Cantautor caudaloso.
Cantautor caudaloso.

Revisión

Fabrizio De André: en dirección obstinada y contraria

El 11 de enero, coincidiendo con el vigesimosexto aniversario del fallecimiento de Fabrizio De André, concluyó el año que ha dedicado Italia a conmemorar la colosal aportación del cantautor más respetado de un país que nunca anduvo escaso de ellos. Ocasión idónea para sumergirnos en un recorrido vital y artístico que parece resumir no solo una carrera musical, sino la propia historia de Italia en la segunda mitad del siglo XX.

Como adelantando una vida que estaba por llegar, no fue la de Fabrizio De André (1940-1999) una adolescencia complaciente. Las expulsiones de colegios, el recorrido errático por la universidad, el consumo desaforado de alcohol, las relaciones públicas con prostitutas y el escandaloso embarazo de una mujer casada con un miembro de la alta sociedad genovesa conformaron un recorrido en “dirección obstinada y contraria”, según él mismo lo definiría en una de sus composiciones, que terminó provocando el cisma con su respetadísima familia, padre de pasado heroico con militancia en la resistencia y salvamento de judíos incluido.

En este marchar contracorriente, De André encontró refugio en los locales que desde el final de la guerra reprodujeron en Génova las caves existencialistas del Barrio Latino, un vivero underground liderado por Luigi Tenco, el riguroso cantautor que terminaría buscando en el suicidio salida a la contradicción de verse arrollado por el engranaje comercial del Festival de San Remo. Fue allí donde comenzó a iluminarse el aura de un De André fascinado por la estela de Georges Brassens, faro de una querencia por el anarquismo apuntalada por el virulento ambiente de una ciudad portuaria en la que Bakunin, Malatesta y Stirner eran lecturas habituales. Las acciones del padre en una modesta discográfica le permitirían poner un primer pie en los estudios e incluso concluir un álbum, “Tutto Fabrizio De André” (Karim, 1966), que recopiló sus singles primerizos trazando el recorrido que había llevado a aquel joven de voz aún engolada hasta el músico que rozaba la madurez a golpe de composiciones de indudable fuerza emotiva.

Hubo algún tema que desbordó el eco local, alguna aparición televisiva, incluso una canción escrita velando el cadáver de Tenco, “Preghiera in gennaio” (“Oración de enero”), que provocaría admiración por adelantar el modus operandi de las inmediatas primeras grabaciones de Leonard Cohen. Y fue entonces cuando Mina decidió enriquecer su repertorio con una de aquellas composiciones, “La canzone di Marinella”, y propulsó a De André, con solo 27 años, a la primera línea de la bulliciosa escena transalpina.

Fabrizio De André, en 1969. Foto: Universal Archive (Getty Images)
Fabrizio De André, en 1969. Foto: Universal Archive (Getty Images)

La culminación conceptual

Envuelto en aquel halo, el músico cerró un LP de temas inéditos, “Fabrizio De André Vol. 1º” (Bluebell, 1967), con un deslumbrante trabajo de Gian Piero Reverberi, arreglista superdotado automáticamente reclamado por Mina y Lucio Battisti para definir el sonido de sus años dorados. Pero De André comenzaba a rumiar que el marco de la canción se le quedaba estrecho, y al caer en sus manos “Days Of Future Passed” (1967) de The Moody Blues entendió que ahí, en esa idea aún extraña en Italia del álbum conceptual, encontraría un terreno que le permitiría dar vuelo a su combinación de chanson, existencialismo y lucha libertaria.

Fue el inicio de una concatenación de trabajos de progresiva complejidad con los que De André buscó con ambición un terreno intermedio entre la música y la literatura. “Tutti morimmo a stento” (“Todos morimos con dificultad”; Bluebell, 1968) será su gran ópera sobre la degradación cotidiana en la que cristalizó el olimpo de yonquis, prostitutas, homosexuales y suicidas que conformaría su imaginario. “La buona novella” (“La buena nueva”; Produttori Associati, 1970) recreó diversos episodios de los evangelios apócrifos al tiempo que se adentraba musicalmente en terrenos experimentales, “Non al denaro non all’amore nè al cielo” (“No al dinero no al amor ni al cielo”; Produttori Associati, 1970) adaptó libérrimamente la “Antología de Spoon River” (1915) del poeta norteamericano Edgar Lee Masters y, como cierre fulgurante del ciclo, “Storia di un impiegato” (“Historia de un empleado”; Produttori Associati, 1973), epopeya sobre la toma de conciencia política de un proletario tras el violentísimo mayo del 68 italiano.

En Roma, 1971: época conceptual. Foto: Mondadori (Getty Images)
En Roma, 1971: época conceptual. Foto: Mondadori (Getty Images)

Bombas en la cabeza

El consenso de que ahí había quedado no solo la cumbre artística de De André sino uno de los momentos álgidos de la música italiana llegará con el tiempo, pero en un primer momento las cosas no fueron tan sencillas. El compromiso político del cantante llevó a una hiperlectura desquiciada de cada uno de sus versos que lo convirtió en chivo expiatorio para todos los espectros de la bancada, con particular inquina (ay, la división de la izquierda) desde territorios marxistas y libertarios. Y todo ello mientras era vigilado de cerca por los servicios secretos, algo que, en años en los que encabezaban el terrorismo de ultraderecha que sembraba de cadáveres las calles de las ciudades italianas, distaba de resultar tranquilizador.

Intentando alejarse de aquel ruido ensordecedor, De André se refugió en Cerdeña con su pareja, la cantante Dori Ghezzi, y, exhausto tras el sobresfuerzo compositivo de aquellos años, se embarcó en unos discos en los que descargó el peso de la escritura de nuevos temas en colaboradores como Francesco De Gregori y Massimo Bubola, y que sazonó con versiones de Brassens y Cohen, con el Dylan más torrencial (“Desolation Row”, “Romance In Durango”) como nueva entrada en su repertorio.

Trabajos en realidad de transición, porque el objetivo de De André estaba centrado en su regreso al directo, algo vetado desde los viejos tiempos genoveses por un pánico escénico incontrolable. Y no resultó sencillo no solo por su inseguridad, sino porque la zapatiesta política que lo rodeaba se trasladó a los pabellones y la gira se vio jalonada por numerosos incidentes. Que se quedarían en nada cuando De André anunció un nuevo tour que contaría con el grupo de rock progresivo Premiata Forneria Marconi como banda de apoyo. Porque añadir electricidad al repertorio folk podía saldarse en la Europa de los sesenta con unos cuantos abucheos y unos gritos de “¡Judas!”, pero en la Italia de los setenta no era sino una demostración indudable de traición a la contracultura y adhesión al imperialismo yanqui, y la gira conoció amenazas de bomba, intentos de envenenamiento e incluso, en la escala napolitana, armas de fuego. De todo aquello quedarían, eso sí, dos discos en directo que en Italia adquirieron rango de legendarios, “In concerto” (Ricordi, 1979) y “Arrangiamenti PFM” (Ricordi, 1980).

En 1981, dos años después del secuestro, Dori Ghezzi, su pareja, y De André. Foto: Angelo Deligio (Getty Images)
En 1981, dos años después del secuestro, Dori Ghezzi, su pareja, y De André. Foto: Angelo Deligio (Getty Images)

Si te cortaran en pedazos

Aquella tensión insoportable terminó estallando por el flanco más inesperado. El 28 de agosto de 1979, los italianos amanecieron con la noticia de la desaparición de De André y Dori Ghezzi a manos de la Anonima Sequestri, un violentísimo conglomerado de grupúsculos de la malavita sarda especializado en devolver a pedazos los cuerpos de los secuestrados hasta que la familia cumpliera con el pago del rescate. Serán cuatro meses angustiosos que la pareja pasó encadenada en una remota zona montañosa y que solo llegarán a su fin en Navidad, cuando el padre de De André suelta quinientos millones de liras por su liberación.

Algo cambió en la cabeza de De André tras aquella experiencia. El disco que marcó su regreso, sin título pero bautizado popularmente como “L’indiano” (“El indio”; Ricordi, 1981) por el piel roja que figuraba en su portada, funcionó como despedida al mundo conocido, una especie de compendio de una carrera con pinceladas que anunciaban lo que estaba por venir. Al concluir la multitudinaria gira que le sucedió, el cantante decidió replegarse en una vida íntima, mucho más reservada, abandonando el alcohol, casándose con su pareja y reconciliándose con su padre tras la tortuosa relación que siempre los había unido.

Nubes barrocas

En aquella nueva vida, su relación con la música cambió. Las entregas discográficas se espaciaron, el cantante comenzó a disfrutar de regalar composiciones y colaboraciones a amigos y compañeros, y se reconcilió por fin con unos escenarios que empezó a pisar con mayor frecuencia para acercarse a un público que lo trataba ya con estatus de gran leyenda vida de la música italiana.

“Creuza de mä” (Ricordi, 1984) será el pórtico de entrada a un tramo final de su carrera con unos planteamientos muy diferentes a los anteriores y unas composiciones profundamente marcadas por los sonidos mediterráneos pensadas no ya en italiano, sino en dialecto sardo, genovés o napolitano. Muchos los recibieron como piedras miliares de un sonido que acababa de encontrar la etiqueta de world music, tantos otros como un rechazo frontal a aquella Italia berlusconiana del final de milenio en la que había desaparecido cualquier posibilidad de utopía. Léanse bajo estos parámetros discos como “Le nuvole” (“Las nubes”; Fonit Cetra-Ricordi, 1990) o “Anime salve” (“Almas salvadas”; Ricordi, 1996).

Fue en las pruebas de sonido de un concierto en un minúsculo pueblecito alpino cuando De André se quejó de un intenso dolor en el tórax. Desorientado e incapaz de coordinar sus movimientos, los doctores no tardaron en localizar un cáncer de pulmón avanzado. Cinco meses más tarde, el 11 de enero de 1999, su hijo Cristiano comunicó su fallecimiento. Por delante solo quedó un funeral masivo que confirmó su conversión definitiva en símbolo del país y un homenaje en su Génova natal al que se sumó todo aquel que era algo en la música italiana, desde Adriano Celentano hasta el que había sido su admirador más entregado, Franco Battiato, que, roto por las lágrimas, fue incapaz de concluir su interpretación de “Amore che vieni amore che vai”. ∎

“Creuza de mä”, en directo en el Teatro Brancaccio de Roma en 1998.

Canciones de amor perdido

10

La canzone di Marinella

del single “Valzer per un amore” > Karim, 1964 / regrabada para “Volume 3º” > Bluebell, 1968

Basada en un caso de crónica negra sobre una prostituta adolescente que fue encontrada asesinada en el cauce de un río, esta composición de juventud convertiría a De André en columna vertebral de la música italiana cuando Mina le diera rango de patrimonio nacional al integrarla en su repertorio.

09

Cantico dei drogati

de “Tutti morimmo a stento” > Bluebell, 1968

Siete arrolladores minutos sobre el poema “Eroina” de Riccardo Mannerini –narraba la espera de la muerte de un yonqui– que no son sino un exorcismo del cantante sobre su propio alcoholismo. Brillante trabajo de Reverberi para el umbral de entrada a “Tutti morimmo a stento” y, como tal, a todo el camino conceptual de De André.

08

Il ritorno di Giuseppe

de “La buona novella” > Produttori Associati, 1970

Tablas orientales, sitares y ragas para plasmar uno de los episodios clave del disco conceptual dedicado a los evangelios apócrifos: el estupor de San José al descubrir el embarazo de María, apenas una niña a la que ese mismo día ha tallado una muñeca con sus propias manos en la carpintería.

07

Via della povertà

de “Canzoni” > Produttori Associati, 1974

Abundó más De André en los cancioneros de Brassens y Cohen, pero suyas son las más brillantes adaptaciones que conociera Dylan en italiano. “Via della povertà”, o relectura de “Desolation Row” como palanca para desbloquear una carrera echando la vista atrás hasta entroncar con el punto de partida de su música.

06

Creuza de mä

de “Creuza de mä” > Ricordi, 1984

Tema cantado en dialecto genovés y construido con instrumentos mediterráneos tradicionales con el que De André inició la última etapa de su carrera. Disco de culto inmediato en Italia, sería David Byrne quien le diera proyección internacional al señalar este tema como una de las grandes aportaciones musicales del final del milenio.

05

Verranno a chiederti del nostro amore

de “Storia di un impiegato” > Produttori Associati, 1973

Demostrando una vez más que De André nunca descuidó la calidad de las composiciones frente a las intrincadas ideas que regían sus discos conceptuales, el tramo final de “Storia di un impiegato” escondía este “Verranno a chiederti del nostro amore” que bien podría ser una pieza mayor de la discografía de Leonard Cohen.

04

Un ottico

de “Non al denaro non all’amore nè al cielo” > Produttori Associati, 1971

Eje central del disco conceptual de mayor entidad de De André, que tras un arranque a medio camino entre la chanson y el novelty se va entrampando en una larga serie de cambios de ritmo hasta desembocar en el progresivo y la psicodelia y cristalizar en una de las composiciones más complejas y serpenteantes de su discografía.

03

Amore che vieni, amore che vai

del single “Geordie” > Karim, 1966 / regrabada para “Volume 3º” > Bluebell, 1968

Tomando como modelo el espíritu jazz que fue primer amor de juventud, De André nunca dudó en reelaborar sus composiciones hasta dar con su formulación definitiva. Esta, sobre la naturaleza contradictoria del amor, la encontraría con el añadido de una trompeta como salida de una película de Sergio Leone que ejerce de perfecto contrapunto a unas cuerdas apabullantes.

02

Canzone dell’amore perduto

del single “La canzone dell’amore perduto” > Karim, 1966 / regrabada para “Canzoni” > Produttori Associati, 1974

Tomando como punto de partida una pieza del siglo XVIII de Georg Philipp Telemann, De André completa una de sus canciones más recordadas, una composición en la que la combinación de vientos, teclas y cuerdas aportan una emotividad desbordante a un texto desolador sobre la degradación de su primer matrimonio.

01

Inverno

de “Tutti morimmo a stento” > Bluebell, 1968

Canción de apertura de la cara B de “Tutti morimmo a stento”, reflexión sobre los períodos oscuros y faltos de esperanza de la vida que arranca como improvisación jazz a la que se van añadiendo chanson y sonoridades wéstern hasta terminar erigiéndose en composición pop mayestática.

Cinco discos fundamentales: más allá de la canción

“Tutti morimmo a stento”
(Bluebell, 1968)

Primer disco conceptual y auténtica exhibición de Gian Piero Reverberi en labores de arreglista. Composiciones pluscuamperfectas hiladas por unos intermedios orquestales que dan un ritmo puramente narrativo, casi cinematográfico, al conjunto. Y disco más vendido en una Italia, la de 1968, sobrepasada de LPs mayúsculos. El resultado fue tan redondo que De André intentó la versión para el mercado anglosajón, algo que se demostró imposible por la incapacidad de adaptar al inglés unos textos de esta complejidad. El máster resultante, inédito y hoy en manos de un coleccionista privado, sigue siendo el gran agujero negro de la discografía de De André.

“Non al denaro non all’amore nè al cielo”
(Produttori Associati, 1971)

Apoyándose en un poemario de Edgar L. Masters que fue libro de cabecera para el anarquismo italiano de los setenta, De André configura el más deslumbrante de sus discos conceptuales desgranando una letanía funeraria a través de un prólogo (“La collina”) y ocho temas en los que otros tantos muertos se alzan de las tumbas del cementerio de Spoon River en las que reposan para narrar su propia historia, explicando los motivos de su fallecimiento y haciendo un balance de su existencia y de los errores cometidos en vida. Primera de sus colaboraciones con Nicola Piovani como productor y arreglista.

“Storia di un impiegato”
(Produttori Associati, 1973)

De André opta en su último disco conceptual por adentrarse en la envenenada situación política italiana, reflejando un país que a cinco años vista del mayo del 68 ha terminado devorado por la corrupción, la crisis económica y la guerra civil encubierta del terrorismo. El álbum más atento a la progresión narrativa, el más implicado con su momento histórico, el que más libre se sintió de la esclavitud de buscar el single por mucho que de él terminaran brotando no pocos, y también el que terminó lanzando a De André al epicentro de las tensiones políticas. Tan incomprendido en su momento como hoy incontestable.

“Canzoni”
(Produttori Associati, 1974)

Abrumado por la intensa densidad de sus discos conceptuales, decidió concluir ciclo regresando a la composición de melodías más pura. El brusco cambio de ritmo hundió este álbum en un cierto descrédito, aunque el tiempo lo fue reubicando en un sitio de honor por su capacidad de trazar una completa cartografía de orígenes e influencias, repleto de exquisitas versiones de sus tres pilares referenciales (Brassens, Cohen, Dylan) y de reelaboraciones de composiciones propias a las que la experiencia acumulada permiten alzar vuelo con una reformulación impecable.

“Fabrizio De André” aka “L’indiano”
(Ricordi, 1981)

Disco de regreso tras su secuestro, profundamente marcado por el trauma. De esta herida surgen canciones como “Hotel Supramonte” o “Franziska”, en las que reflexionaba sobre el episodio; “Fiume Sand Creek”, sobre la masacre de pieles rojas estadounidenses, o “Se ti tagliassero a pezzetti” (“Si te cortaran en pedazos”), combinación de terrores personales con el reciente atentado terrorista de la estación de tren en Bolonia. El profundo pesimismo que desprendía no impidió que se convirtiera en uno de sus discos más populares, el que mejor recogía un recorrido que cerraba inconscientemente y el álbum más accesible para adentrarse en su discografía. ∎

Como complemento de esta Revisión, Felipe Cabrerizo selecciona esta exclusiva playlist de Fabrizio De André.

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