Convenciendo sin concesiones. Foto: Julián Rus
Convenciendo sin concesiones. Foto: Julián Rus

Concierto

Panda Bear, buscando la armonía perfecta

La gira de “Sinister Grift”, el nuevo álbum del músico estadounidense radicado en Lisboa, inició su segundo tramo español el pasado sábado 22 de marzo en Oviedo con un concierto en el que Panda Bear no necesitó hacer demasiadas concesiones para convencer. Tras hacer escala anoche en Bilbao, el tour llega hoy a Zaragoza, antes de dirigirse a Barcelona (25), Valencia (26) y Madrid (27).

Pocos éxitos se recuerdan en la cima de la música independiente tan improbables como el de Panda Bear y Animal Collective. Entre 2005 y 2009, aproximadamente, se formó una bola de nieve crítica que terminó elevando a Noah Lennox a la categoría de genio pop y al proyecto que compartía con sus compinches Avey Tare, Deakin y Geologist en el grupo definitorio del pop independiente de su época. El desmesurado reconocimiento llevó a una enorme paradoja: la apuesta estética de los cuatro de Baltimore, fuera en conjunto o en sus respectivos discos en solitario, no había nacido para el éxito masivo. Ellos pertenecían a otro lugar, al de los proyectos de culto, al de los grupos que transitan el underground internacional con un puñado de seguidores fieles. “Strawberry Jam” (2007), “Person Pitch” (2007) y “Merriweather Post Pavilion” (2009) fueron álbumes nacidos de depurar influencias experimentales y arrimar progresivamente las formas hacia la redondez melódica brianwilsoniana. Y de repente aquellos cuatro tarados de Baltimore se vieron encabezando festivales y recintos grandes. Ellos, que venían de las jams psicotrópicas y los discos de ruidismo delirante, que simplemente habían probado a hacer pop de la misma forma desacomplejada con la que habían jugado con otros géneros antes, empezaron a sentir mal de altura. Y con el cambio de década y álbumes cada vez más esquivos –con la excepción, eso sí, del muy juguetón “Panda Bear Meets The Grim Reaper” (2015)– tanto Panda Bear como Animal Collective fueron adquiriendo un perfil más bajo.

Fast-forward. Estamos en 2025, ¡20! años después de que Animal Collective empezara a despuntar con “Feels” (2005). Hay un álbum de Panda Bear recién estrenado, un “Sinister Grift”, con el que parece haber recuperado cierto hálito crítico y simpatía en círculos de rateyourmusic y comunidades similares, aunque a años luz de aquellos años gloriosos. Y el bueno de Noah Lennox decide abandonar su tradicional formato de directo, basado en el sample y las capas de voces reverberadas, para hacer una muy ambiciosa gira mundial con banda. No es una banda de mercenarios al uso. Están en ella, por ejemplo, Rivka Ravede, frontwoman de los muy interesantes Spirit Of The Beehive y actual pareja de Lennox, y Tim Koh, bajista de algunos de los mejores discos del genio caído en desgracia del pop hipnagógico, Ariel Pink. Y con esta formación se plantean nada menos que media docena de fechas españolas. En una época en las que las giras internacionales parecen caer constantemente en el duopolio Madrid-Barcelona, ver cómo un artista de cierta relevancia puede asomarse por ciudades fuera del circuito como Valladolid (ya tocó allí en diciembre, en un primer tramo de la gira; también lo hizo en Vigo) u Oviedo tiene algo de refrescante, de excepción. Aunque sea, tal vez, demasiado tarde. La sala en la que se deja ver en Oviedo es la prácticamente recién estrenada Kuivi Almacenes, un espacio que aspira a colocar la capital asturiana en el mapa de las giras internacionales. Y es de justicia decir que la ciudad responde: más de 400 personas se agolpan para la fecha.

Inmersión psicodélica. Foto: Julián Rus
Inmersión psicodélica. Foto: Julián Rus

Abrió la noche Alien Tango, el proyecto del murciano emigrado a Londres Alberto García Roca. Lo hizo en solitario, ya sin reminiscencias de su época con banda, llevando al extremo lo performático, retorciendo su cuerpo con una gestualidad indescifrable pero hipnótica. Lo suyo es un pop mutante que bebe por igual de cierta psicodelia moderna –hay momentos en los que parecen asomar los MGMT del “Congratulations” (2010) o el mismo Ariel Pink– que del cruce de pop de radiofórmula y rock progresivo de la ELO o 10cc. Son referentes generacionalmente inesperados pero que encajan bien en una cosmovisión musical alucinada y divertida. El concierto tiene fogonazos de auténtica brillantez y consigue, al menos, producir curiosidad entre el público. Su apuesta tiene algo que choca contra el espíritu de los tiempos. Las estructuras quebradizas y nerviosas no parecen encajar en un momento en el que el shoegaze o el slowcore parecen estar en máximos históricos. Le honra a García Roca el permanecer fiel a su visión artística, redoblando incluso las apuestas año tras año, por puro amor a la música. Y aunque el público general esté a otra cosa, Alien Tango seguirá ahí para los que aprecian un pop desafiante y absurdo.

Desde la primera nota de Panda Bear hubo una sensación que se apoderó del público. Si bien las comparaciones con Brian Wilson habían estado ahí siempre –cualquiera que recuerde la recepción crítica de “Person Pitch” puede dar fe–, la realidad es que Panda Bear nunca estuvo más cerca de tener unos The Beach Boys que en esta gira. Porque Animal Collective, con toda su brillantez y su genio, eran un grupo profundamente idiosincrático y que ha girado en buena medida alrededor de la visceralidad interpretativa de Avey Tare. Pero la banda de esta gira de Panda Bear funciona como un engranaje perfecto alrededor de las cualidades vocales de Lennox. Todo es culto a la armonía perfecta. No hay una nota en falso en todo el concierto. La apuesta escénica misma tiene algo de maquinal: los visuales, apabullantes, opacan la presencia física de la banda, que prácticamente no es iluminada directamente en toda la noche. ¿Cura para la patológica timidez de Lennox o recurso para tapar una cierta falta de carisma que puede jugar en su contra? La respuesta queda a juicio del espectador.

El gran juego melódico. Foto: Julián Rus
El gran juego melódico. Foto: Julián Rus
Resultaba llamativa la ausencia en escena de amplificadores de guitarra o bajo. Cabe preguntarse si los Kemper –un sistema que permite clonar el sonido de cualquier ampli– han llegado para quedarse en el pop después de triunfar en el metal. El resultado, fetichismos analógicos aparte, no fue del todo satisfactorio en lo sonoro. Aunque potente de volumen, la banda resultaba en ocasiones algo chirriante, con un exceso de agudos, particularmente en la guitarra misma de Lennox. La principal duda tenía que ver con el setlist. Si algo se podía extrapolar tanto de los repertorios en solitario como de los de la banda madre es que en casa del Colectivo Animal no gustaban las concesiones populistas. Animal Collective tenían por costumbre no tocar casi nunca los éxitos del disco que estaban presentando, llegando al paroxismo en la gira de 2011, en la que prácticamente excluían de su set cualquier atisbo del exitosísimo “Merriweather Post Pavilion”, mientras que interpretaban casi en su totalidad el entonces inédito “Centipede Hz” (2012). Los años han amansado a Panda Bear, que ahora es capaz de identificar cuáles son las canciones que mejor funcionan de su último álbum, como las celebradas “Defense” y “Praise” (las más celebradas de la noche, por encima de cualquier clásico), sacar gemas de discos previos como “Tomboy” o “Selfish Gene” e incluso hacer una pequeña concesión al repertorio de Animal Collective al tocar “Song For Ariel”, que más tarde el grupo regrabaría como “Guys Eyes”. El colofón de “Take Pills”, soberbio, dejaba muy buen sabor de boca a un público que esperó unos bises que nunca llegaron. Al fin y al cabo Noah Lennox nunca se metió en esto para hacer concesiones de ningún tipo. Solo para jugar a su juego. ∎

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