoy no están en su mejor momento de tirón a pesar de haber incluido una colaboración con C. Tangana que debía haberles dado un mayor empujón.

Nace Hinds (2014).
Nace Hinds (2014).
Quizá el guitarrista de Carolina Durante tuviese razón y todo empezase a irse al garete en ese 2016, en el que ya hubo alguna voz del movimiento que alertaba del fin de ciclo. “Los grupos de Madrid ya nos estamos cogiendo tirria”, aseguró entonces Juan Wallas en ‘Mondo Sonoro’. “En Madrid ya no estamos en aquella eclosión de 2011, estamos todos un poco más creciditos, e intentando salir de la familia endogámica de Malasaña. Dentro de unos años veremos si todo se recuerda de alguna forma”, continuaba Juan en un discurso entre descreído y descarnado. “Hay otros grupos que… Te voy a ser sincero, que a nosotros ya ni nos miran (...) La escena malasañera se ha convertido en un instituto de telefilme yanqui, están las populares, los novios de las populares y los frikis. Pero los frikis somos los que más molan cuando pasan los años. Ahora estamos en el insti, pero todavía queda la carrera. Y ya veremos qué pasa ahí. ¿Que la gente nos encasilló en una escena porque compartíamos escenarios y colegas? Pues vale. Pero aquí paz y después gloria. Menos competición y más evolución”.

Ecos de una generación

Diez años después de aquella explosión, ¿qué ha quedado de su onda expansiva en la ciudad? ¿Fue solo una moda pasajera e intrascendente? ¿O su espíritu sigue vivo? Preguntamos a una banda madrileña con mucho que decir sobre esto, Camellos, que vieron el auge y caída de esta escena de cerca porque se juntaron en 2015 y algunos de sus miembros tocaban en otros grupos del circuito a comienzos de la década. “Entre 2010 y 2012 yo lo viví como una preparación para lo que vendría después, dice su cantante y guitarrista Fernando Naval. “Durante esos años íbamos a cantidad de conciertos de bandas nacionales que jamás llenaban, pero que tenían fans acérrimos y eran grupos de culto ya en la época. Desde Mujeres con su primer y segundo disco, Fiera, Coraje o Margarita, hasta Tigres Leones con su primer single como presentación de la discográfica que ahora se parece bastante poco a lo que era, Sonido Muchacho. Para mí explotó todo más tarde, en 2014, cuando los grupos de aquí empezaron a llenar las salas por sistema”.

Los Nastys en 2014.
Los Nastys en 2014.
Naval afirma que en ese momento comenzó a gestarse algo que, para él, tiene claras analogías con anteriores paradigmas musicales de la capital. “En una suerte de bolo de presentación de la Nueva Movida (como lo fue de la primera movida el concierto de la Escuela de Caminos), se celebró el festival de Teleco ‘Sangaree’, donde estaban casi todos los que abanderarían la movida garagera: Los Nastys, los más duros de todos, con sus colegas The Parrots y Hinds entre el público; The Bärds y Milk It, que posteriormente nos acabaríamos convirtiendo en Camellos, como representantes más sarcásticos de la movida; Los Wallas, que continuaron la parte más tradicional del sonido garage; My Expansive Awareness, del círculo de amigos de Los Bengala, como rescatadores del sonido más internacional; o los Dark Colours, que actualizaron el sonido de The Sonics y posteriormente participaron en varias bandas como Dinamita Brother”. Y en cuanto al legado que dejó el trabajo de toda esta gente, el camello no solo está “convencido de que tuvo repercusión y de que sigue vivo”, sino que además reivindica que “todos estos grupos siguen activos en el mundo de la música, como intérpretes, compositores, promotores, miembros de discográficas o todo eso a la vez; como en todas las épocas de la música, siendo fiel reflejo de la moda en Estados Unidos (Black Lips, Jay Reatard, Best Coast, Death Ghosts, Wavves…) pero demostrando una personalidad propia”. Además, Naval ha observado que “todo lo que tienen de cañero los grupos de guitarras de ahora se lo deben en gran medida a estos grupos que son los que pusieron el foco en devolver el rock al castellano en un tiempo en el que se cantaba únicamente en inglés (incluso las primeras bandas de esta nueva movida garagera, salvo las bandas de pop y cantautores); preparando, en mi opinión, el éxito para otros grupos de guitarras que han abrazado el sonido de estadio”. Dicho esto, concluye Naval que “incluso aquellos que ni han escuchado a los grupos de aquella escena se han beneficiado de su curro de años y años educando al público, a las salas y al país en general. Todas las bandas a las que hago referencia han pasado por salas de cien personas, metiendo muy poco público, y han vivido la evolución hasta llenarlas. Un recorrido de popularidad que ahora es más típico hacerlo deprisa, tanto en bandas de rock como en artistas urbanos. Y aunque la comparativa entre la música rock y urbana es difícil de hacer más allá del concepto del individualismo, artistas urbanos con 300.000 oyentes mensuales en Spotify se las ven y se las desean para llenar una sala, cuando grupos de rock con 10.000 oyentes mensuales las revientan. La huella permanece más clara que nunca, y aquellos que atribuyan la situación actual a méritos individuales creo que no deben tener una imagen con demasiada perspectiva o pecan de excesiva soberbia, cosa que tampoco me sorprendería, ya que es algo que el mundo de la música siempre ha alimentado. No obstante, se necesitan héroes. No en vano, The Clash se llamaban así mismos ‘la única banda que importa’ mientras todo el público aplaudía”.

Biznaga, 2017. Foto: Alfredo Arias
Biznaga, 2017. Foto: Alfredo Arias
El cuarteto Biznaga, uno de los grupos formados en aquel tiempo y espacio que mejor ha conseguido mantener el tipo tras el cambio de ciclo en la industria, también puede aportar una visión interesante por su carácter outsider, ya que que nació algo más tarde y siempre estuvo bastante al margen de la escena más puramente garagera. “En esos años hubo una cierta eclosión de bandas de géneros diversos, pero si te refieres exclusivamente a la ‘onda garagera madrileña’, mi perspectiva, que es la de alguien que formó una banda en ese tiempo pero no participó de esa afinidad sonora ni esa relación emocional, es que esa ¿escena?, que sucedió de manera paralela a nuestros primeros pasos y con la que coincidimos en sitios o incluso compartimos escenario en más de una ocasión, empezó como una tendencia que vino de fuera (como casi siempre) y que pusieron de moda grupos como Black Lips y sellos como In The Red, Goner, Slovenly o, sobre todo, y aquí creo que está la clave, Burger Records”, señala su bajista y cantante Jorge Navarro, que aporta otra disertación crítica: “Cuando empieza el rollo garage aquí, como tendencia mimética, ya lleva al menos un lustro funcionando en Estados Unidos. Creo que esa es una de las razones por las que duró tan poco, que si lo piensas no está mal para un refrito de un refrito. El punk rock como tal, y salvando mucho las distancias, duró poco más de un año antes de la diáspora de grupos y estilos aglutinados por el prefijo ‘post’. Quiero decir que, en el momento que eso dejó de funcionar estética y mediáticamente allí, empezó el declive de lo otro aquí. Quedará algo de aquello en la medida en la que las personas que participaran de eso tengan otros proyectos musicales, aunque ahora se hayan reciclado o reformulado en otras cosas que funcionen más o menos. En cualquier caso, en este momento hay grupos de guitarras a patadas, algunos de ellos integrados por gente muy joven y de estilos diversos, lo cual creo que es positivo”.

Largos barbechos

En realidad, ninguna de las bandas mentadas en este reportaje está oficialmente disuelta, así que las que están en barbecho podrían sorprender cualquier día con un regreso. Y a pesar de haber sufrido bajas y cambios de formación, las que sobreviven están empezando a ver luz al final del túnel tras superar una etapa de dudas existenciales, y han decidido que no van a bajar los brazos aunque sepan que ya nada será como antes. Es el caso de las Hinds, que ya tienen dos nuevas integrantes con las que han dado varios conciertos y, por mucho que hayan entrado en la treintena, conservan el entusiasmo pizpireto que las llevó a protagonizar portadas en revistas extranjeras y en los suplementos semanales nacionales de mayor tirada.

Carlotta Cossials y Ana García Perrote: Hinds ahora.
Carlotta Cossials y Ana García Perrote: Hinds ahora.

“Han sido unos años tan duros tras el COVID, estábamos todas tan bajitas de ánimos (y de dinero) que, la verdad, no me extraña que Amber y Ade dejaran el grupo. Ana también dice que 2022 fue el peor año de su vida…”, confiesa la cantante y guitarrista Carlotta Cosials. “Es que la pandemia nos ha dejado muchas más secuelas de las que queríamos. A nivel económico, secuelas de miedo, de desconfianza del futuro, pérdida de esperanza… Si pierdes la ilusión en la música no hay nada que hacer. Pero, fíjate, fue a raíz de sentirnos tan en el hoyo, sin discográfica, sin ‘management’, sin bajista ni batería y sin álbum terminado, cuando nos miramos Ana y yo a los ojos y le dije: ‘Continuamos, ¿verdad? ¿A por todas?’. Y me contestó: ‘¿Estás loca? Por supuesto’. Y nos arremangamos y nos pusimos a remar que no veas. Empezamos a quedar a diario sin excepción y comenzaron a salir canciones que nos dieron mogollón de fuerza y confianza, y volvió esa ilusión de cuando comenzamos la banda. Tras no sé cuántas reuniones encontramos un ‘management’ internacional, y juntos conseguimos un contrato discográfico y conectamos con un productor maravilloso, Pete Robertson. Se nos ocurrió una idea estupenda y baratísima para la grabación del álbum y… bueno, poco a poco. Aún no, eh, pero siento que estamos a punto de volver a sacar la cabeza y respirar. Estamos en una callejuela romana oscura y sucia con ratillas, pero a la vuelta de la esquina te prometo que, aunque aún no lo veamos, hay una gran plaza soleada con el Coliseo en el centro. Y con que el Coliseo se parezca a 2019 nos vale”.

Sobre la pregunta que enuncia el título de este reportaje, Cosials lamenta que “es una pena que la mayoría de grupos de aquel par de años dorados se hayan quedado por el camino”. Pero tal como señalaba Fernando Naval, la cantante y guitarrista recuerda que “el grupo quizá muere, pero la persona siempre se acaba dedicando a la música de un modo u otro, ya sea trabajando en discográficas, en la radio, pinchando como DJ…”. Sobre si aquella escena dejó huella en el Madrid de hoy, Carlotta contesta con un enigmático “no sé qué decirte” y remite a lo que atesoró en primera persona: “Sí que sé y confirmo que las Hinds existimos gracias a que Los Nastys y los Parrots existieron. Ellos nos llevaban varios años de experiencia y nos encantaba formar parte de su mundo incluso cuando aún no hacíamos música. El otro día recordaba con cariño que yo les grabé varios videoclips, ‘teasers’ para anunciar conciertos y otras tonterías que nos inventábamos en un mundo pre Instagram…”.

The Parrots: “Run Baby Run”, vídeo dirigido por Carlotta Cosials.

¿Y qué se cuentan los Parrots al respecto? “Que muchas de las cosas que se hicieron en esos años han tenido un impacto muy profundo en las cosas que se están haciendo ahora”, asegura el dúo –antes trío– formado por Diego García y Álex de Lucas que, en línea con lo que apuntaba Naval, están convencidos de que el poso que dejó aquel movimiento sigue activo y abriendo puertas a los nuevos grupos de guitarras. “Creemos que, en muchos ámbitos, se dio un fuerte golpe en la mesa y la confianza en nuevos proyectos y en la gente joven creció. Eso ha hecho que ahora se den más oportunidades a artistas muy interesantes que, por un momento, parecía que no tenían cabida. A nivel estilístico, como en todo, la cosa va por olas y nosotros, como amantes de la música, nunca nos hemos ceñido a un estilo. Nos encantan muchas cosas que se están haciendo ahora aunque no tengan que ver tanto con lo que hacíamos al empezar a tocar por Madrid. Sin embargo, viendo la escena y los grupos y artistas que hay por ahí, estamos tranquilos porque los de las guitarritas siguen haciendo canciones y no creemos que eso vaya a parar. Se seguirán mezclando cosas nuevas y grabando de las mejores canciones que se han escrito por aquí”. “Sí”, asiente Carlotta Cosials: “El individualismo de la escena urbana no es algo de nicho de esta ciudad, es algo que está ocurriendo a nivel mundial. Pero no me preocupa demasiado. A mí, personalmente, me ganan las guitarras”.

The Parrots en 2021. Diego García y Álex de Lucas. Foto: Davit Ruiz
The Parrots en 2021. Diego García y Álex de Lucas. Foto: Davit Ruiz

Respecto a su propio futuro, los Parrots explican que en los últimos tiempos se han tomado un poco de descanso para encarar otros proyectos que teníamos aparcados y que necesitábamos hacer sí o sí para no pegarnos un tiro”, y que su idea para 2024 “es ya el ‘full recovery’ y, tras unos meses que han parecido ‘rehab' y spa, volver a grabar y tocar sin parar”. Por su parte, sus viejas amigas de Hinds avisan que ya tienen nuevo álbum “terminado de grabar y a punto de mezclar”. Y, atención, porque parece que habrá rollito back to the roots. Aunque todavía no se les permite decir mucho, deslizan que han dado un “volantazo” con respecto a su último trabajo, “The Prettiest Curse” (Lucky Number, 2020). “Parecía que seguiríamos por ese camino más pop, ¿verdad? Pues olvídate”, sentencia Cosials. “Será un disco con energía y sensaciones de álbum de debut. Estamos tremendamente emocionadas… Y todo nuestro equipo está incluso nervioso. O sea que la pista es que es buenísimo”, afirma, entre risas.

Después de una pequeña gira inglesa a finales de enero en honor a la Independent Venue Week, “un programa de apoyo a salas pequeñas de allí en ciudades también muy pequeñas”, las Hinds volverán a Estados Unidos: “A Austin, para el South By Southwest, y a Nueva York, para unas cosillas pendientes”. Y, aunque tienen “prohibido” comentar el resto de su agenda, se despiden con un saltarín “¡2024, allá vamos!” que contagia las ganas de creer que, una década después, los ecos de aquella explosión aún puedan dar un último arreón al panorama musical. ∎

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