El 1 de octubre de 1988, Kortatu, la banda primigenia de Fermin Muguruza, formada entonces por su hermano Iñigo Muguruza (1964-2019), Treku Armendáriz y Kaki Arkarazo, dio su último concierto en el Pabellón Anaitasuna de la capital navarra. Tras ello la banda de punk, ska y hardcore entregó los instrumentos y se disolvió para mutar en la más colorida e internacionalista Negu Gorriak, la primera banda que se atrevió a hacer hip hop combativo en euskera con Public Enemy como espejo.
Aquel concierto dio lugar a uno de los mejores discos en directo producidos entre nuestras fronteras, “Azken guda dantza” (Nola!, 1988), “La última danza de guerra” en español, además de dar que hablar políticamente: fue el primer disco censurado tras la dictadura franquista debido a los gritos del publico coreando “¡ETA!”, sustituidos posteriormente por un pitido en la canción “Aizkolari”. Ese concierto y otro posterior de Negu Gorriak en 1992 en la capital foral coincidieron con protestas y disturbios por las calles del Casco Viejo y, como consecuencia, las autoridades pamplonesas acusaron a Muguruza de alentarlas y encenderlas, vetando de manera no oficial su presencia en las salas de la ciudad durante casi diez años, cuando regresó con Dut. El propio Muguruza recordó todo esto en el concierto del pasado sábado 4 de octubre en el Navarra Arena antes de tocar “Hiri gerrilaren dantza” y, posteriormente, “Bidasoa fundamentalista”, del disco “Ireki ateak” (Esan Ozenki, 1997) grabado con los hondarribitarras.
No ha sido el único veto ni los únicos encontronazos con las autoridades y la ultraderecha que ha tenido el músico de Irún en su carrera. En esta misma gira el ejército y la policía mexicanas desalojaron a las armas el Multiforo Alicia de Ciudad de México, donde Muguruza llevaba 40 minutos actuando.
Durante años su presencia en la capital española, así como en otras comunidades gobernadas por la derecha, ha estado prohibida o amenazada. Doce años pasó sin actuar en tierras madrileñas, desde que se intentó parar el concierto programado por el colectivo Ladinamo el mismo día de la boda de Felipe y Leticia, que tuvo que ser desplazado a Rivas-Vaciamadrid por el veto en la capital. Por eso las fechas de la gira en el Festival Pirata de Rivas y en el Movistar Arena de Madrid han sido citas especialmente conmemorativas, con mayor carga emocional y reivindicativa si cabe.
Otra fecha subrayada en rojo fue su concierto masivo en el Reale Arena de San Sebastián, a escasos kilómetros de su casa, en el que ha sido el concierto más multitudinario que haya dado Muguruza nunca. En Donosti quiso reivindicar sobre todo la lengua y la cultura vascas, demostrando que una propuesta en euskera puede reunir a miles de personas. No deja de resultar paradójico que uno de los artistas estatales con mayor proyección, seguimiento y repercusión internacional se encuentre con tantas vallas que saltar en España, y quizá por eso sus ganas de sacar pecho por la cultura euskaldun. Así que, 37 años y tres días después de aquel icónico concierto en Anaitasuna, y con 48 exitosos conciertos a sus espaldas por medio mundo durante 2025, Fermin se disponía a bailar otra última danza de guerra.
El ambiente en Pamplona el sábado 4 de octubre era el de las grandes ocasiones. El de un San Fermín Txikito alargado –estas fiestas populares del Casco Viejo pamplonica se celebraron justo el fin de semana anterior– en el que protestas y fiesta se abrazaban entre cañas y txikiteo, como tantas veces en la vieja Iruña. Por la mañana, una multitudinaria manifestación denunciando el genocidio cometido por Israel tiñó de rojo, negro, verde y blanco el centro de la ciudad. Cientos de personas portaban kufiyas o pañuelos con el entramado típico de estas. No podía haber un mejor calentamiento para el concierto de Muguruza, para quien el apoyo al pueblo palestino –y a otros pueblos abandonados, como el saharaui– ha sido central e incuestionable no solo en esta gira, sino a lo largo de su carrera.
En el interior del Navarra Arena una enorme bandera palestina en un lateral del escenario, desplegada por la asociación Gernika Palestina, apadrinaba la multitud de ellas que se mostraban entre el público y en las pantallas gigantes. Más de 12.000 personas abarrotaban pista y gradas del recinto pegado al estadio de El Sadar, con tantas ganas de bailar, divertirse y reivindicar como había encima del escenario.
Hofe actuó como telonero a la par que como hilo de unión intergeneracional entre los fans clásicos de Muguruza y los que nacieron cuando Negu Gorriak ya se habían separado pero aun así admiran su legado. Hofe aka Igotz Méndez, uno de los músicos emergentes de la escena local con más proyección nacional, combinó su synthpunk anfetamínico con el trap en 45 minutos en los que sonaron temas como “Ian Curtis”, “Joven lehendakari” o “2 esku 2 laban”, esta última acompañado por Kiliki, con quien ya colaboró junto al colectivo Chill Mafia en su tema “Barkhatu”, canción en la que ponen “a bailar a Muguruza cantando ‘Rotxapea’”. Agradeció emocionado a Fermin la oportunidad de poder actuar en un pabellón en Pamplona, que al final de su set ya estaba a tres cuartos de aforo.
A continuación van mostrándose en las pantallas las portadas de todos los discos de Muguruza, desde Kortatu hasta las recientes bandas sonoras de sus propios proyectos para el cine –el documental “Bidasoa 2018-2023” (2023) y el cómic y película de animación “Black Is beltza II. Ainhoa” (2022)–, que sirvieron para presentar el motivo de la cita, como el logo circular con el lema Muguruza FM 1984-2024 que presidió el escenario todo el concierto.
A las nueve en punto empezó a sonar “Maputxe”, en una puesta en escena habitual en la gira, con la fantástica y nutrida banda que ha acompañado y presentado a Muguruza en todos sus conciertos: una sección de cuatro vientos (para esta ocasión se sumó un trombón más), la trikitixa de Xabi Solano, percusiones y dub de Gerard “Chalart 58”, Gloria Maurel a la batería, el cubano Vic Navarrete al bajo y las lugartenientes de Fermin en el escenario: Lide Hernando (guitarra y coros) y Miryam “Matah” a los coros. Con un sonido impecable, engrasados y con una imagen potente, conformaban una big band del siglo XXI. Con los primeros acordes reggae de “Urrun” apareció el protagonista de la velada al grito de “¡Bienvenidos al último concierto antifascista de esta gira!”.
“Todo está lejos / desde la puerta de mi casa”, dice el estribillo de este tema reggae de su primer disco en solitario, “Brigadistak Sound System” (Esan Ozenki, 1999), en el que denuncia un tema tan actual en estos tiempos como es la indolencia e inacción de muchos ante los conflictos que nos quedan lejos. Algo de lo que no se puede acusar al músico guipuzcoano, donde compromiso y arte forman un todo indisoluble. Jaia eta borroka.
Entre los temas que denunció sobre el escenario, y además del transversal apoyo a Palestina, Muguruza habló de los abusos policiales y de la justicia: desde su canción “Eguraldi lainotsua hiriburuan” –con estribillo en francés: “Et combien de voitures de police”– hasta la presencia de Endika Loiola, de la banda Yakovlev 42, interpretando “Zu atrapatu arte”, que se encuentra inmersa en un proceso judicial por “incitar al odio en sus letras y conciertos”. También aprovechó para recordar el juicio contra siete activistas por el caso en el que varios migrantes cruzaron el río Bidasoa con la Korrika, y que enlaza con el racismo del cierre de fronteras francés que denuncia en su último documental. Las pantallas –y el propio Fermin– recordaban que la recaudación de las barras sería donada íntegramente a las asociaciones Etxera y Harrera. Borroka eta jaia.
La música de Muguruza se puede resumir en el estribillo de su canción “B.S.O.” del segundo disco de Negu Gorriak, “Gure jarrera” (Esan Ozenki, 1991), que sonó hacia el final del concierto: “Raíces, rock, rap, reggae”, en lo que representa un doble reconocimiento a la música negra y al respeto por el folclore propio. Ya saben, a lo global por lo local, como no podía ser de otra forma en un músico nacido en una ciudad fronteriza.
Durante las tres horas de concierto, el viaje por las cuatro décadas de música de Muguruza paró en todas y cada una de las encarnaciones del artista, llevándonos adelante y atrás en el tiempo en un viaje emocional en el que las canciones de Kortatu fueron seguramente las más celebradas, coreadas y pogueadas, pero las que arrancaron más sonrisas y bailes fueron las de Negu Gorriak y los discos en solitario de finales de los noventa y principios de los dos mil. Seguramente se echó en falta algún tema más de Negu, pero entonces el concierto debería haber durado cinco horas. Ojalá.
“La línea del frente”, con imágenes de revueltas y protestas populares a ritmo punk en las pantallas –lo de los fantásticos vídeos que acompañaban e ilustraban casi cada canción merece una mención aparte– fue sin duda una de las que se coreó más alto, pero “Nicaragua sandinista”, “A la calle”, “After boltxebike” o “Mierda de ciudad”, con Hofe regresando casi al escenario para subir los decibelios como penúltima canción, también fueron puntos álgidos. Volver a los ochenta con Kortatu, en general, hizo que muchos de los asistentes volvieran a tener 20 años durante unas horas. Pero eran temas como “Desmond Tutu”, con imágenes y vídeos del Premio Nobel de la Paz alternadas con la Sudáfrica del apartheid, los que bajaban las revoluciones en la batería y las subían en lo emocional por sus conocidas referencias a temas e iconos universales.
Al igual que, dando un salto en el tiempo, lo hace “Berlin-Ulrike Meinhof”, el tema que facturó junto a los catalanes The Suicide Of Western Culture en el más cercano álbum “B-Map 1917 + 100” (2017), que, aunque pueda parecer canción y disco menores en su trayectoria, personalmente es uno de mis favoritos y un punto de inflexión en los conciertos de esta gira. Las imágenes de la periodista y activista de Baader-Meinhof rotaban en las pantallas y al son de una relectura de la canción original, que cambia las capas de electrónica y los sintetizadores del dúo de Terrassa por una versión más orgánica y adaptada a la sección de vientos de la banda en directo, funcionando a las mil maravillas.
Y si de “Sustraiak” y de punto de inflexión hablamos, sin duda la aparición de los bertsolaris –el freestyle rap ancestral de la cultura euskaldun– Jon Maia, habitual en la gira, y Saioa Alkaiza, quien recientemente ha rechazado el premio y beca Igartza para denunciar la implicación de la empresa CAF –principal donante de la beca– con Israel, fue una pausa emocionante. Maia y Alkaiza improvisaron bertsos sobre la gira, Muguruza, Negu y críticas políticas y sociales de temas locales e internacionales: desde Ángel Berrueta hasta Ayuso y Netanyahu. Un respiro para Muguruza –que a sus 62 años no paró de saltar y bailar– y también para el público, pero además una conexión de nuevo con el folclore vasco. A lo local, otra vez.
Es difícil señalar momentos o canciones destacadas en un concierto largo y monumental en que todo fue emocionante, bien por la vía de la nostalgia, bien por la de la rabia o por el buen hacer musical, pero hubo segmentos en que el baile y la alegría volaron más alto. Quizá la primera, por lo festivo y popular del tema, fue “Big Beñat”, la canción que facturó para la Korrika de 2001, la carrera popular bianual que recorre día y noche todo el País Vasco en favor del euskera. Pero también, en los últimos compases de la cita, “Dub Manifest” –con sorpresa incluida con Lide Hernando introduciendo el estribillo de “Bad Romance” de Lady Gaga– poniendo la sección de metales a trabajar a toda máquina. Y en ese combo de canciones con trombones, saxo y trompeta en primer término que nos hicieron mover los pies en distintos momentos del concierto también está, en la zona álgida del akelarre, “Errespetua”, la versión del “Respect” de Otis Redding que Negu Gorriak hicieron en su disco de versiones “Salam, agur” (Esan Ozenki, 1996) con que se despidieron. Para redondear el aroma soulero, destaquemos el medley que hicieron Lide y Matah engarzando la tradicional “Down To The River To Pray”, a través de la versión de The Sey Sisters que se incluye en el disco “Black Is beltza” (Talka, 2018), con la canción que da título al disco. Aleluya.
Con menos vientos y más guitarras fue el giro en que todos los miembros de Negu Gorriak, salvo el fallecido Iñigo Muguruza, subieron al escenario a interpretar la mencionada banda sonora e “Itxoiten”, esta última del disco “Borreroak baditu milaka aurpegi”, elegido por Rockdelux mejor álbum de 1993. Kaki Arkarazo, Mikel Anestesia y Mikel Bap! dotaron de más decibelios, potencia y actitud a dos de las canciones más intensas de la banda. El hermano pequeño de Fermin ha estado presente en espíritu y memoria en toda la gira, siendo recordado además con la canción “Bizitza zen laburra den”, “La vida que corta es”, que Fermin compuso para él en 2020.
“Lehenbiziko bala”, “Etxerat!”, “54-46”, “Kolore bizia”, “In-komunikazioa” (otra favorita del que esto firma)… Los hits se sucedían a ritmo de esprint. El tiempo pasaba volando excepto si estabas pidiendo en la barra. Si parpadeas, te lo pierdes. Es inabarcable la cantidad de buenas canciones, de himnos populares, que ha grabado Fermin con diferentes amigos y compañía. También hubo lugar para los guiños populares y populistas como las versiones de “La Internacional” con la trikitixa de Xabi Solano, el “Txoria txori” de Mikel Laboa o “Lepoan hartu ta segi aurrera” de Pantxoa eta Peio.
Del final, apoteósico, cuatro momentos a recordar: “Radio Rahim”, todo un hito ya no de Negu Gorriak, sino de la cultura moderna euskaldun, ¡hip hop en euskera en 1990!, que en el directo la banda lleva a la fiesta con la presencia de dos bailarinas que contagian a la multitud al ritmo de “Horrelakoa da, bizitza, egin ezazu, behar duzula”. Guiños por todas partes a “Haz lo que debas” (1989) de Spike Lee.
También su canción hermana, “Gora herria”, otro tema icónico que además conformó la primera de las muchísimas colaboraciones de Muguruza con Manu Chao (por aquel entonces aún en Mano Negra). Recordemos que Manu “coló” a Muguruza en uno de sus conciertos en la Comunidad de Madrid mientras este estaba vetado por Esperanza Aguirre y compañía. Y allí, claro, tocó “Gora herria”. Power to the people. Y todos gritamos “¡Ni un paso atrás. Solo para coger impulso!”, pero lo cogimos para saltar como locos.
Y en este momento y en este contexto “Yalah, Yalah Ramallah!”, del álbum “Euskal Herria Jamaika Clash” (2006), se convierte en la máxima expresión del hilo conductor de este concierto, de todos los conciertos de esta gira. De toda la carrera de Fermin Muguruza, en fin. Solidaridad, lucha y fiesta. Una canción de sonoridad árabe y acento vasco para apoyar la lucha palestina, que además sirvió al frontman para mostrar su apoyo a los irlandeses KNEECAP y a los ingleses Bob Vylan, bandas de rap punk perseguidas y censuradas por sus críticas a Israel sobre los escenarios.
El cénit lo conocíamos todos, pero no por ello se convierte en una enorme fiesta multitudinaria. Itziar Ituño, la actriz vasca perseguida por la derecha, “la lehendakari” tal y como la presentó Fermin, subió para interpretar ese himno oficioso de todas las fiestas de cualquier pueblo vasco (y más) que es “Sarri, Sarri”, versión del “Chatty, Chatty” de Toots And The Maytals que Kortatu trascendió a base de irrintzis y humor contando la huida de la cárcel de Martutene de Joseba Sarrionandia “Sarri” e Iñaki Pikabea escondidos en los bafles del equipo del cantante Imanol en 1985. Una canción generacional, una canción que sonó (y suena) en todos los rincones de España y que tiempo después le costó encontronazos con la Asociación de Víctimas del Terrorismo quizá precisamente por su popularidad, a esas alturas ya despojada de cualquier intención política. Una canción para reventar el Navarra Arena y alargar las tres horas de conciertos unos minutos más. Un “Sarri, Sarri” más. Tres horas que pasaron como un suspiro. De felicidad, claro.
Echamos en falta, quizá, por ser un último concierto con tintes históricos, alguna sorpresa más, algún featuring sonado. No olvidemos que Muguruza ha colaborado con artistas de la talla de Manu Chao, Rosalía, Raül Refree, Mala Rodríguez, Boots Riley (The Coup), Zebda o Toots, y con decenas de artistas de las más diversas procedencias y culturas.
Tal vez se esté reservando estas colaboraciones para los próximos proyectos. Porque lo que es seguro es que Muguruza no parará. Puede haber terminado esta etapa, este proyecto, pero a buen seguro que estará pensando en el siguiente. Porque a sus 62 años no puede parar de saltar, de bailar, de luchar, de crear. Lo pudimos comprobar en directo en el Navarra Arena. Por cuarenta años más. Esperaremos. Yalah, Fermin. ∎