Los amantes del guitarreo que no llegaron a vivir los años bárbaros de Malasaña a finales de los ochenta y principios de los noventa nunca habían sido testigos del nacimiento de una escena con todas las letras hasta que, a finales de la década de los cero, empezó a producirse un infeccioso de boca en boca que alzó a todos esos grupos antes mencionados a la condición de paladines de una nueva ola que rompía contra las calles de un barrio que había estado a punto de entrar en coma cultural.
Salir por allí un fin de semana se convirtió en garantía de fiesta garagera: siempre estaban unos y otros grupos actuando en esta sala o en la de más allá, compartían carteles, escenarios e incluso intercambiaban miembros con naturalidad. O se producían temas, videoclips o álbumes entre sí con la sana espontaneidad del do it yourself. Y además eran cercanos: era de lo más normal que sus fans se echaran unas yonkilatas con ellos en las plazas o que acabaran acoplándose a sus mañaneos en algún pisillo de la zona.
Aquello bullía y se sentía fraternidad. Claramente, estaba pasando algo. “Sí, era ese momento en el que estaba naciendo toda esta movida”, decía Luis Basilio, de Los Nastys, en una entrevista con ‘Mondo Sonoro’ del citado año 2016. “Al final la escena ha funcionado para todos, aunque de maneras diferentes”, continuaba el cantante y guitarrista. “Ahora mi máxima ambición es que hayamos servido de ejemplo para que las bandas nuevas vean que no hay que estar enfadado con las otras bandas. Que hay que apoyarse y que el ejemplo de Nastys, Parrots, Wallas, Hinds, Juventud Juché siga cundiendo”. Su compañera Luli –baterista, precisamente llegada de Los Wallas– añadía además que no necesitaban mucho más que lo que ya tenían para perdurar en el tiempo y consolidar la escena:“Dentro del estilo que hacemos, lo de Hinds, por ejemplo, es uno en un millón. Con esto es muy difícil ganarse la vida. Hay que sentirse a gusto con lo que estás haciendo y disfrutar de la posibilidad de viajar y conocer gente. Siendo realistas y honestos, el nivel al que hemos llegado nos motiva muchísimo para seguir”.
Pero después de aquella entrevista, Los Nastys solo sacaron un disco más. Y después de la pandemia, poco se ha sabido de ellos. La energía se fue apagando de forma natural con el paso del tiempo al no caerles chorros de euros que regaran su ilusión con un poquito de estabilidad, pero se fueron con dignidad, sin lloriqueos ni conciertitos de despedida –igual que Los Wallas o Juventud Juché– y ahora Luis tiene otro proyecto musical –Sabor Venganza– con su novia Antía Van Weill, que a su vez ha dejado en pausa indefinida su grupo Bifannah.
Sus colegas The Parrots, que sí han durado más a pesar de haber sufrido alguna que otra crisis, habían seducido a mucho pollavieja con ese sonido deudor de los recopilatorios “Nuggets” entre Black Lips y Strange Boys. Pero también, y esto es lo que hizo escena, a mucho chavalín con ganas de hacer el gamberro con instrumentos. “Es una escena de puta madre, unos cuantos colegas que, cuando nadie les ha querido montar un concierto, se han ayudado haciendo de promotores. Nos hace mucha gracia que se hable de ‘escena’ porque lo único que vemos a nuestro alrededor es a colegas”, decía su cantante Diego García en otra entrevista en ‘Mondo Sonoro’ de 2016. “Pero básicamente eso es lo que es una escena, ¿no? Un grupo de personas con vínculos sonoros, pero, por encima de todo, afectivos”, le replicó sabiamente el entrevistador Luis J. Menéndez.
Algunos de estos grupos acabaron colándose en macrofestivales, hicieron giras por Europa y América, llegaron a protagonizar reportajes de moda y tendencias. Y no olvidemos que de ese caldo de cultivo salió Hinds –llamadas Deers en sus orígenes–, que, durante más de un lustro, fue el grupo con mayor proyección mediática internacional de la música española reciente, hasta la llegada de Rosalía. ¿Lo recuerdan? Artículos en ‘Pitchfork’, ‘NME’, ‘Consequence Of Sound’, ‘Rolling Stone’, piropos de estrellas del indie anglosajón… Pero antes de que el suflé bajase por sí solo, la ola urbana tomó la delantera en un abrir y cerrar de ojos y la pandemia dio el golpe de gracia afectando de forma dramática a toda la escena, incluyendo el chispeante proyecto de Carlotta Cosials y Ana García Perrote. Cuando el mundo se paró, las pilló con disco recién estrenado. Su gira se truncó y poco después se supo que su bajista, Ade Martín, había emprendido un proyecto paralelo. Aquello hizo que empezase a oler a separación y, efectivamente, el verano pasado las fundadoras de la banda anunciaron, disculpándose por “no haber sido capaces de contarlo hasta ahora”, que tanto la bajista como la baterista Amber Grimbergen habían dejado el grupo en diciembre de 2022 porque para ellas ya no tenía “sentido” continuar en él. El otro nombre gordo de la movida, The Parrots, solo ha sacado un disco en los últimos siete años – “Dos” (Heavenly, 2021)–, en el que acometieron un solvente proceso de sofisticación que sin embargo no terminó de funcionar del todo, ya que a día de hoy no están en su mejor momento de tirón a pesar de haber incluido una colaboración con C. Tangana que debía haberles dado un mayor empujón.
Diez años después de aquella explosión, ¿qué ha quedado de su onda expansiva en la ciudad? ¿Fue solo una moda pasajera e intrascendente? ¿O su espíritu sigue vivo? Preguntamos a una banda madrileña con mucho que decir sobre esto, Camellos, que vieron el auge y caída de esta escena de cerca porque se juntaron en 2015 y algunos de sus miembros tocaban en otros grupos del circuito a comienzos de la década. “Entre 2010 y 2012 yo lo viví como una preparación para lo que vendría después”, dice su cantante y guitarrista Fernando Naval. “Durante esos años íbamos a cantidad de conciertos de bandas nacionales que jamás llenaban, pero que tenían fans acérrimos y eran grupos de culto ya en la época. Desde Mujeres con su primer y segundo disco, Fiera, Coraje o Margarita, hasta Tigres Leones con su primer single como presentación de la discográfica que ahora se parece bastante poco a lo que era, Sonido Muchacho. Para mí explotó todo más tarde, en 2014, cuando los grupos de aquí empezaron a llenar las salas por sistema”.
En realidad, ninguna de las bandas mentadas en este reportaje está oficialmente disuelta, así que las que están en barbecho podrían sorprender cualquier día con un regreso. Y a pesar de haber sufrido bajas y cambios de formación, las que sobreviven están empezando a ver luz al final del túnel tras superar una etapa de dudas existenciales, y han decidido que no van a bajar los brazos aunque sepan que ya nada será como antes. Es el caso de las Hinds, que ya tienen dos nuevas integrantes con las que han dado varios conciertos y, por mucho que hayan entrado en la treintena, conservan el entusiasmo pizpireto que las llevó a protagonizar portadas en revistas extranjeras y en los suplementos semanales nacionales de mayor tirada.
“Han sido unos años tan duros tras el COVID, estábamos todas tan bajitas de ánimos (y de dinero) que, la verdad, no me extraña que Amber y Ade dejaran el grupo. Ana también dice que 2022 fue el peor año de su vida…”, confiesa la cantante y guitarrista Carlotta Cosials. “Es que la pandemia nos ha dejado muchas más secuelas de las que queríamos. A nivel económico, secuelas de miedo, de desconfianza del futuro, pérdida de esperanza… Si pierdes la ilusión en la música no hay nada que hacer. Pero, fíjate, fue a raíz de sentirnos tan en el hoyo, sin discográfica, sin ‘management’, sin bajista ni batería y sin álbum terminado, cuando nos miramos Ana y yo a los ojos y le dije: ‘Continuamos, ¿verdad? ¿A por todas?’. Y me contestó: ‘¿Estás loca? Por supuesto’. Y nos arremangamos y nos pusimos a remar que no veas. Empezamos a quedar a diario sin excepción y comenzaron a salir canciones que nos dieron mogollón de fuerza y confianza, y volvió esa ilusión de cuando comenzamos la banda. Tras no sé cuántas reuniones encontramos un ‘management’ internacional, y juntos conseguimos un contrato discográfico y conectamos con un productor maravilloso, Pete Robertson. Se nos ocurrió una idea estupenda y baratísima para la grabación del álbum y… bueno, poco a poco. Aún no, eh, pero siento que estamos a punto de volver a sacar la cabeza y respirar. Estamos en una callejuela romana oscura y sucia con ratillas, pero a la vuelta de la esquina te prometo que, aunque aún no lo veamos, hay una gran plaza soleada con el Coliseo en el centro. Y con que el Coliseo se parezca a 2019 nos vale”.
Sobre la pregunta que enuncia el título de este reportaje, Cosials lamenta que “es una pena que la mayoría de grupos de aquel par de años dorados se hayan quedado por el camino”. Pero tal como señalaba Fernando Naval, la cantante y guitarrista recuerda que “el grupo quizá muere, pero la persona siempre se acaba dedicando a la música de un modo u otro, ya sea trabajando en discográficas, en la radio, pinchando como DJ…”. Sobre si aquella escena dejó huella en el Madrid de hoy, Carlotta contesta con un enigmático “no sé qué decirte” y remite a lo que atesoró en primera persona: “Sí que sé y confirmo que las Hinds existimos gracias a que Los Nastys y los Parrots existieron. Ellos nos llevaban varios años de experiencia y nos encantaba formar parte de su mundo incluso cuando aún no hacíamos música. El otro día recordaba con cariño que yo les grabé varios videoclips, ‘teasers’ para anunciar conciertos y otras tonterías que nos inventábamos en un mundo pre Instagram…”.
¿Y qué se cuentan los Parrots al respecto? “Que muchas de las cosas que se hicieron en esos años han tenido un impacto muy profundo en las cosas que se están haciendo ahora”, asegura el dúo –antes trío– formado por Diego García y Álex de Lucas que, en línea con lo que apuntaba Naval, están convencidos de que el poso que dejó aquel movimiento sigue activo y abriendo puertas a los nuevos grupos de guitarras. “Creemos que, en muchos ámbitos, se dio un fuerte golpe en la mesa y la confianza en nuevos proyectos y en la gente joven creció. Eso ha hecho que ahora se den más oportunidades a artistas muy interesantes que, por un momento, parecía que no tenían cabida. A nivel estilístico, como en todo, la cosa va por olas y nosotros, como amantes de la música, nunca nos hemos ceñido a un estilo. Nos encantan muchas cosas que se están haciendo ahora aunque no tengan que ver tanto con lo que hacíamos al empezar a tocar por Madrid. Sin embargo, viendo la escena y los grupos y artistas que hay por ahí, estamos tranquilos porque los de las guitarritas siguen haciendo canciones y no creemos que eso vaya a parar. Se seguirán mezclando cosas nuevas y grabando de las mejores canciones que se han escrito por aquí”. “Sí”, asiente Carlotta Cosials: “El individualismo de la escena urbana no es algo de nicho de esta ciudad, es algo que está ocurriendo a nivel mundial. Pero no me preocupa demasiado. A mí, personalmente, me ganan las guitarras”.
Respecto a su propio futuro, los Parrots explican que en los últimos tiempos se han tomado un poco de descanso “para encarar otros proyectos que teníamos aparcados y que necesitábamos hacer sí o sí para no pegarnos un tiro”, y que su idea para 2024 “es ya el ‘full recovery’ y, tras unos meses que han parecido ‘rehab' y spa, volver a grabar y tocar sin parar”. Por su parte, sus viejas amigas de Hinds avisan que ya tienen nuevo álbum “terminado de grabar y a punto de mezclar”. Y, atención, porque parece que habrá rollito back to the roots. Aunque todavía no se les permite decir mucho, deslizan que han dado un “volantazo” con respecto a su último trabajo, “The Prettiest Curse” (Lucky Number, 2020). “Parecía que seguiríamos por ese camino más pop, ¿verdad? Pues olvídate”, sentencia Cosials. “Será un disco con energía y sensaciones de álbum de debut. Estamos tremendamente emocionadas… Y todo nuestro equipo está incluso nervioso. O sea que la pista es que es buenísimo”, afirma, entre risas.
Después de una pequeña gira inglesa a finales de enero en honor a la Independent Venue Week, “un programa de apoyo a salas pequeñas de allí en ciudades también muy pequeñas”, las Hinds volverán a Estados Unidos: “A Austin, para el South By Southwest, y a Nueva York, para unas cosillas pendientes”. Y, aunque tienen “prohibido” comentar el resto de su agenda, se despiden con un saltarín “¡2024, allá vamos!” que contagia las ganas de creer que, una década después, los ecos de aquella explosión aún puedan dar un último arreón al panorama musical. ∎