Reunión en la cumbre (pop).
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Pequeño Mal: romanticismo frenético

Estando sometidos a la dictadura de la novedad y su atosigamiento semanal, rencontrarse con músicos conocidos (Hazte Lapón) e intenciones nuevas (Pequeño Mal) resulta refrescante y tiene un toque extra de interés. No será la primera ni la última vez que traen sorpresa.

Confieso que, al igual que contemplo con horror los anuncios de trabajos en solitario de los miembros de bandas que te importan mucho, tiendo a sentir, por el contrario, cierta debilidad por la categoría de “bandas renacidas” que, bajo nombre y presupuestos estéticos distintos, asoman la cabeza otra vez en el panorama, desde sus propios rescoldos, para empezar de nuevo. ¿Y de qué irá ahora esta peña?”, es la pregunta pertinente que asalta. La combustión –o no– entre distintas personas que entran a un local de ensayo o se topan en un piso franco es impredecible, esto es así. Puede prender la mecha, o no.

Existen casos históricos de evolución estilística que hace época y crea escuela –el “de Joy Division a New Order” es un ejemplo icónico que parte de un drama, para más inri– y que nos invitan a fantasear con que cualquier proyecto futuro es susceptible de convertirse en algo muy interesante. En la historia que nos ocupa, la de los recién nacidos pero experimentados miembros de Pequeño Mal, se parte de una formación con pasado –la de Hazte Lapón– que dejó para la posteridad tres discos –uno de ellos doble– donde el posmodernismo pop de ciudad, el tándem vocal chica-chico y la lírica de ironía desesperada se hizo con un nombre más que respetado en la escena nacional. En la aventura presente, la malagueñitud expatriada manda, habida cuenta de que los miembros de este nuevo grupo no son otros que Saray Botella y Lolo González Molinier, junto con los hermanos Antonio y Carlos Fernández Hermana –guitarra y bajo, respectivamente; también forman parte de Living Camboya, quienes acaban de publicar LP con Wild Punk, “Pequeñas victorias”–, a los que se suma Fernando Bertola, batería y multinstrumentista de los extremeños Súper Cadáver.

Carlos Fernández Hermana, Lolo González Molinier, Saray Botella, Fernando Bertolo, Antonio Fernández Hermana.
Carlos Fernández Hermana, Lolo González Molinier, Saray Botella, Fernando Bertolo, Antonio Fernández Hermana.
Hechas las presentaciones, vayamos al asunto musical: el doble single con que Pequeño Mal asomó en un panorama saturado, al que hay que sumar la canción “Golden Retriever” que salió a finales de abril, despunta. Y esto sí que resulta complicado per se, porque son cancionacas para tararear birra en alto, es decir: se ve que hay calidad, como decía el Grupo de Expertos Solynieve. La propia banda declara al respecto, tajante y con miras altas: “Se acabaron los discos conceptuales, cada canción tiene que ser un himno”. La inmediatez es la munición melódica, bien cargada, y a dos voces, herencia lapona y recurso brillante como pocos. Ante la duda de si el sonido había sido preconcebido o se juntaron y salió, la cosa fue así, que decía Céline (es decir, no tan sencilla como pudiera imaginarse a priori): “Después de Hazte Lapón hubo una pausa muy larga, y por nuestra cabeza pasaron unas cuantas ideas chifladas (una banda de verdiales psicodélicos, por ejemplo). Pero cuando nos pusimos a ello, lo único que teníamos claro es que queríamos volver a formar una banda de guitarras”. Producido por Jordi Gil en los Sputnik Studios sevillanos, de entrada tiene toda la pinta de ser un proyecto muy de banda, más colectivo que los lapones por lo menos, así lo están poniendo de manifiesto, empezando por la promo poligonera –e indie– misma. Aunque la dirección conceptual de Lolo impregna la historia, empezando por el nombre mismo de la banda, Pequeño Mal: descrito como “crisis de ausencia” o pequeña convulsión, dicen los de la Mayo Clinic (recordemos que Lolo es psiquiatra, como Miren Tulsa por cierto).

“Golden Retriever”, vídeo dirigido por Fernando Bertola.
“Epilepsia de amor”, canción del día en Rockdelux, y “Balanza y espada”, y “Golden Retriver“, con el sello de El Genio Equivocado, apuestan tan fuerte en su romanticismo problemático que cabe preguntarse si el plan es seguir así, es decir, manteniendo ese pabellón power pop en modo high. Hay más canciones grabadas, que irán saliendo los próximos meses. Y mientras salen esas grabaremos otras más”, adelantan. También cabe cuestionarse si Pequeño Mal apuntalará en su sonido el guitarreo enérgico del tirón que de inmediato te mete en la historia, o si tenderá hacia el nuevaolismo chic con la rúbrica de un letrista, Lolo, empeñado en retratar su era a nivel social e íntimo; o si aportará con esos nuevos temas un noise pop moderadamente ruidista y alineado con la nueva oleada guitarrera que va de la “Generación Carolina” que dijo Juanma Lamet hacia un poco más atrás, es decir… hasta ellos mismos; porque las conexiones generacionales están ahí, como el propio Lamet señala, con tino, en su artículo. Precariedad emocional y desencanto material como detonantes de un subidón guitarrero: what a time to be alive, después de todo, qué coño. De momento, y por encima de las etiquetas, el pop de guitarras es la premisa fundamental, sin ser fundamentalistas. Partiendo de la tradición del post-punk con corazoncito, atención a la genealogía que nos meten aquí en medio minuto: “El pop de guitarras que surge tras el punk, que empieza con los Buzzcocks o Wire, y continúa con The Only Ones, The Records, Rich Kids, XTC o The Soft Boys, ha sido una influencia, sin duda. Ese modo de entender el pop de guitarras, que va de Big Star a Superchunk, está presente, de alguna forma, en las nuevas canciones”. ¿Y qué feedback les está llegando por parte de los seguidores de Hazte Lapón, si se puede saber? “De momento nadie parece decepcionado. ¡Y tampoco nadie ha dicho que es el mismo perro con distinto collar! Es buena señal”. ∎

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