rusowsky: envolvente y enérgico. Foto: Óscar García
rusowsky: envolvente y enérgico. Foto: Óscar García

Festival

Vida, un mosaico de sonidos

El festival Vida ha celebrado su undécima edición con ánimo de reseteo interno, una programación rica en todos los sentidos y una considerable cifra de asistencia si nos atenemos a los datos servidos por la organización. La cita festivalera de Vilanova i la Geltrú inicia el segundo decenio de su trayectoria con buenas vibraciones.

#VidaReborn, este ha sido el concepto que ha acompañado a la undécima edición del festival Vida, celebrado en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) del 3 al 5 de julio, al que han asistido a lo largo de las tres jornadas –son datos de la organización– un total de 32.000 personas. Tras el hashtag, la organización nos habla de un renacer creativo en el que se ha rebautizado la edición como “cero”, un nuevo punto de partida, una reinvención tras diez años buscando apostar por una programación innovadora, fresca y transformadora, fiel a sus valores de sostenibilidad, cercanía y apoyo a la música emergente.

Y aparte de en un hashtag repartido por todo el recinto y en el “cero” que adornaba los vasos, ¿se ha notado en algo más?, nos podemos preguntar. La respuesta es que sí, la sensación generalizada entre el público es que se ha notado esta reinvención, considerándose esta edición la mejor de los últimos años, si hablamos de música. El programa ha tenido una mayor consistencia, los cabezas de cartel han respondido con buenos conciertos –Richard Hawley, Royel Otis, CA7RIEL & Paco Amoroso, Kae Tempest o Benjamin Clementine, entre ellos– y se han confirmado trayectorias ascendentes: DEADLETTER o roserona, por poner dos ejemplos.

Ciertamente también hay espacio para la mejora. La ola de calor, junto con algún cambio de escenario, ha provocado situaciones delicadas como la actuación de Yerai Cortés en La Masia en un momento de calor asfixiante y sin apenas sombras para el público y los artistas o la gestión de la información sobre la situación de las fuentes de agua. Pero estos son detalles por pulir que sin duda se mejorarán en el futuro y no empañan el renacimiento de un festival que ha ofrecido grandes momentos este año y los augura para ediciones venideras. Javier Burgueño

Richard Hawley: clasicismo que atrapa. Foto: Óscar García
Richard Hawley: clasicismo que atrapa. Foto: Óscar García

Jueves, 3 de julio

El concierto inaugural del festival corrió a cargo de La Ludwig Band, extendida hasta formar una big band con la participación de Meritxell Neddermann a los teclados, Tarta Relena a los coros y Alba Armengou y Eva Fernández formando parte de la sección de vientos, entre otros músicos. De los arreglos de las canciones se encargó Sergi Vergés. La formulación extendida aportó un punto lúdico a los temas de la banda, enriqueciendo la mayoría de ellos, dando un mayor protagonismo a los vientos y potenciando los matices festivos, destacando especialmente canciones como “El meu amor se’n va de vacances”, “S’ha mort l’home més vell d’Espolla”, “Les calderes d'en Pere Botero” o “Manela, no vull currar per vostè”. El público respondió a la big bang celebrando todos los temas, como fiesta de inicio del festival que era. De la celebración del escenario Estrella Damm a la introspección en La Masia con pablopablo. En formato trío, acompañado de batería y saxofón, Pablo Drexler desgranó un cuidado set de canciones bonitas y pulidas que se hubieran podido apreciar mejor en un entorno como El Vaixell, ya que los condicionantes (el propio escenario y el bochorno que el conato de tormenta no se había acabado de llevar todavía) acabaron jugando en su contra.

Richard Hawley destila elegancia, saber estar y porte de crooner atemporal, algo de sobras conocido; velando por él, Roy Orbison siempre sobrevuela sus conciertos, atento al quehacer de su más aventajado discípulo. Cuando se acompaña de su banda, Hawley da rienda al rock con dejes psicodélicos que siempre ha compaginado con su muestrario de temas de pop melódico y agridulce, algo que agradeció un público expectante, con muchos seguidores del de Sheffield trasladados a Vilanova i la Geltrú para la ocasión. Las tomas de “Tonight The Streets Are Ours” y “Coles Corner” valieron por un concierto entero, pero Hawley y compañía ofrecieron mucho más con un repertorio absolutamente impecable. Y después, al fondo del bosque, nos encontramos con Rufus T. Firefly en La Cova, “Todas las cosas buenas” (2025) bajo el brazo y noche cerrada ya. El amago de tormenta de la tarde se ha llevado el bochorno que, spoiler, no querrá abandonarnos el resto de días del festival. Esta vez la actuación no se va a escuchar a través de unos cascos, como en algunas presentaciones anteriores de la banda ribereña, no es el entorno ni el momento adecuado para algo así. Para lo que sí es el momento y el lugar adecuado es para bailar con temas como “El principio de todo” o “La plaza”, cerrar los ojos y dejarse llevar por la música, cosa que hicimos todos los presentes.

Para acabar el día y dejar ir toda la energía remanente, qué mejor que un concierto de Aiko el grupo. Punk pop desinhibido y efervescente, temas cortos y divertidos para tararear y, si quedan fuerzas, acercarse a primera fila para hacerle los coros a gritos a Teresa Iñesta y confirmar que no somos capaces siquiera de igualar su ímpetu y vigor. Y después, salir del festival con una sonrisa en la cara mientras “A mí ya me iba mal de antes” sigue resonando en la cabeza. Javier Burgueño

Mushkaa: ella sabe conectar. Foto: Óscar García
Mushkaa: ella sabe conectar. Foto: Óscar García
En el escenario La Cabana Jägermusic, Figa Flawas fueron los primeros en desbordar las costuras del festival. El pequeño espacio se les quedó corto ante la multitud que se apretaba para verlos, corear sus temas y dejarse contagiar por su energía. El grupo de Valls, formado en el verano de 2020, ha ido conquistando al público con su personal mezcla de pop, sonidos urbanos y tropicales, entre reguetón elegante y R&B luminoso. En el Vida estrenaron en primicia su nueva canción “A la freska”, un tema veraniego que fue celebrado por sus numerosos fans mientras cantaban con ellos el resto de su repertorio. Su set, lleno de buen humor y ritmo, marcó uno de los primeros grandes momentos del día. La joven Mushkaa, por su parte, demostró por qué es una de las artistas más prometedoras de la escena catalana actual. Su concierto en el gran escenario de La Masia estuvo cargado de carisma y emoción. Con una voz poderosa y una presencia magnética, desplegó su propuesta de pop urbano con acentos íntimos y melancólicos, generando una complicidad evidente con el público. Uno de los momentos más celebrados fue cuando invitó al cantante de Figa Flawas a unirse a ella para interpretar juntos “Diabla”, arrancando una ovación general. También presentó su nuevo single, “No existirán”, una pieza fresca y contundente que confirma su talento y su conexión con la gente.

Royel Otis: engrasados. Foto: Óscar García
Royel Otis: engrasados. Foto: Óscar García

El dúo australiano Royel Otis encendió el escenario Estrella Damm con un concierto vibrante y perfectamente engrasado. Su sonido, una mezcla de guitarras melódicas y actitud desenfadada, conquistó al público del Vida desde el primer acorde. Brillaron especialmente con su himno “You Are So Fucking Gorgeous”, y ofrecieron en primicia “car”, adelanto de su próximo álbum, “Hickey”, previsto para el 22 de agosto. La sorpresa llegó con su explosiva versión de “Murder On The Dancefloor” (Sophie Ellis-Bextor), que hizo saltar y bailar a todos los asistentes, mientras cerraban su actuación con “Oysters In My Pocket”. Royel Maddel apenas mostró su rostro durante el concierto, escondido bajo su camiseta de The Jesus Lizard, pero su música habló por sí sola y dejó al público con ganas de más.

nusar3000: enigma magnético. Foto: Óscar García
nusar3000: enigma magnético. Foto: Óscar García

La noche continuó en La Masia con rusowsky, quien ofreció un concierto espectacular que puso un broche inolvidable a la jornada. El de Fuenlabrada, que fusiona pop alternativo y electrónica con matices melódicos y sofisticados, se presentó acompañado de Ralphie Choo para interpretar juntos “BBY Romeo”, uno de los temas clave de su nuevo disco. Con un set envolvente y cargado de energía, rusowsky logró conquistar al público con su carisma y sensibilidad, en un cierre que alternó momentos de baile y emoción. En paralelo, y como última parada para muchos antes de abandonar el recinto, nusar3000 transformó La Cabana Jägermusic en un viaje sonoro hacia la danza del futuro. Con un set atrevido y magnético, presentó su nuevo tema “ALEJANDRÍA”, desplegando una visión global y creativa que combinó sonidos caribeños, bolivianos, cariocas y orientales en una mezcla imposible de no bailar. Aunque algunos aún recuerdan su faceta más puramente DJ, aquí volvió a demostrar que su propuesta actual brilla con personalidad, frescura y ritmo, encendiendo la noche hasta el último minuto. Así, entre escenarios llenos, aplausos, sudor y melodías que se quedaban flotando en el aire, el Vida abrió con una jornada inaugural que dejó claro su espíritu: combinar tradición y modernidad, grandes nombres y talentos emergentes, y ofrecer al público una experiencia mágica y vibrante que marca el inicio de un fin de semana para recordar. Laia Marsal

Viernes, 4 de julio

El viernes empezó al pie del escenario El Vaixell, entre los pinos del bosque. Un marco bucólico e intimista que, por su cercanía al público, reforzaba el mensaje de Anna Andreu (voz, guitarra) acompañada por Marina Arrufat (percusiones, violín, teclados y todo lo que haga falta). Canciones oníricas y crudas que se adentran en el oyente hasta lo más profundo. Presentaron “Vigília” (2025), su nuevo disco, tercer capítulo de una trayectoria impecable. También versionaron “Albada” de Labordeta y, entre la fatalidad subyacente de “Roja i espessa” o “La navalla” y la intimidad de “Turons”, hubo tiempo también para recordar a Federico García Lorca con “Canción del jinete”.

Anna Andreu y Marina Arrufat: emoción profunda. Foto: Óscar García
Anna Andreu y Marina Arrufat: emoción profunda. Foto: Óscar García
Yerai Cortés y su guitarra flamenca triunfan allá por donde pasa, y eso que el inicio del concierto se complicó debido al cambio de escenario a una hora en que el sol se mostraba inclemente con artistas y público: más de uno acabaría huyendo de las primeras filas buscando refugio en las pocas sombras que se podían encontrar alrededor del escenario La Masia en esos momentos. Yerai y las seis cantaoras que lo acompañan soportaron el calor estoicamente y con sonrisas, pareciendo inmunes al sofoco y al riesgo de insolación, repasando “LA GUITARRA FLAMENCA DE YERI CORTÉS” (2024) con canciones como “MAIKEL NAI”, “SONAR POR BULERÍAS”, “POR TU SILENCIO LLORO” o “LO MALO QUE HE SIDO CONTIGO”. Según lo visto, el presente del flamenco es suyo.

Yerai Cortés: flamenco bajo el sol. Foto: Óscar García
Yerai Cortés: flamenco bajo el sol. Foto: Óscar García
El Tiny Desk Concert de NPR que protagonizaron el pasado otoño los catapultó a la fama y el de boca en boca comenzó a funcionar a toda velocidad, llamando la atención sobre la amalgama de influencias que vuelcan en su directo –jazz, funk, soul, psicodelia, rock latino– y abarrotando sus directos, como sucedió ante el escenario Estrella Damm. CA7RIEL & Paco Amoroso tienen clara esta situación y comenzaron la fiesta por todo lo alto con “DUMBAY” y “BABY GANGSTA”. Derrochando actitud y arropado por unos excelentes músicos, el dúo mantuvo la intensidad a lo largo del concierto, algo menor quizá en los temas que hicieron en solitario a mediados de la actuación, a la vez que se reían de sí mismos al encarar el final del show. O quizá lo que hacían era lanzarnos a la cara las contradicciones de su éxito con “IMPOSTOR” o “#TETAS”.

CA7RIEL & Paco Amoroso: actitud desenfrenada. Foto: Óscar García
CA7RIEL & Paco Amoroso: actitud desenfrenada. Foto: Óscar García

Vivir fuera de casa para rencontrarse, irse para saber de dónde eres. La barcelonesa Bikôkô ha pasado por Nueva York y Londres y esa distancia la ha ayudado a encontrar su lugar. Su propuesta de R&B, neosoul y sonidos africanos brilló en La Cova, donde se presentó acompañada por dos percusionistas y su padre al bajo, el Bikôkô original, según dijo, destacando los temas del excelente “A 1 IS BETTER THAN A 0” (2024) en general y “Jealousy” en particular, aprovechando la ocasión para presentar algunos nuevos temas en castellano.

Haciendo decidir al público entre si son monárquicos o juancarlistas, dejando mensajes grabados en el móvil para los que no han venido antes de dar paso a “Todos menos tú” o sacando al escenario al director del festival para denunciar que todo es una farsa al final de “Lance Armstrong”, homenaje en forma de pogo al denostado ciclista, Parquesvr volcaron en directo todo el potencial de su rock afilado aderezado con electrónica, punk, flamenco, cumbia y lo que haga falta, al que suman letras a medio camino entre el absurdo, la crítica y el cinismo. ¡Y, para colmo, tienen en “Pero” la que debería ser elegida canción del verano del último lustro! Javier Burgueño

Ichiko Aoba: masaje onírico. Foto: Óscar García
Ichiko Aoba: masaje onírico. Foto: Óscar García

La segunda jornada del Vida Festival desplegó un abanico de emociones y contrastes, donde la delicadeza se mezcló con la furia, la danza con la poesía, y el riesgo con la comodidad. Entre escenarios y estilos muy distintos, el público vivió una noche de descubrimientos y confirmaciones, con momentos de intensidad colectiva y otros de recogimiento casi espiritual. Desde la acústica fantasmal de Ichiko Aoba hasta el grito político y abrasador de DEADLETTER, pasando por la energía bailable de Delaporte o la brisa electrónica de Joe Goddard, el festival volvió a demostrar su capacidad para sorprender y emocionar en igual medida.

Ichiko Aoba abrió la tarde en el escenario El Vaixell con un set íntimo y delicado que por momentos parecía invocar a los pájaros y al viento del mar. Tan solo con su guitarra clásica y una voz frágil tejió melodías oníricas que capturaron a buena parte del público en un silencio reverente. Sin embargo, para quienes ya conocen su trayectoria en Japón, donde su propuesta es ampliamente conocida y hasta comercial, el concierto resultó excesivamente previsible, casi decorativo: hermoso y pulcro, sí, pero falto de la sorpresa y la tensión que también define este festival.

DEADLETTER: el grito. Foto: Óscar García
DEADLETTER: el grito. Foto: Óscar García
El contraste fue absoluto con DEADLETTER, que ofrecieron en La Cabana Jägermusic uno de los mejores conciertos del Vida este año. Con su post‐punk feroz, guitarras cortantes y actitud incendiaria, se adueñaron del espacio y de todos los presentes, que no pudieron apartar la vista ni los pies del suelo. Estrenaron en primicia un tema nuevo, “It Comes Creeping”, tan urgente y magnético como el resto de su repertorio. Y como colofón, el vocalista lanzó un contundente “free Palestine!”, que resonó como un grito necesario y sincero, arrancando aplausos y dejando claro que DEADLETTER no es solo una banda excepcional, sino también una voz política y valiente.

Kae Tempest: la palabra viva. Foto: Óscar García
Kae Tempest: la palabra viva. Foto: Óscar García
En La Masia, Kae Tempest convirtió su concierto en una ceremonia de palabra y emoción. Con nuevo disco recién publicado y una voz ligeramente más áspera, mantuvo intacta su capacidad de hipnotizar a través del ritmo y la poesía. Cada verso, cargado de vulnerabilidad y fuerza, conectó con un público que se entregó a su narrativa combativa e íntima. Fue uno de esos momentos en los que el silencio entre canción y canción se llenaba de significado, una prueba más de que Tempest sigue siendo una de las voces más necesarias de nuestra época. En el Escenario Estrella Damm, The Lemon Twigs ofrecieron una actuación algo descafeinada, con un vestuario que recordaba más al equipo de investigación de Scooby‐Doo que a una banda de rock. Su pop retro no terminó de cuajar, y ni siquiera un bajo idéntico al de Paul McCartney logró insuflar ritmo a una actuación que se sintió plana y previsible. Como dijo Lou Reed, “I don’t like The Beatles”, y quizá este fue el momento perfecto para ir a por un frankfurt y esperar mejores sensaciones en los siguientes conciertos. Joe Goddard, en cambio, devolvió la magia al Estrella Damm con un set elegante y luminoso, en el que su electrónica sofisticada hizo sentir la brisa del mar entre beats y melodías que flotaban sobre el público. Su propuesta fue un remanso perfecto para esa hora de la noche, entre el baile suave y la contemplación.

Joe Goddard: remanso nocturno. Foto: Óscar García
Joe Goddard: remanso nocturno. Foto: Óscar García

Delaporte, en La Masia, encendieron la pista desde el primer momento con su versión de “Toro” (El Columpio Asesino) y siguieron con su tecno-pop contagioso, hecho para no parar de bailar. Sandra Delaporte derrochó energía y carisma, llevando al público a un estado de euforia colectiva que convirtió el escenario en una auténtica discoteca al aire libre. Y en La Cabana Jägermusic, Amor Líquido cerraron la jornada con un directo potente y reivindicativo. Sus letras feministas y su mezcla de punk y pop hicieron estallar al público, especialmente con su reciente tema “Baila”, y con “Mírame”, que desató una ovación y dejó claro que su mensaje y su ritmo son igual de poderosos. Quizá haya llegado el momento de que proyectos como DEADLETTER o Amor Líquido empiecen a dar el salto a escenarios más grandes. No solo por el nivel artístico que ya demuestran, sino porque si queremos un verdadero reborn generacional en el panorama musical hay que apostar por que las nuevas voces tengan espacio, volumen y visibilidad. Su grito feminista, político y comprometido merece llegar lejos y llenar plazas. Y también quizá sea hora de dejar de dar tanta cabida a la estética vacía y complaciente del siglo pasado, para que lo que resuene sea la fuerza de lo que está por venir. Laia Marsal

joseluis: en el buen camino. Foto: Óscar García
joseluis: en el buen camino. Foto: Óscar García

Sábado, 5 de julio

Empezamos el día escuchando a joseluis presentar las canciones de su debut en largo para Sony, “Por ahora para siempre” (2025). En formación de trío, tras algún titubeo inicial, desgranó el álbum de forma convincente, sonando crudo en temas como “Accidente” o “¿Dónde estás?”. Apunta maneras, presencia y canciones. Es cuestión de estar atentos al camino que seguirá, algo que también podemos aplicar a la británica Billie Marten: sus composiciones tienen aquel punto de emoción que te sugieren que algo grande podría estar en ciernes, que pronto podría destacarse del pelotón y brillar en solitario.

Una butaca y una mesita con copas y una botella de vino sobre El Vaixell dejaban entrever la propuesta reposada e intimista que roserona nos iba a ofrecer. Acompañada de Néstor Pérez, guitarrista de Galgo Lento, la cantante de Cardedeu desplegó un repertorio a medio camino entre el indie y la canción de autor impregnada de aires de jazz, referencias a Paolo Conte incluidas (“Marlborowinston”). Hacia el ecuador de la actuación subió al escenario Socunbohemio para acompañarla en “Potser som”, tema conjunto que forma parte de su nuevo EP, “Caro diario” (2025). Elegante propuesta la de roserona, que supo llegar a buen puerto en un escenario de navegación complicada.

Tarta Relena: conjuros vocales. Foto: Óscar García
Tarta Relena: conjuros vocales. Foto: Óscar García

Mientras los cabezas de cartel del día se daban un baño de multitudes en el escenario Estrella Damm, la mezcla de tradición y modernidad, de pop y música contemporánea que conforma el universo siempre en expansión de Tarta Relena se adueñaba de La Cabana. Canciones en varios idiomas –latín, sefardita, castellano, italiano, catalán–, temas que siguen el compás de los datos de las temperaturas del mar y otros tocados al revés con los que acabar consiguiendo dos canciones a partir de una grabación: “Odnoramat” y “Tamarindo”. Todo ello dejando un reflejo perdurable en el oyente, como las alamedas de Lorca a las que cantan en la canción “Las alamedas”. Hechiceras.

En su renacer, el festival Vida ha buscado contar de nuevo con una de las apuestas más acertadas de su andadura, Benjamin Clementine. El británico volvió al festival para presentar “Sir Introvert And The Featherweights”, su cuarto álbum, pendiente de publicación hasta finales de año, tras el que piensa reorientar su carrera y despedirse de la música. La novedad de los temas no fue problema para una audiencia que se mostró totalmente entregada desde el inicio a un Clementine arrebatador, que nos arrastró en un viaje emocional casi lastrado al final, ante su obstinación de estirar en demasía la interacción con el público en “Condolence”. Pero supo vadear la cuestión recuperando la emoción en una recta final en la que entonó “Adiós”, “Tempus fugit” o “I Won’t Complain”. BERNARDA, el proyecto personal de Bernat Cuyàs, apoyado sobre el escenario por batería, guitarras, teclados y saxofón, llevó al directo las canciones de su último álbum, “Algú vol un flam?” (2025), postre de regalo a repartir entre el público en las profundidades de La Cova. Fue una actuación fresca y desenfadada, con momentos para la introspección y otros para el desenfado (ese “Figaflor” desgañitado), en la que también sonaron temas de su anterior “Mi amor por ti” (2023). De la intimidad de “Sadboy en bicicleta” al desenfado de “Un amor de verano”, BERNARDA derrochó sinceridad y compromiso a lo largo de una estupenda actuación. Javier Burgueño

Benjamin Clementine: cambio de ciclo. Foto: Óscar García
Benjamin Clementine: cambio de ciclo. Foto: Óscar García

El último día del Vida Festival arrancó con el ambiente cargado de expectativas y una mezcla de cansancio y emoción en el público, que todavía guardaba energía para despedir la edición por todo lo alto. La jornada del sábado trajo una sucesión de momentos inolvidables, donde convivieron la precisión británica, la locura desbordada, el groove sofisticado, la electrónica juguetona y la cumbia anárquica, en un cierre que hizo justicia al espíritu del festival.

Supergrass: hits sin fisuras. Foto: Óscar García
Supergrass: hits sin fisuras. Foto: Óscar García
Uno de los platos fuertes de la noche fue Supergrass, que subió al escenario Estrella Damm con puntualidad y sobriedad británica. El grupo, referente del britpop de los noventa, desplegó un set sin fisuras donde cada canción sonó limpia, potente y perfectamente medida. El público, entre nostálgico y curioso, coreó sus grandes éxitos con una sonrisa, mientras la banda demostraba por qué sigue siendo sinónimo de profesionalidad. El batería Danny Goffey fue sin duda el protagonista, con una actuación contundente y dinámica que marcó el ritmo y dio vida a un repertorio tan impecable como predecible. El grupo se mantuvo fiel a su esencia: su perfeccionismo no dejó espacio para la sorpresa, pero sí para disfrutar de un concierto elegante, sólido y ejecutado con maestría. Temas como “Alright” o “Pumping On Your Stereo” hicieron que la gente se entregara con entusiasmo, aunque sin grandes sobresaltos. A las 23:30, en el mismo escenario, Future Islands cambió radicalmente la energía de la noche con un espectáculo visceral y magnético. El cantante Samuel T. Herring dominó el escenario con su particular mezcla de vulnerabilidad y locura, recorriendo el mismo de punta a punta con movimientos imprevisibles, a veces casi violentos, otras tiernos, siempre intensos. Desde el inicio, la banda estadounidense combinó la melancolía de sus melodías con la actitud desafiante y emocional de Herring, que parecía estar viviendo cada verso como una confesión. Los temas nuevos recibieron una buena acogida y el momento culminante llegó con “Seasons (Waiting On You)”, cuando el público estalló en un coro unánime y una energía colectiva que electrizó el aire. La locura escénica de Herring y la entrega de la banda convirtieron su concierto en algo más que música: un espectáculo físico, catártico y emocionante que dejó claro por qué disponen de uno de los directos más memorables de su generación.

Future Islands: la intensidad de Samuel T. Herring. Foto: Óscar García
Future Islands: la intensidad de Samuel T. Herring. Foto: Óscar García
En el escenario La Masia, más tarde de lo que habría sido ideal, Ezra Collective ofreció uno de los sets más sofisticados y cálidos de la jornada. La banda londinense, con su mezcla de jazz, afrobeat y espíritu festivo, contagió al público con su ritmo, aunque la sensación general fue que su propuesta habría brillado aún más si hubiera coincidido con la puesta de sol. Sus colores, su groove expansivo y su energía vital pedían ese momento mágico del atardecer que finalmente no tuvieron. Aun así, desplegaron todo su arsenal con maestría: temas de sus trabajos anteriores, improvisaciones y el flamante single “Body Language” se sucedieron mientras la ya mítica frase “God gave me feet for dancing” provocaba que la audiencia se rindiera al baile. Fue una fiesta colectiva, cálida y contagiosa, aunque con un horario menos agradecido de lo que merecía su música.

Ezra Collective: expandiendo groove. Foto: Óscar García
Ezra Collective: expandiendo groove. Foto: Óscar García
De vuelta al escenario Estrella Damm, Chico Blanco supo transformar el ambiente en una especie de rave elegante y suave, con su mezcla de electrónica, pop y actitud juguetona. Con una presencia relajada pero segura, impuso su propio ritmo y convirtió la pista en un espacio donde la gente bailó sin frenesí, pero con constancia y complicidad. El momento más curioso llegó cuando se atrevió a versionar “Cadillac solitario” de Loquillo y Trogloditas, un guiño inesperado a la historia del pop español que pasó inadvertido para buena parte del público, demasiado joven o distraído para reconocerlo, pero que añadió una capa de humor y personalidad a su set. Pablo Cobo demostró que no hace falta recurrir a estridencias para crear un ambiente magnético: bastó con su delicadeza y su buen gusto para mantener al público en movimiento y atento hasta el final.

Meridian Brothers: la bomba colombiana de Eblis Álvarez. Foto: Óscar García
Meridian Brothers: la bomba colombiana de Eblis Álvarez. Foto: Óscar García

Para cerrar, casi como un regalo para quienes aún conservaban fuerzas, Meridian Brothers tomaron el escenario La Cabana Jägermusic y lo convirtieron en un auténtico carnaval psicodélico. La banda colombiana desplegó su cumbia experimental con una mezcla de humor, anarquía y ritmo que desbordó las expectativas. “Policía”, con su estribillo provocador con ecos de Eskorbuto –“Sucio policía, no hay diversión / Anarquía absoluta, la solución”–, fue uno de los momentos más coreados de la noche, mientras el público, ya entregado al delirio, bailaba y cantaba sin reservas. La sensación era que el escenario se les quedaba pequeño: su energía y su creatividad parecían no caber en aquel rincón del bosque. Con su propuesta juguetona y rebelde lograron crear un momento mágico y caótico, un final perfecto para quienes aún buscaban algo distinto, inesperado y auténtico. Así cerró el Vida Festival su última jornada: con la precisión de Supergrass, la locura de Future Islands, el groove elegante de Ezra Collective, la electrónica sofisticada de Chico Blanco y la anarquía tropical de Meridian Brothers. Un mosaico de sonidos, actitudes y emociones que recordaron por qué este festival sigue siendo un espacio para descubrir, para emocionarse y para bailar hasta el último acorde. Una despedida a la altura de lo que el Vida promete: una experiencia musical, íntima y colectiva al mismo tiempo, donde la música siempre encuentra una forma de sorprender. Laia Marsal

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