Con la violinista María San Miguel, Roberto y Enrique (Los Hermanos Cubero). Foto: Alfredo Arias
Con la violinista María San Miguel, Roberto y Enrique (Los Hermanos Cubero). Foto: Alfredo Arias

Concierto

Los Hermanos Cubero y amigos: arte popular

Los Hermanos Cubero volvieron a Madrid (Teatro Fernán Gómez, 9 de mayo) después del recital que dieron bajo el azote del Filomena en enero para presentar las canciones de su ambicioso álbum doble “Proyecto Toribio / Errantes telúricos”, con un nutrido plantel de colaboradores de postín.

La última vez que Los Hermanos Cubero actuaron en Madrid fue el 8 de enero en el Cuartel del Conde Duque, inaugurando el Inverfest, y la borrasca Filomena, que en esos momentos comenzaba a arreciar, no canceló su recital, aunque puede que sí impidiera que llegara todo el público que cabría en el auditorio. Solo unas semanas después, en febrero, los hermanos publicaron un álbum doble, “Errantes telúricos / Proyecto Toribio” (2021) con dos vertientes: una de rescate musicológico de las piezas que el violinista alcarreño Toribio del Olmo interpretaba en la primera mitad del siglo XX –“Proyecto Toribio”– y otra de composiciones propias –“Errantes telúricos”–, con colaboraciones de personajes ilustres del ámbito indie nacional, que fueron los protagonistas absolutos del concierto que anoche, 9 de mayo, ofrecieron en el teatro municipal Fernando Fernán Gómez, lleno –hasta donde las medidas de distancia entre personas no convivientes permiten– para presenciar el acontecimiento.

Una de sus primeras canciones, “Hagamos algo de ruido”, incluida en su álbum de debut, “Cordaineros de la Alcarria” (2010), decía “Hagamos algo de ruido, que se enteren en el pueblo, que ya estamos aquí” y afirmaba “Gustaremos hasta a los modernos de Madrid”… Bueno, los modernos de Madrid no estaban anoche: el público era numeroso y variopinto, sí, pero de una media de edad alta: no parecía que ningún fan de C. Tangana (se supone que son esos los nuevos “modernos”) se hubiese despistado para aterrizar por allí, aunque se olía que el recital iba a ser todo un acontecimiento. Y lo fue.

Arrancó el concierto con “Fabricando buenos tiempos”, de su álbum “Arte y orgullo” (2016), pero ahí se acabaron casi por completo las licencias históricas: el reciente doble álbum tiene tanto material y tanta enjundia que era justo que lo protagonizase todo. “La gaviota”, instrumental de “Proyecto Toribio”, dio paso a “Como mis pesares” –una de las más hermosas canciones de “Errantes telúricos”–, aunque la sorpresa fue la ausencia de Carmen París, que es quien canta el tema con los Cubero en el disco; y después del “Pasacalles de procesión”, también de “Proyecto Toribio”, entró en el escenario la violinista María San Miguel, única representante de su gremio, de entre todos los que intervinieron en “Proyecto Toribio”, que iba a participar en el concierto como presencia casi constante durante las dos horas que duró el recital.

Ella entró con la “Jota de Algora # 2”, el tema en el que interviene en el disco, y, a continuación, sustituyó a Ara Malikian en el “Matayeguas” en el que participa el libanés en “Errantes telúricos”. Lo curioso es que María pudo demostrar también sus dotes vocales, puesto que le tocó sustituir al ausente Nacho Vegas (que aparecía en la lista situada a los pies del micro de Enrique Ruiz Cubero) en “La boda y el entierro”…

Rocío Márquez en “Canción para un final, canción para un principio”. Foto: Alfredo Arias
Rocío Márquez en “Canción para un final, canción para un principio”. Foto: Alfredo Arias

La fiesta con amigos que todos preveíamos no llegó hasta “Así llegué a Granada”, la versión de “That’s How I Got To Memphis”, un clásico del country de Tom T. Hall adaptada por Manu Ferrón, de Grupo de Expertos Solynieve, con la presencia en el escenario de Víctor Lapido, Manu Ferrón y el mismísimo J, al que se veía envarado, desubicado y deseando desaparecer (de hecho, se marchó del escenario en cuanto acabó la canción mientras sus compañeros agradecían los aplausos enfervorizados del público).

Con “Tejera Negra”, del citado “Arte y orgullo”, llegó jaleando Rodrigo Cuevas, que atravesó bailando toda la platea hasta subir al escenario y seguir danzando. Su canción era “Llama encendida”, pero no se limitó a eso: los hermanos Ruiz Cubero lo quisieron homenajear interpretando con él “Rambalín”, uno de los cortes de su “Manual de cortejo” (2019). Ni que decir tiene que la suya fue una de las intervenciones más destacadas de la noche.

Después del “Foxtrot de Algora” apareció Christina Rosenvinge para cantar “La rama”. Ella dijo que se había vestido de jotera para la ocasión… Ironía: con sus botas, boina y pantalones negros y su blusa blanca lo que parecía era una musa existencialista del Mayo de 1968. Y aunque vocalmente fue irreprochable, incluidos los gritos finales, el lenguaje no verbal de su bailecito demostraba que tampoco se sentía en su salsa… Después de “La caseta” y “Mala entraña” le llegó el turno a Amaia. Turno doble, con su “Efímera” y con “Tenerte a mi lado”, uno de los momentos emotivos de la noche: pertenece a “Quique dibuja la tristeza” (2018), el álbum que Enrique dedicó a la muerte de su mujer, y en esta interpretación apareció también Hendrik Röver, líder de Los Deltonos, tocando el dobro.

J, Manu Ferrón, Víctor Lapido, Roberto, Hendrick Röver, Enrique, María San Miguel, Rodrigo Cuevas, Christina Rosenvinge, Amaia, Rocío Márquez y Josele Santiago. Foto: Alfredo Arias
J, Manu Ferrón, Víctor Lapido, Roberto, Hendrick Röver, Enrique, María San Miguel, Rodrigo Cuevas, Christina Rosenvinge, Amaia, Rocío Márquez y Josele Santiago. Foto: Alfredo Arias

Después de otros dos instrumentales de “Proyecto Toribio”, María San José hizo mutis y el concierto enfiló una recta final pletórica. Primero con la impresionante voz de Rocío Márquez, a capela en varios momentos de “Canción para un final, canción para un principio”, y luego con la llegada de las guitarras de Röver, de nuevo, y Josele Santiago, que se marcaron, respectivamente, “G.U.A.D.A.L.A.JA.R.A.” y “Problemas a los problemas”, un tema al que solo le falta batería para que se convierta en un auténtico hitazo. Para acabar por todo lo alto antes de los bises, los Hermanos interpretaron la seguiriya “Por ganarme la vida”, de “Arte y orgullo”, antes de empezar con los bises: “Levántate”, también de “Arte y orgullo”, la canción que, nos dijo Enrique, canta a su hija para despertarla todos los días; “Las habas verdes”, de “Cordaineros de la Alcarria”, y, como fin de fiesta, con todos los invitados cantando y bailando, “Hagamos algo de ruido”.

Fueron, ya se ha dicho, dos horas de fiesta en la que supieron alternar instrumentales antiguos (históricos) y cantadas, trasladando al auditorio el espíritu de una verbena popular que duró dos horas y dejó con ganas de más. Pero, como dijo Enrique Ruiz Cubero, con guiño a Díaz Ayuso, “ya sabemos que esta es la tierra de la libertad… pero no hay que pasarse”. ∎

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