on prácticamente total certeza, en el oeste de Yorkshire no deberán tener constancia del poeta maldito que en alguna ocasión dijo que en esta vida se puede ser cualquier cosa menos un coñazo. Pero Yard Act se lo aplican a rajatabla. Entre la nueva oleada de rock británico encasillada en las resonancias culturales de la ruptura política e ideológica que supuso la huida del Reino Unido de Europa, los de Leeds surgieron en 2021 como una anomalía: por quedar fuera del foco londinense y por su capacidad de denuncia, desgranando lo más absurdo de la condición humana y los delirios de la sociedad actual, sin tomarse demasiado –o nada– en serio.
Leeds ya lideraba el pensamiento antisistema con una vigorosa comunidad de estudiantes de izquierdas en tiempos del post-punk original: Delta 5, The Mekons o Gang Of Four. En James Smith, cantante de Yard Act, ha encontrado un letrista perspicaz y agudo en sus observaciones sociales, que plasma en momentos de spoken word que lo emparentan con Mark E. Smith (The Fall) y Mike Skinner (The Streets).
Lo hace sobre guitarras urgentes o los puros bajos post-punk impulsados por Ryan Needham. Sam “Shippo” Shipstone (guitarra) y Jay Russell (batería) completan el cuarteto que tras “The Overload” (Zen FC-Island-Universal, 2022) presenta ahora “Where’s My Utopia?” (Island-Universal-Music As Usual, 2024). Yard Act es el último grupo de la hornada que ha reconciliado al mundo con las guitarras.
“Creo que siempre funciona en ciclos”, afirma James Smith al ser preguntado sobre la prevalencia intermitente del rock en el universo cultural. “La música de guitarras es tendencia y luego deja de serlo. Pero siento que en los últimos años ha habido un gran cambio, desde la pandemia. Vemos muchas más bandas impulsadas por la unidad de tocar música en directo con amigos, que es algo que se pierde en los artistas de dormitorio o en los solistas. Hay algo comunitario en estar en un grupo. Cuando la dinámica funciona, la democracia y los aspectos unitarios superan todo lo demás. Si la música que se genera es buena o no es irrelevante, esto es cuestión de perspectiva. Pero no hay un poder mayor que una banda como ecosistema. Cuando existe un grupo de personas trabajando con un objetivo compartido, genera una emoción que no puede lograr un artista en solitario. Mi predicción es que surgirán más bandas jóvenes en los próximos años”.
De fenómeno local como supergrupo –con sus miembros en varios proyectos de largo recorrido– a casi número uno británico, el éxito les llegó bien entrados la treintena. No todos acabaron de entender la broma detrás de la campaña iniciada por el propio grupo para que su debut se situara en lo más alto de las listas del Reino Unido. Quedaron a las puertas, la carrera se la llevó Years & Years, pero todo esto era lo de menos. El reconocimiento y las giras, todavía en un marcado momento pandémico, condicionaron los primeros pasos de unos Yard Act que ahora encaran el lanzamiento de un segundo disco para el que han podido trabajar juntos y con el que podrán girar con lo que entendemos como normalidad. “A nuestra edad, teniendo familia y después de haber fracasado o no haber logrado el éxito con los proyectos previos, simplemente no puedes afrontarlo como lo harías si te pasara con 20 años”, explica Smith. “En mi caso, puedo decir que estoy contento de que me haya sucedido así. Aunque lo haya hecho más difícil en algunos aspectos debido a las responsabilidades, también ha facilitado no dejarse llevar por los excesos. Excesos de muchas cosas, sustancias, claro, pero también exceso de trabajo, aunque hemos trabajado bastante de todos modos. Y probablemente los excesos de mi propio ego. No sé qué me hubiera pasado si a los 20 años todo el mundo me hubiera estado diciendo todo el tiempo que era brillante”. Para Ryan Needham todo este proceso “ha sido beneficioso. Madurar mentalmente. Ha sido una madurez positiva para la mente. Tal vez no tanto para el cuerpo…”.
La vida, sin embargo, no ha cambiado mucho para el grupo. Mientras esperábamos la incorporación de James a la conversación, Ryan contó que ambos viven a unos cien metros el uno del otro y que su estudio de grabación se encuentra entre las dos casas, por lo que operan, casi, como si el grupo fuera un trabajo diario. James llegó cumplidas sus obligaciones matutinas como padre:“Justo ayer recibí un mensaje de Ali (Ali Chant, productor de “The Overload”) recordando que se cumplía otro año del lanzamiento del disco”.
De todas maneras, Needham reconoce que “el primer año fue un torbellino. Loco. Cientos de conciertos, recorrimos unas cuantas millas. Fue todo una gran curva de aprendizaje. Fue como hacer todo, quemarse y ser capaces de encontrar una buena manera de seguir haciendo todo a un ritmo saludable para el futuro. Ha sido soportar la tormenta de una manera positiva y salir bien de ello”. Y su compañero cantante añade esta reflexión: “No sé si hay una forma de afrontar estas situaciones. Creo que tienes que lanzarte a ello y aceptar que es bastante difícil y que realmente podíamos hacer poco más de lo que hicimos. Lo disfruto mucho más ahora de lo que lo hacía entonces”. Needham añade contexto que ayuda a comprender mejor las circunstancias en que fraguó aquel primer gran éxito del grupo: “No olvidemos que cuando salió el disco y comenzamos a girar todavía había COVID. Todo estaba cerrado en gran medida… Teníamos veinticinco aplicaciones diferentes para cada país, todos los pases sanitarios. Y todo seguía en el ambiente. Así que todo venía con un 25 o 50 por ciento extra de tensión y estrés que no tendríamos si mañana salimos de gira. Es fácil olvidar estas cosas, pero el primer año de gira fue muy duro”. Y Smith se queda con las consecuencias positivas de aquello: “Al mismo tiempo, pienso que estoy en un lugar muy bueno. El disco fue escrito en gran parte hablando de la lucha, la tensión y el estrés que estaba atravesando. Es gracioso que cada día que soy más feliz y me alejo más de todo eso comienzo a olvidar que era real. Pero resulta complicado pensar en eso ahora por la buena situación en la que estamos, lo que lo hace interesante, porque será curioso tocar algunas de aquellas primeras canciones mientras me alejo de esos sentimientos. Pero escribir canciones es en parte como escribir entradas en tu diario, que te permiten recordar lo que sentías en algún momento determinado”. Needham concluye aclarando que “el público también está un año más allá. Leyendo este diario tuyo de hace un año”.
Precisamente sobre las expectativas trata mayoritariamente “Where’s My Utopia?”. De alcanzar lo que has soñado durante toda una vida y cómo esta versión idealizada del futuro choca contra el muro de la realidad. También sobre la presión artística que uno mismo se impone. En “Dream Job” –primer single de este nuevo disco, Yard Act en la versión sonora previamente conocida, más pop e inmediata– ya avanzaba esta dirección. “Va sobre la naturaleza de estas frustraciones y poner los ojos en blanco ante estas frustraciones. Sobre un trabajo soñado, pero con un tono humorístico, burlándote de la industria musical. Llega bastante lejos en algunos momentos al describir la industria musical, diciendo que está dirigida por criminales y cosas por el estilo. Pero al mismo tiempo es bastante jovial y está escrita desde esa perspectiva de tener una actitud de poner los ojos en blanco. Puedes nadar con tiburones y reírte. Las dos cosas son posibles. Y todo el disco es algo así; como entrar en un circo también. Sentimos que fuimos transportados a un lugar donde todo el mundo se toma muy en serio, pero en el que en realidad todos están un poco desequilibrados. Es gracioso, porque nadie sabe realmente lo que está haciendo y todo el mundo habla y actúa como si lo supiera. En este sentido es bastante divertido”, se explaya Smith a propósito del contenido lírico de dicha canción.
Las letras ingeniosas han sido el sello distintivo del grupo. Humor e ironía sin alcanzar nunca un peligroso estado de cinismo. Su primer disco era prácticamente una obra conceptual en torno a un personaje. Ahora la mirada está en ellos. Entre uno y otro disco lo mostraron con “The Trench Coat Museum”, inspirada en un abrigo del propio James Smith. También revelaba su apertura sonora “We Make Hits”. “A nivel personal creo que el 99.5% de las personas son buenas”, prosigue el cantante. “Creo que esto es aplicable a la mayoría de la sociedad. No creo que haya una mayoría de personas que tenga una intención maliciosa. Pero cuando pones a la gente en sistemas, ya sea en la industria musical o en cualquier otro dentro de la sociedad, de repente todos tienen que adherirse a unas extrañas reglas con las que todos se sienten importantes. Es una situación realmente extraña. En nuestro caso, después de estar diez o quince años haciendo música, de golpe encontrarnos con esto es bastante divertido. El disco trata de esta naturaleza surrealista, junto a elementos más dramáticos con mi lucha de estar lejos de mi familia y de mi hijo. Pero no es un disco triste u oscuro, es divertido. Y no es algo forzado. Es como decir: ‘Todo esto no puede ser tan complicado’. La música es un lugar bastante fácil cuando las cosas van bien. Nos hemos divertido mucho con ello”.
El humor ha sido el ingrediente diferencial de Yard Act desde su irrupción. Poca seriedad en tiempos en los que abunda el engreimiento. Bichos raros de una escena mayoritariamente marcada por los sonidos más contundentes, los mensajes más crudos y la pose beligerante de los grupos salidos principalmente de Londres. Hijos díscolos de entornos acomodados, con más pretenciosidad y ambición. “Hay algunos grupos que son divertidos”, concede Smith. “Aunque siempre me resulta extraño cuando me encuentro a alguien divertido y luego su música está completamente desprovista de la persona que es. Claramente estás negando un aspecto fundamental de tu personalidad. Uno de los aspectos centrales de tu carácter”. Según Needham, “puede ser una experiencia bastante impactante cuando ves a un grupo fuera de un escenario, informal, jugando al fútbol, divirtiéndose con los amigos, y luego en el escenario se transforman en personas completamente diferentes. Es una dinámica que a veces me parece un cambio demasiado extremo de su yo cotidiano. El contraste entre las personalidades sobre el escenario y fuera de él puede llegar a ser sorprendente, supongo que se busca añadirle algo de mística a la actuación. Es algo que puede llegar a ser pretencioso, sí. El humor es algo muy bueno. Cuando la gente es capaz de equilibrar la oscuridad con humor es cuando realmente se consigue algo bueno. Pero es una cuerda floja, difícil de equilibrar”. Smith ahonda en el asunto apelando a su propia experiencia: “Es más fácil ser genial que ser divertido, así que todos se quedan siendo geniales. Lo realmente genial es cuando puedes hacer ambas cosas. Siempre hemos intentado ser divertidos con nuestras letras, cuando salieron nuestros vídeos. Obviamente tiene que haber algo de seriedad para que el mensaje que transmites sea eficaz y asertivo. Pero puedes hacer el tonto de una manera seria. Creo que si eres realmente articulado con todo lo que está sucediendo en tu vida, a tu alrededor, todas esas emociones vienen con un poco de ambas cosas. Simplemente es lo que intenté hacer desde el principio, desde el primer sencillo, desde la primera sesión de fotos. Quise revelar cómo era. No puedo tomarme en serio. No puedo mirar a una cámara sin hacer una cara graciosa o ponerme a fingir que soy serio”. Y Needham está de acuerdo con su colega: “Siento que en última instancia es más creativo explorar tu verdadero yo. Creo que hay mucha más emoción y arte en eso, hay mucho más en eso que en solo ponerse firmes y lucir genial. Hay grupos que buscan esa imagen, la potencian. Pero lo que yo siento es que estoy logrando una conexión personal”.
El grupo ha abierto ahora su música a sonoridades más bailables con Remi Kabaka Jr. en la producción. La mano del componente de los Gorillaz de Damon Albarn es más palpable en “Grifter’s Grief” que en ninguna otra de las canciones de un “Where’s My Utopia?” que conecta con su antecesor en “Petroleum” o “The Undertow”, toca el dance en “A Vineyard For The North” e incluso asoma a las sonoridades africanas para acompañar el prolongado monólogo que es “Blackpool Illuminations”. Para “When The Laughter Stops”, Yard Act se ha alineado con Katy J. Pearson.“Lo interesante, creo, es la forma en que trabajamos como banda”, asegura Needham. “El grupo es el fin de todo. Volviendo otra vez a lo que acabamos de hablar, la mayoría de bandas, más estilizadas, omiten que al escribir canciones se trata de jugar estilísticamente. Es lo que hacemos, en el fondo, junto a Sam y Jay. Y no solo en el fondo. Hay un respaldo para James, pero siento que James tiene un estilo y una voz tan distintivos que nos permite mucha libertad para explorar cosas muy diferentes. Dentro de un mundo, claro está. No estamos hablando de que vayamos del free jazz al acid house. Estamos dentro de un marco particular, pero podemos adaptar nuestras influencias más generales. Para mí esto hace que todo suene más agradable, con un estilo distintivo”.
El norte de Inglaterra –espacio histórico, ideológico y cultural orgulloso, autoconsciente y antiguamente industrial– es la mejor fuente de inspiración para el grupo. Las referencias eran constantes en las letras de su primer disco. También lo son en este, y dan forma a canciones como “Fizzy Fish” –el título se refiere a un antiguo dulce local– o “Blackpool Illuminations”, que ahora es decadente pero en su momento fue el destino veraniego por excelencia entre la clase obrera inglesa del norte. “Básicamente me he dado cuenta en este tiempo de lo increíblemente normal y pequeño que soy, y de lo pequeño que es el lugar del que vengo, mientras hacía todas esas giras mundiales”, confiesa Smith. “Pero, al mismo tiempo, de lo iguales que somos en algunas cosas. Siento que las personas están buscando lo que sigue siendo único de un lugar que no es el suyo. En el norte de Inglaterra, de donde venimos, o en el resto del Reino Unido, las personas tienen curiosidad por eso desconocido que no ven, ya sea en España, en Canadá o en Japón. Mucho de nuestro público quizá no conoce esos objetos o experiencias sobre los que escribo, son exóticos. Es gracioso que se llame exótico al norte de Inglaterra cuando vives allí. Lo exótico, entonces, es básicamente aquello que no tienes en la puerta de casa. Y esta es la razón por la que funciona a nivel global. Al principio no lo entendía, no podía comprender ni siquiera que estas letras conectaran con la gente de Londres. Pero es que todos somos bastante similares. Más allá de las particularidades de cada lugar, el ser humano es el mismo, las experiencias son las mismas y podemos relacionarnos con esto. Es extraño, porque creo que en muchos lugares, especialmente en países donde el inglés no es el primer idioma, muchas cosas deben perderse, pero aun así hay conexión. También se puede deber a la forma en que lo presentamos como grupo. Las personas son simplemente seres que conectan y creo que nos comunicamos mucho más allá de las palabras. No es algo solo impulsado por el lenguaje, a pesar de que estoy bastante involucrado con el lenguaje en las canciones que escribo. Creo que nos comunicamos en muchos más niveles, y es genial”. ∎