“El mundo de la música se está volviendo un lugar cada vez más hostil”, me comentaba por redes el componente de un grupo nacional hace poco. Y creo que es un sentimiento generalizado. Por ejemplo, los conciertos en vivo van camino de convertirse en algo realmente inaccesible. Ya no es solo por la enorme inflación de precios, sino porque incluso aunque uno tenga el poder adquisitivo necesario, conseguir entradas para los eventos más demandados requiere pasar por algo cada vez más similar a las 12 pruebas de Astérix. En el aire fluye la sensación de que, como no reiniciemos el sistema, el término “música popular” se va a convertir en un flagrante oxímoron.
Esta semana,
Patti Smith estará actuando en España, prácticamente coincidiendo con el 50º aniversario de su emblemático álbum “Horses”, que se publicó el 10 de noviembre de 1975, pero solo unos pocos elegidos podrán ver a la autora de “People Have The Power”. Ya hubo polémica cuando se anunciaron los precios de las entradas para el concierto que va a ofrecer en el Teatro Real de Madrid el miércoles 8 de octubre (entre 70 euros con escasa visibilidad, y 225 euros). Pese a todo, y como suele suceder, las localidades se agotaron en tiempo récord el 15 de febrero. Pero más estupefacción ha provocado el anuncio, el pasado jueves, de que el día 9 la artista ofrecerá un concierto exclusivo para invitados en la Cúpula Atlántica de A Coruña, un recinto público con aforo para 200 personas. El evento forma parte del 50º aniversario de una conocida firma textil –que ya trajo a Air al mismo lugar el pasado 11 de septiembre– y para conseguir la entrada había que registrarse en un sorteo en la página web de la marca. Se trata, en fin, de una obscena acción mercadotécnica, que no es nada nueva pero sí resulta especialmente frustrante porque se haya prestado a ello una figura con el poder icónico de Smith (quien, por cierto, no anuncia este concierto en su web oficial).
En este hilo de X, el compañero de la emisora universitaria CuacFm Noel Turbulencias lo explica muy bien.