Las nuevas visiones del flamenco. Foto: Jaime Quintero
Las nuevas visiones del flamenco. Foto: Jaime Quintero

Sintonizando a…

Chema Blanco: “El flamenco, afortunadamente, se nos ha ido de las manos y hoy tiene que ver con el mundo entero”

El nuevo director de la Bienal de Flamenco de Sevilla tiene una exitosa y agitada trayectoria en la gestión y producción cultural. Rendido admirador de Bowie, la Velvet o los Pixies, encontró en el flamenco un universo infinito al que lleva entregado las dos últimas décadas.

Chema Blanco es un cordobés –nacido accidentalmente en Madrid, en 1965– que, a principios del milenio, fundó A Negro Producciones junto a Cisco Casado, otra figura clave en la comunicación y el desarrollo de la música en el sur. Querían hacer una televisión distinta, pero su propuesta no tenía cabida en aquellos tiempos. Su amistad con Pedro G. Romero los llevó a producir el espectáculo “Arena” (2004), del bailaor Israel Galván.

A partir de esa experiencia, Blanco fue el mánager personal de Galván, su amigo y su sombra, mientras que por A Negro pasaron artistas como Miguel Poveda, Rocío Molina, Diego Carrasco, Tomás de Perrate o Dani de Morón. Desde 2017 es asesor y programador del prestigioso y vanguardista Festival Flamenco de Nimes, labor que no pretende abandonar: “No me quiero alejar de Nimes, es muy inspirador. Allí ven el flamenco de una manera mucho más abierta, menos prejuiciosa”.

Al leer tu playlist es fácil preguntarse si solo escuchas flamenco.

Claro que no, escucho mucho más que flamenco y me pregunto cómo puedo dejar fuera a David Bowie, Nick Cave, Lou Reed o Tom Waits. Pero pensé que sería adecuado hacer una lista que contase mi trayecto de aproximación al flamenco, porque el flamenco es mi mundo desde hace ya muchos años.

¿Cómo es ese mundo exoflamenco?

Escucho desde las “Variaciones Goldberg” (1741) de Bach hasta la Velvet Underground o los Bee Gees. Me crié en un pueblo que estaba lejos de todo –Belalcázar (Córdoba)– y la música era la mejor vía de escape. Franco murió cuando yo tenía diez años, entonces cantábamos todos los días el “Cara al sol” antes de entrar a clase. La música me llegó a partir de mis primos mayores, que viajaban al extranjero, y de amigos que vivían fuera. Con 13 o 14 años, escuché “Heroes”, de Bowie. La trajo una amiga de Barcelona grabada en una cinta de casete, me la puso y, a partir de ahí, comencé a tener la música como algo central en mi vida. Vas escuchando, absorbiendo y metiendo en tu ADN artistas que están ahí, en estado latente, y que vuelven en cualquier momento.

Volvamos al flamenco…

El flamenco en mi vida empieza con Lole y Manuel, porque en mi casa no se escuchaba flamenco, pero cuando apareció el disco “Nuevo día” (1975) fue todo un descubrimiento. En la playlist no he seguido un orden temporal ni de preferencias, pero Lole y Manuel sí que pueden ser mi número uno, porque siempre que pienso en flamenco me salen ellos antes que nadie. “Un cuento para mi niño” era como un himno en esa época, una canción flamenca muy jipi que te hablaba de lo bonito que sería si todos los animales estuviesen libres… era como el principio de la ecología flamenca… Como un tripi, sin haberlos probado todavía. Es el primer recuerdo flamenco que me emocionó. Porque antes era muy pequeño y Farina o Caracol no me emocionaban. Me emocionan ahora, pero con ocho años, no.

“El flamenco en mi vida empieza con Lole y Manuel, porque en mi casa no se escuchaba flamenco, pero cuando apareció el disco ‘Nuevo día’ (1975) fue todo un descubrimiento. En la playlist no he seguido un orden temporal ni de preferencias, pero Lole y Manuel sí que pueden ser mi número uno”

De Lole y Manuel llegas a Veneno, y de ese álbum seleccionas “La muchachita”. Me llama la atención no tanto los artistas que has escogido como las canciones que has elegido de algunos de ellos.

En la banda que teníamos en el pueblo la tocaba mi amigo Justo con la guitarra, supongo que muy malamente, pero nos parecía tan irreverente, tan golfa, tan sexual… Podía haber elegido “Los delincuentes” o cualquier otra, pero era la primera vez que yo oía cantar tan descaradamente y tan bonito de esas cosas.

De Kiko Veneno en solitario, en su vuelta en los 90 de la mano de Auserón, destacas “Echo de menos”.

De cualquier disco de Kiko podría haber puesto varias canciones. A mi hermano pequeño, 14 años más chico que yo, le cantábamos el disco de “Seré mecánico por ti” (1982) de pe a pa. De su último disco, “Hambre” (2021), pondría cinco o seis, porque me parece buenísimo. Luego la vida, que es muy loca, me trajo como compañera de trabajo a su hija, Amapola López, y nos hicimos muy amigos. “Echo de menos” es un canto a ese momento de la separación y nunca había escuchado explicarlo de esa manera.

Kiko te lleva a Camarón…

Sí, con “La leyenda del tiempo” (1979), otro álbum fundamental. Mi hermano Ramón, que es muy aficionao al flamenco, nos la suele cantar.

¿Es Camarón quien te abduce definitivamente para la causa flamenca?

No, no, seguía escuchando de todo: pop, rock, disco y cantautores como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Quilapayún… Mi padre era bastante de derechas –era un alcalde de Franco– y mis primos, para putearlo, cuando venían en verano, ponían Quilapayún en el patio de mi casa. Quizá en 2004, cuando empiezo a trabajar con Israel Galván, me centro más en el flamenco, aunque siga yendo al Sónar, al Primavera Sound y a muchos otros festivales…

Y estos festivales, ¿te sirven de inspiración para la Bienal?

Son una inspiración total. Hoy he visto una píldora de Moderat, que vuelve al Sónar, y quiero hacer algo parecido con artistas que vayan a volver a la Bienal. Me gustaría que la Bienal fuese un festival con una estética contemporánea y, aunque es cierto que el flamenco necesita cierta intimidad, me gustaría, por ejemplo, hacer una electroparty flamenca.

¿Qué es lo que no llevarías al festival? ¿Hay algún límite? No como censura, sino algún territorio que no te interese explorar.

No me niego a nada a priori, pero tengo precaución en el sentido de decirle a un artista: “No me cuentes algo que no quieres contarme, y no me lo adornes, y no te escondas”. Es decir, que si un artista necesita una grúa pegando porrazos a la catedral porque lo ve necesario para contar lo que quiere, pues vale: yo le pongo la grúa, aunque después me metan en la cárcel, pero solo si ayuda a contar lo que quiere contar… Pero meter cosas por meter o porque queremos ser todos muy modernos, pues no. Porque lo que no quiero es que el artificio sea el protagonista, y por eso estoy intentando que los artistas entiendan que es más importante buscar la emoción desde la médula de las cosas. Me refiero a artistas que ya están consagrados, no a artistas jóvenes que están empezando.

La Bienal de Flamenco rememora en clave femenina una <a href="https://www.museoreinasofia.es/coleccion/obra/pepe-pinto-antonio-mairena-chocolate-torres-taberna-pinto-sevilla" target="_blank"> fotografía histórica tomada por Colita </a> en 1969.
La Bienal de Flamenco rememora en clave femenina una fotografía histórica tomada por Colita en 1969.

A esos no puedes decirles que no se atrevan, ¿no?

Claro que no. Creo que los jóvenes se tienen que equivocar porque si no, no van a aprender. Pero a los grandes los estoy invitando a salir de su zona de confort.

Insistes mucho en que los artistas tengan algo que contar y me da la impresión de que también necesitas que la Bienal cuente algo, que tenga un componente narrativo, más allá de ser una sucesión de conciertos, actos y espectáculos.

Más que una narración me gustaría que hubiera un cierto clima, una tensión que nos tenga atentos, que nos mantenga ahí. Me gustaría dejar claro que, sobre todas las cosas, la Bienal tiene que ser un espacio de libertad creativa. Y, para marcar esa libertad, quiero echar mano tanto de la tradición como del presente más absoluto.

Háblame de tu concepto de la tradición.

La tradición es algo que tú te imaginas, porque nadie, o muy pocos, hemos visto cantar en directo a mucha gente que ahora mismo son tótems. La tradición es tradición ahora, porque seguro que lo que hoy es tradición en su momento fue algo muy moderno.

La tradición no era tradición cuando nació, evidentemente.

Claro, Camarón es hoy un clásico, Israel Galván puede que lo sea ya, o lo será pronto, pero cuando empezaron los ponían verdes. Me gustaría reflejar cómo se llega al presente y al futuro desde la interpretación de la tradición, pero sobre todo quiero dejar claro que el flamenco es arte y que el arte necesita respirar. Y para eso hay que acabar con los discursos inmovilistas. Afortunadamente, el flamenco se nos ha ido ya de las manos, el flamenco tiene que ver hoy con el mundo entero. Hay un montón de artistas europeos de todas las disciplinas que están deseando relacionarse con el flamenco, que lo tratan de tú a tú. Y eso está muy bien porque el flamenco no es sagrado y hay que quitarle ese estigma de una vez por todas.

No es sagrado, pero muchas veces lo parece. Me acuerdo de cuando Enrique Morente llamaba flamencólicos a los flamencólogos.

El flamenco nos representa como civilización, como pueblo, como cultura, pero es un arte vivo y tiene que seguir vivo, seguir evolucionando para seguir viviendo. Y una de las formas de evolucionar es no tener complejos a la hora de dialogar con otras disciplinas artísticas. Me encantaría que la Bienal fuese un espacio de diálogo entre el flamenco y otras artes.

¿Por eso definiste esta edición como “la Bienal del optimismo”?

Bueno, lo dije en su momento para intentar superar esta etapa tan mala que hemos pasado. Pero también creo que, si de verdad construimos ese espacio de libertad creativa, eso va a favorecer mucho el optimismo. Lo noto cuando le digo a los artistas que su presencia nos define y nos ayuda a explicar que esto tiene que ser así. Como dice Israel Galván: “Aquí hay sitio para todo el mundo”.

“El flamenco nos representa como civilización, como pueblo, como cultura, pero es un arte vivo y tiene que seguir vivo, seguir evolucionando para seguir viviendo. Y una de las formas de evolucionar es no tener complejos a la hora de dialogar con otras disciplinas artísticas”

Uno de tus objetivos es vincular la Bienal con otros eventos.

Estamos en un mundo global, pero la Bienal es un proyecto de ciudad. Y Sevilla va a ser la protagonista. Estoy tejiendo redes con los distintos festivales que hay en la ciudad, pero también tenemos conversaciones con el Festival Grec de Barcelona, con los Teatros del Canal y Conde Duque de Madrid, con Euskadi…

¡Faltaría un escenario flamenco de la Bienal en el Primavera Sound o en el Sónar!

Eso sería total, imagínate, en el Primavera… ¡Qué pasada! O en el Sónar. Rocío Márquez va a publicar con Bronquio un disco que espero que estrene en la Bienal y que luego vaya al Sónar.

Rocío Márquez aparece en tu lista con “Orillo barcelonés”.

Siempre que la oigo cantar, lloro. Te podía haber puesto cualquiera de “Visto en El Jueves” (2019), pero reivindico el fandango de Huelva, de allí es mi pareja. Y artistas como Rocío o Arcángel lo están poniendo en valor.

Me sorprende que de todo el repertorio de Morente elijas “Estrella”, aunque “Despegando” (1977) sea uno de sus mejores discos.

Morente tenía que estar en esta lista porque está en mi vida. Iba a poner algún título de “Omega” (1996), claro, pero me parecía muy previsible, a pesar de que lo vi todas las veces que pude. “Omega” merece un tratamiento aparte. Pero en “Estrella”, con esa guitarra de Pepe Habichuela, ya había algo de rock and roll. Y tiene esa letra de querer salvarnos a todos… Es tan intenso como el “Amarguras”, de Rafael Riqueni. Para mí Riqueni es, con Vicente Amigo y Manolo Sanlúcar, el mejor guitarrista flamenco. “Amarguras”, además, es Sevilla. Yo nunca pensé que iba a vivir aquí, en Sevilla, aunque quizá vine buscándola, la soñé de chico, cuando escuchaba a Lole y Manuel. Después me olvidé de Sevilla y luego volví a buscarla. Y la encontré. Esta versión de Riqueni es Sevilla pura.

Riqueni es Sevilla y ¿Vicente Amigo es Córdoba?

Totalmente. Aunque sea de Guadalcanal (Sevilla), Vicente es un cordobés que ha nacido en otro lugar, como yo. Todo el disco “De mi corazón al aire” (1991) es una obra maestra. “Callejón de la Luna” es Córdoba, o al menos es mi Córdoba. Esa zona mágica de Córdoba, la morería y la judería…

Y entre uno y otro, Manolo Sanlúcar.

Creo que su obra maestra es “Tauromagia” (1988), pero he puesto “Romero y Jara” porque es una serrana que me emociona mucho. Manolo está pasando una época regular de salud y lo tengo muy presente. Me parece una persona muy auténtica y un artista potentísimo. Y esta canción tiene un matiz de alegría y de tirar para delante.

Heterodoxia musical viva. Foto: Joaquín Aneri
Heterodoxia musical viva. Foto: Joaquín Aneri

De Sanlúcar de Barrameda nos vamos a Sant Esteve Sesrovires.

Descubrí a Rosalía cantando en un espectáculo de Leonor Real, Úrsula López –actual directora del Ballet Flamenco de Andalucía– y Tamara López que se llamaba “JRT” –por Julio Romero de Torres, volvemos a la conexión con Córdoba– en el que participaba como asesor Pedro G. Romero. Muchas de las canciones del disco “Los Ángeles” (2017) ya estaban ahí. Flipé con la voz de esa muchacha. Yo conocía a todos los que estaban en el escenario menos a la cantaora. Me gustaba mucho ya “Catalina” de Manuel Vallejo y, cuando Chavela Vargas cantaba “Macorina”, la considerábamos un himno LGTBI total. Fue una cosa superbonita que Rosalía cantara esa canción de Vallejo y que la hiciera tan bien.

¿Te gusta más “Los Ángeles” que “El mal querer” (2018)?

Sí, me gusta más. Me gusta todo lo que hace Rosalía, pero ese disco me dejó flipado.

Vayamos con Pájaro y con Bambino.

Pájaro hizo en “Santa Leone” (2012) una revisión de toda la música de Sevilla de los 70 y de los primeros 80. Y este temazo, “Ione”, es una manera increíble de acercar el rock y el surferío a las marchas de Semana Santa. Y Bambino es un personaje que me fascina. Me he enterado que están haciendo una película ahora de él y yo creo que debería dirigirla Scorsese, como mínimo. Es broma. Pero es que Bambino te canta “Soy lo prohibido” y antes de que acabe la frase ya estás follando. Si no te has puesto, ya te pones.

Yo siempre relaciono a Bambino con María Jiménez.

Totalmente. Te pones cualquiera de María Jiménez y te pasa lo mismo que con Bambino. Estoy viendo la manera de recuperar la figura de María Jiménez en la Bienal. La rumba es muy importante.

Aunque no solo de rumba vive el hombre. También está la bulería.

Me encanta Jerez y su cante. Y cuando La Paquera canta por bulerías es como un mantra, algo hipnótico.

Tu lista acaba con Niño de Elche…

El disco “Antología del cante flamenco heterodoxo” (2018) me parece una maravilla y en “Rumba y bomba de Dolores Flores” no se puede tener más cara ni más arte. Paco es un delirio y en directo me arrebata. Es muy valiente. Con sus aciertos, sus errores, sus luces y sus sombras me interesa siempre y escucharé todo lo que haga. Cuando me quiero levantar la moral, me pongo este tema y reviento calderas.

Y no está en la lista, porque incomprensiblemente no lo encontramos disponible en Spotify, pero está en tu alma el gran Fernando Terremoto hijo. Podemos escucharlo aquí:

Lo conocí haciendo “La edad de oro” (2005) con Israel Galván y creamos un vínculo afectivo muy fuerte. Teníamos muchas ganas de enredarlo para que grabara un disco, para que diera un pasito adelante y escuchase otras músicas. Le encargamos la producción a Gecko Turner, pillaron muy buen rollo, y nos lo pasamos maravillosamente bien grabando el disco en Tarifa. Fue la hostia. “La canastera” es una versión que hace de este tema de Camarón.

Fue un intento de Camarón de hacer un género nuevo, ¿no?

Exactamente, pero Fernando la aceleró un poco más. Es un temazo. Yo no tengo el disco de Fernando, no soy capaz de escucharlo, me muero de pena todavía. Murió justo cuando íbamos a presentarlo y para él era importantísimo hacer esa versión. Con Fernando descubrí Jerez.

“Las generaciones jóvenes conocen perfectamente la tradición y no les da miedo asumir el futuro, interviniendo. Tienen un anclaje tremendo con la tradición, pero saben que no pueden estar haciendo siempre lo mismo y que, si quieren ser artistas y aspirar a tener su sitio, tienen que demostrar un lenguaje propio”

Yo he descubierto en tu lista a RomeroMartín.

Fui a verlos a un club de música electrónica de Sevilla y entendí el potencial que había en temas como el “Tango de la cocaína”, una canción de los años 20 que cantaba Mary Santpere. O “La nana del culo”, que incluye fragmentos de un poema de Pedro Lemebel, un performer chileno. Quería ir al escenario, comerme a Álvaro Romero a besos y decirle “¡ole tu valentía!”, porque es un poema muy duro… Romero es otro de los que conocen la tradición totalmente y ha cantado en un montón en tablaos, pero tiene un universo propio y quiere llevarlo a donde sabe expresarlo, que es el flamenco. Y tiene todo el derecho del mundo a meterle electrónica. O lo que le quiera meter.

En otras generaciones, cuando se hablaba de nuevos flamencos que habían escuchado flamenco pero también rap, funk o rock, la sensación era que habían escuchado más esos géneros que flamenco.

Yo creo que ahora es al contrario. Las generaciones jóvenes conocen perfectamente la tradición y no les da miedo asumir el futuro, interviniendo. Tienen un anclaje tremendo con la tradición, pero saben que no pueden estar haciendo siempre lo mismo y que, si quieren ser artistas y aspirar a tener su sitio, tienen que demostrar un lenguaje propio. No puedes seguir cantando como Manolo Caracol o La Niña los Peines, pero puedes reinterpretarlos. En eso es una maestra Mayte Martín, de la que he puesto “Vidalita” porque fue lo primero que escuché de ella. A partir de ahí le pregunté a Cisco Casado por su obra y descubrí todo lo que hacía. Y siempre que puedo voy a escucharla, porque me fascina. Mayte interpreta a los clásicos y los hace suyos, la escuchas sin verla y la reconoces, aunque esté cantando por un clásico. Me parece muy legítimo buscar tu sitio partiendo de los clásicos y mezclarlos con tu lenguaje. Y habrá muchos errores, por supuesto, pero seguro que también habrá aciertos interesantísimos. “Omega” es el paradigma de esto que digo, o el disco “Gualberto y Agujetas” (1979). Hay que dejar a la gente que haga cosas, que busque, que se busque a sí misma, que busque dentro del flamenco y fuera, que se acerque, que se aleje, que haya diálogo, que no se hablen, que se peleen…

Tienes mucha fe en la gente joven.

Hay una ebullición brutal, los veo con ganas de buscar y de saber. Una cosa que me encanta es que entre ellos van a verse los unos a los otros todo el tiempo. Y yo eso lo he visto muy pocas veces antes: he visto a pocos artistas flamencos viendo espectáculos de otros artistas flamencos y ahora los veo a todos en los de todos. Desde las ganas de aprender se está rompiendo esa cosa binaria del flamenco, hay más comunidad.

Siempre insistes en que el flamenco tiene que dejar de ser tan binario.

Es que no entiendo eso de que si eres admirador de Israel Galván no te pueda gustar Farruquito o viceversa. ¿Por qué no puedes apreciar a los dos? ¿Por qué no pueden convivir? El flamenco ha sido muy binario. Binario y excluyente.

Desde luego en tu playlist no eres ni una cosa ni la otra.

Eso espero… ∎

Playlist / Sintonizando a… Chema Blanco


  1. Lole y Manuel: “Un cuento para mi niño” (de “Nuevo día”, 1975)
  2. Veneno: “La muchachita” (de “Veneno”, 1977)
  3. Kiko Veneno: “Echo de menos” (de “Échate un cantecito”, 1992)
  4. Camarón: “Viejo mundo” (de “La leyenda del tiempo”, 1979)
  5. Enrique Morente: “Estrella” (de “Despegando”, 1977)
  6. Rafael Riqueni: “Amarguras” (de “Aires de Sevilla”, 2020)
  7. Manolo Sanlúcar: “Romero y Jara (Serrana)” (de “Mundo y formas de la guitarra flamenca, Vol. III”, 1972)
  8. Vicente Amigo: “Callejón de la Luna (A Juan Habichuela)” (de “De mi corazón al aire”, 1991)
  9. Mayte Martín: “Vidalita (Vilalita)” (de “Querencia”, 2000)
  10. Rosalía: “Catalina” (de “Los Ángeles”, 2017)
  11. RomeroMartín: “Nana del culo” (de “Manifiesto”, 2020)
  12. Rocío Márquez: “Orillo barcelonés” (de “El Niño”, 2014)
  13. Pájaro: “Ione” (de “Santa Leone”, 2012)
  14. Bambino: “Soy lo prohibido” (de “Soy lo prohibido”, 1985)
  15. La Paquera de Jerez: “Mi canto por bulerías” (del EP “La Paquera canta”, 1958)
  16. Niño de Elche: “Rumba y bomba de Dolores Flores” (de “Antología del cante flamenco heterodoxo”, 2018) ∎
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