The Lemon Twigs: soleadas armonías. Foto: Marina Tomàs
The Lemon Twigs: soleadas armonías. Foto: Marina Tomàs

Festival

Primavera a la Ciutat (2 de junio): telón

Primavera Sound Barcelona bajó el telón de su edición 2024 el domingo por la noche en las dos salas de Apolo con un atractivo programa de conciertos que permitió ver en la distancia corta a algunos de los artistas que habían actuado en el Parc del Fòrum. Además, Dave P., TRISTÁN!, Lara91k y Las Petunias también tocaron anoche en Apolo y otros espacios.

Chica Gang

Chica Gang cerró la programación del domingo en La (2) de Apolo –y, oficialmente, la edición 2024 de Primavera Sound– con una sesión que captaba muy bien el mensaje-manifiesto de esta edición en la que se han reivindicado y resignificado no solo los espacios para la fiesta, sino también sus nuevas formas fractales, mutantes, expresionistas e hiperactivas. “Radical” y “abstracción” son términos ahora inherentes a la fiesta, pero también “corporalidad”, “masas”, “sensualidad” y “disfrute”, y en esta pista de baile todos, todas, todes son bienvenidos. Los pasos entre reguetón, trance, mákina, pop, drum’n’bass, dubstep, bass music en general, ritmos de todas partes del mundo entre la joya y el himno, entre lo futurista y lo tradicional, son cada vez más cortos, y se recorren siempre en una vía de experimentación y ruptura. El club es un refugio del hoy, pero también un laboratorio en el que imaginar el futuro. Diego Rubio

Chica Gang: refugio en el club. Foto: Rosario López
Chica Gang: refugio en el club. Foto: Rosario López

Crumb

La amplitud modal que ha ido adoptando el cuarteto neoyorquino liderado por Lila Ramani quedó clarísima a su paso por Primavera Sound: en su concierto en el festival durante la jornada del sábado, adaptándose tanto a la hora como al formato, ofrecieron una psicodelia más caliente y soleada con una dirección totalmente expansiva, apoyados en todo momento en el saxofón de Bri Aronow. Pero para su concierto en La (2) de Apolo el domingo prefirieron mostrar una versión más directa y concentrada, sin saxo, dejándose llevar por su parte más evocadora y otorgándole prácticamente todo el protagonismo a su tercer álbum, el reciente “AMAMA” (2024). Cediendo por momentos hasta territorios más disco –como en “The Bug”–, reservando algún experimento más electrónico para la recta final y recurriendo solo en parte a las canciones virales de su primera etapa –nada de “Locker”, por ejemplo; y “Ghostride” casi de primeras–, supieron mantener siempre al pulso a una propuesta que por momentos peca de artificial, pero que poco a poco va desvelándose más humana. Diego Rubio

Crumb: evocadores. Foto: Rosario López
Crumb: evocadores. Foto: Rosario López

Dorian Electra

“Lo siento, gente, pero anoche me jodí la voz gritando en el concierto de Charli XCX”, dice Dorian Electra mientras interpreta al piano una versión íntima de “Career Boy” y le pide al público –poco, pero identificado y fiel– que la coree por ella, y que encienda las luces de sus teléfonos. Todo sucede después de un interludio en forma de cabaret, y antes de una explosión hyperpop que termina makinera. Es un buen resumen para un concierto que lleva tanto el estadio como el teatro en vena, y que los invoca allá por donde pasa: el artista norteamericano, sad and evil, se plantó en La (2) de Apolo con prácticamente el mismo show con que reventó la noche del sábado en el Parc del Fòrum el escenario Amazon Music –que en esta edición, reformulado, ha confirmado estar a la altura de los dos principales, ofreciéndole posibilidades únicas a artistas de la segunda línea–, dando el concierto más multitudinario de su carrera. Los mismos candelabros gigantes decoraban ambos lados del escenario, y el mismo círculo de luces servía como telón de fondo para un espectáculo que hace honor a la palabra y que se despliega en fases, entre interludios bizarros –el padre de Electra sale a hacer de payaso triste y a repartir camisetas mientras hace lipsync de “Vesti la giubba”, el famoso “Ridi pagliaccio”–, cambios de vestuario y fluctuaciones sonoras. Y aunque su propuesta se asiente en general sobre una versión mutante y maximalista del pop electrónico, siempre apunta a referentes que han servido como puentes entre sus distintos géneros y el universo del stadium rock: Pendulum con el jungle, Prodigy con el big beat, Skrillex con el brostep, 100gecs con el hyperpop, Lady Gaga con el diva pop. Diego Rubio

Dorian Electra: ópera synth. Foto: Rosario López
Dorian Electra: ópera synth. Foto: Rosario López

Mandy, Indiana

La banda franco-británica abrió la última noche de Primavera a la Ciutat en la sala Apolo con un set industrial con beats bailables y la voz sugerente de Valentine Caulfield. La primera canción en escena fue “Pinking Shears”, que terminó en territorio del mantra, al igual que “Bottle Episode”, sobre todo por el recitado de Valentine, quien también a través de sus bailes agregó expresividad a la escena. Punto aparte es la conjugación de los instrumentos en la evolución de cada pieza desde el industrial hacia el dance o hacia el trance con ayuda del noise. En estos viajes es donde aparecen las riquezas punk, garage y metal dentro de temas cuasi bailables, como “Alien 3”, donde la batería mostró su densidad y manejo rítmico mientras la guitarra nos entregó sonidos originales y precisos. Daniel P. García

Mandy, Indiana: ruido y baile. Foto: Marina Tomàs
Mandy, Indiana: ruido y baile. Foto: Marina Tomàs

Model/Actriz

Arrolladores. Un concierto en el que la banda no dio tregua de principio a fin en la sala Apolo. Salieron pasada la medianoche y nos entregaron la potencia del industrial/post-punk y su puesta en escena, obteniendo finalmente una experiencia completa. Cole Haden, el cantante, fue en parte quien la construyó desde la teatralidad y sensualidad con que se apropió del escenario y del público, cantando cerca de la mitad del concierto entre los espectadores y bailando con ellos. Su voz, profunda e intrigante, es la que posee la carga melódica por encima de la fuerza rítmica del resto del grupo. Su figura, muy influenciada por Freddie Mercury, se presentó sugerente, coqueteando con lo gótico y lo queer. En lo musical, primero “Donkey Show” nos mostró la experimentación y dejó claro que se puede hacer rock industrial sin sintetizadores, basta con buscar formas nuevas de saturar la guitarra y desafinar el bajo para encontrar sonidos inteligentes y originales. Imposible, de todos modos, dejar de pensar en Nine Inch Nails cuando suena “Crossing Guards”, no solo por lo industrial, sino por esos beats dance o trance –excepto por el noise del final–. “Mosquito” fue la segunda entrega del set, con toda la carga sexual de una letra que adelantaba el baile erótico que realizó Haden con uno de los postes de iluminación de la sala durante “Matador”. La banda también nos deleitó parcialmente con estilos como el metal, new wave y post hardcore en “New Face”, para despedirse con la apoteosis de “Pure Mode”. Daniel P. García

Model/Actriz: espectáculo total. Foto: Marina Tomàs
Model/Actriz: espectáculo total. Foto: Marina Tomàs

Royel Otis

Una banda de rock suave apto para todos los oídos que evoca la inocencia juvenil del verano. Su música tiene influencias de la costa este de Estados Unidos, así como un reconocible sonido australiano –son de Sídney– como fondo constante de un dream pop pegadizo. Al principio de su concierto en la sala Apolo tuvieron un problema técnico con los teclados, pero supieron salir del paso improvisando solo con guitarra “Letter From Roy”, para continuar el concierto con “I Wanna Dance With You”, tema de marcado acento folk norteamericano. Luego presentaron el single “Claw Foot”, lanzado hace tres semanas, más oscuro que los anteriores y que dio paso a todo un repertorio más energético acelerado por el post-punk y la new wave. En la recta final, interpretaron versiones de “Murder On The Dancefloor”, de Sophie Ellis-Bextor, y “Linger”, de The Cranberries. Daniel P. García

Royel Otis: energía australiana. Foto: Marina Tomàs
Royel Otis: energía australiana. Foto: Marina Tomàs

SoFTT

Ya quedaban pocos valientes para el concierto-sesión de SoFTT, pero la ecuatoriana Kablito y el californiano Trevor McFedries se tomaron su slot en La (2) de Apolo como una fiesta muy de las suyas, glitcheada y cibernética, salida de algún programa corrupto de ordenador en el que se han mezclado los pitufos makineros, Crazy Frog, el osito gominola, Isabella Lovestory y Mazzy Star. Desbordantes de energía, a full de hardcore del que combina con el brilli-brilli y bien de mákina aguda y voces pitcheadas, el dúo fue presentando sus canciones más recientes –hits en dimensiones alternativas del nivel de “Kiero k me kieras”, “Quiero ser sexy”, “Besos en el club” o “JoJoJo”– entre remixes y breaks endemoniados: montañas de azúcar en forma de roca. Por supuesto sonó “Satisfaction”, de Benny Benassi. ¿La canción más pinchada de este Primavera Sound? Diego Rubio

SoFTT: jolgorio cibernético. Foto: Rosario López
SoFTT: jolgorio cibernético. Foto: Rosario López

The Lemon Twigs

Brian y Michael D’Addario son hermanos, multinstrumentistas y fundadores de la banda, quienes además giran con dos músicos, Danny Ayala al bajo y Reza Matin en la batería. El grupo suena y se ve de modo que nos transporta a California a finales de los sesenta, influenciados por The Beatles, The Beach Boys y la parte más pop del rock clásico. “I Wanna Prove To You” y “They Don’t Know How To Fall In Place” son un compendio del punto anterior y de casi todo el concierto que ofrecieron en la sala Apolo. Las canciones desprendieron un fuerte aire folk-country, y nos entregaron armonías vocales a tres o cuatro voces –“Any Time Of Day” o “In My Head”–, con un bajo que no es mero acompañamiento, sino una presencia independiente que complementa el conjunto. Curiosos resultaron los tres o cuatro cambios de instrumentos durante el show. Daniel P. García

The Lemon Twigs: chicos de la playa. Foto: Marina Tomàs
The Lemon Twigs: chicos de la playa. Foto: Marina Tomàs

Water From Your Eyes

El Primavera Sound 2024 se despidió, contra el pronóstico de muchos –pero con todo el sentido–, con una comunión de guitarras que celebraba el presente y el futuro de la idea de rock, revisitada, actualizada, resignificada para una nueva generación pero también para un nuevo mundo. Los neoyorquinos Water From Your Eyes –igual que, cada uno a su modo, Mandy, Indiana, Model/Actriz o Dorian Electra y Royel Otis– combinaron introspección con descarga y rabia, garabato con sutileza, rock entre comillas con música electrónica, dejadez con descontento, para conformar una pintura en general abstracta que a veces subvierte el folk –“When You’re Around”–, otras el synthpop –“Barley”– y otras el dance punk –“True Life”–, y que en general revela un espíritu inconformista e intencionalmente oblicuo. En La (2) de Apolo, tanto la guitarra de Nate Amos, que es más bien una fuente más de ruido y dramatismo, como la voz de Rachel Brown cedieron su protagonismo al globazo de un conjunto que incluso coqueteó con los mundos hyper y con bases que recuerdan al ambient japonés, al vaporwave y al city pop. Después de todo, la portada manga de su último disco, “Everyone’s Crushed” (2023), no era por nada. Diego Rubio

Water From Your Eyes: la ley de Brooklyn. Foto: Rosario López
Water From Your Eyes: la ley de Brooklyn. Foto: Rosario López
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