¿Cómo definir la obra de Brian Eno, o Brian Peter George St. John Le Baptiste de la Salle Eno? Tarea difícil dados los muchos registros, épocas y contextos que atraviesa desde principios de los años setenta la trayectoria de este artista inglés, nacido en 1948. ¿Que ha producido discos mainstream de U2 y Coldplay y abusó del concepto ambient? OK. Pero si pusiéramos en los dos platillos de una simbólica balanza todo lo que ha aportado y todo aquello prescindible en su carrera, me parece innegable cuál sería el resultado: el primer platillo se elevaría hacia las alturas y el segundo rozaría el suelo.
¿Seguimos con el intento de definirlo? Vale, ahí va: ha hecho rock, glam, pop, art rock, rock abstracto, ambient, experimental, sampleado, música repetitiva y minimalista, muzak, electrónica, krautrock, clásica contemporánea, bandas sonoras y otras cosas que me dejo, pues también hubo un tiempo en el que consideró la música como pintura. Compositor, cantante, teclista, arreglista, productor y catalizador. Artista conceptual, responsable de instalaciones, musicólogo, activista político –en 2014 comparó el gobierno de Israel con el Ku Klux Klan y ha criticado duramente a los Estados Unidos por su apoyó a los ataques en Gaza– y, lo más destacado, ha creado tendencias o ha sabido estar siempre en el lugar y el momento oportuno: el glam, el Nueva York de finales de los setenta, el minimalismo. Él apadrinó la no wave neoyorquina y leyó como nadie las intenciones de David Bowie cuando este se fue a Berlín para renovarse a sí mismo.
Estuvo solamente en los dos primeros álbumes de Roxy Music, “Roxy Music” (1972) y “For Your Pleasure” (1973) y en el single de presentación con los temas “Virginia Plain” y “The Numberer”, publicado en 1972. Suficiente para aportar las nociones básicas del sonido del grupo y una estética diferente y complementaria a la de Marc Bolan o David Bowie. Eno se encargaba de los sintetizadores y cintas, y lucía en sus atuendos más plumas que nadie. En los discos que registró a su nombre tras dejar la banda colaboraron Phil Manzanera, Andy MacKay y Paul Thomson, los otros tres Roxy, lo que dejaba bien claro con quién no se había entendido, que no era otro que Bryan Ferry. Las fuertes personalidades de ambos tardaron poco en colisionar. Una lástima, aunque lo que hicieron después por separado él, el grupo y Ferry –sustituyendo el glam por el glamur del crooner– es muy bueno.
La reconciliación llegó: Eno hizo efectos de lo más diverso –“énfasis sonoro”, “angustia sonora”, “conciencia sónica”, “tratamientos en picado”– en el noveno álbum de Ferry, “Mamouna” (1994), y siguió colaborando en tres más. Con Manzanera se entendió a las mil maravillas. Juntos crearon 801, un grupo medio post-glam, medio Canterbury –tocaban Bill McCormick, bajista de Matching Mole, y Francis Monkman, teclista de Curved Air– con el que registraron un buen álbum en directo, “801 Live” (Island, 1976), en el que interpretaron piezas de sus discos en solitario y temas de The Beatles y The Kinks. El debut de Manzanera con “Diamond Head” (1975) no podría entenderse, en su vertiente más latina, sin las contribuciones vocales de Eno y Robert Wyatt en la sensacional “Frontera”.
De las cenizas aún calientes que dejó al marcharse de Roxy Music surgiría una majestuosa tetralogía pop: “Here Come The Warm Jets” (Island, 1973), “Taking Tiger Mountain (By Strategy)” (Island, 1974), “Another Green World” (Island, 1975) y “Before And After Science” (Island, 1977). Liberado del corsé del grupo, inició una transformación que puede contemplarse igualmente en su imagen en las cubiertas y contraportadas de los álbumes, de una estética todavía colorida y transgresora a una imagen mucho más neutra. El primer disco se abre con “Needles In The Camel’s Eye” y el último concluye con “Spider And I”, un arco musical que va del glam al ambient melódico. Son cuatro obras fascinantes, repletas de canciones significantes, rugosas o festivas, delicadas o abrasivas, ecológicas o pre-punk. Aunque maneja varias nociones, incluyendo algo de vanguardia y de jazz, el pop emerge con fuerza entre los tejidos sonoros que el autor investiga y ensambla.
El último álbum quizá sea el que tenga más apuntes experimentales, ya que se gestó y grabó después de las experiencias en Colonia con Cluster y en Berlín con David Bowie. Eno navegaba firme entre muchas aguas: en 1974 publicó un sencillo con dos temas que no están en ningún álbum: “Seven Deadly Finns”, aún con un pie en el glam, y “Later On”, un brevísimo compendio de lo que estaba experimentando con Robert Fripp.
La asociación entre Brian Eno y Robert Fripp sentó las bases de lo que uno haría después con la música ambiental y el otro con los soundscapes y frippertronics. Grabaron “(No Pussyfooting)” (EG-Island, 1973) y “Evening Star” (Island, 1975), y el tema que da título al segundo y “Swastika Girls”, del primero, son los que mejor definen la cadencia establecida entre los dos músicos. Tres décadas después repetirían con un disco que nadie esperaba, “The Equatorial Stars” (DGM, 2004).
No termina aquí la asociación. Algunos de los mejores solos de guitarra de Fripp están en canciones de los álbumes de Eno: digitaciones terminales (“Baby’s On Fire”) o líricas (“I’ll Come Running”). Eno participó en el debut en solitario de Fripp, “Exposure” (1979), y le requirió en algunas de sus mejores producciones: Fripp toca en el tema “I Zimbra” de los Talking Heads y, claro, en “Heroes” de Bowie, y la sonoridad de su guitarra es indispensable en la construcción de esta canción. Siempre hubo mutuo respeto. Fripp había pensado titular “Music For Sports” su disco de frippertronics, pero no quiso entrometerse en el trabajo de su amigo con la música para lugares y atmósferas y acabó lanzándolo como “Good Save The Queen/Under Heavy Manners” (1980). Hay otra curiosa asociación en el contexto kingcrimsoniano: “Robert Sheckley’s In A Land Of Clear Colors” (Mensanjero, 1979), editado también como “From Ibiza”, es un disco de spoken word de Eno y Pete Sinfield en el que pusieron música y narración a un relato del autor de ciencia ficción Robert Sheckley. Además de ser el letrista de King Crimson entre 1969 y 1971, Sinfield ya había producido el siete pulgadas “Virginia Plain” y el primer disco de Roxy Music.
David Bowie dio un giro decisivo a su carrera con lo que él mismo denominó la “trilogía berlinesa”: “Low” (1977), “Heroes” (1977) y “Lodger” (1979). En el primero se incluía el tema “Warszawa”, con un fondo de lóbregos y góticos sintetizadores y un piano monolítico suministrados por Eno sobre el que discurre la voz glacial de Bowie. La canción lleva la firma conjunta de ambos. Eno toca teclados o hace coros en cuatro cortes más de “Low”, el disco-muro de Bowie grabado parcialmente en los estudios Hansa de Berlín a finales de 1976. Medio año más tarde, en el mismo estudio, Bowie confeccionaría una de sus obras más importantes: Eno no solo toca teclados y hace tratamientos de guitarra, sino que es coautor de “Heroes” y “The Secret Life Of Arabia”, las dos canciones que mejor explican, entre el desgarro melódico y el pop exótico, uno de los discos medulares de la historia del pop.
Aunque registrado en un estudio suizo, “Lodger” completaría esta trilogía germánica en la que Eno ayuda en la composición de más de la mitad de los temas, entre ellos el dinámico “D.J.”, cuyo tratado rítmico y sonoro recuerda a los Talking Heads que entonces él producía. Se reencontrarían años después en “Outside” (1995), el álbum distópico de Bowie. Eno produjo el primero de Devo, “Q: Are We Not Men? A: We Are Devo!” (1978), a petición de Bowie y lo grabó en los estudios de su amigo alemán, Conny Plank. De esta época son también unas sesiones de Bowie, Eno e Iggy Pop recopiladas en sucio en el disco pirata “The Laercheling. Studio- Outtakes 1972-1977”.
Y si en 1975 estaba digiriendo lo que se hacía en Nueva York, un año después se fue a otra ciudad donde las músicas mutaban y se esparcían en múltiples direcciones, Colonia. El período kraut de Eno es breve pero riquísimo. El disco de Harmonia ‘76 titulado “Tracks & Traces” (S3, 1997; reeditado por Grönland Records en 2009 con tres temas más) lo hizo a medias con Harmonia –los dos Cluster, Moebius y Roedelius, y un Neu!, Michael Rother– y es una simbiosis perfecta entre lo que estaba haciendo Eno en sus discos en solitario y las atmósferas y rítmica de los alemanes.
A nombre de Cluster-Eno apareció después “Cluster And Eno” (Sky, 1977) y, como Eno-Moebius-Roedelius, “After The Heat” (Sky, 1978). Ambos discos entroncan más con la línea ambiental y de clásica contemporánea que Eno empezaba a explorar, aunque en cortes del segundo como “Broken Head” dominan las texturas de la aún no finiquitada etapa pop. Más tarde, en el disco de tributo a CAN “Sacrilege” (1997), Eno se sumó al homenaje a otra gran banda del krautrock remezclando el tema “Pnoom” y convirtiéndolo en una juguetona miniatura.
Otros dos estados de ánimo musicales, el Nueva York de The Velvet Underground y la escena de Canterbury, de los que participó. Todo quedó conjugado en un disco en directo, “June 1, 1974” (Island, 1974), a nombre de Kevin Ayers-John Cale-Eno-Nico. Era la época en la que un afrancesado Eno lucía boina roja, camiseta de rayas y fular. Un disco más emotivo que excelente, captura de un encuentro único al que se sumó Robert Wyatt en su reaparición tras el accidente que lo dejó parapléjico. Y espoleta de otras colaboraciones como “Wrong Way Up” (Opal, 1990), pop de alta gama a cargo del dúo Eno/Cale; la presencia de uno en discos del otro y viceversa –Eno está por ejemplo en “Fear” (1974) y “Helen Of Troy” (1975), y Cale en “Another Green World”–; la misma permuta con Wyatt, a quien Eno secundaría en cuatro álbumes, y la participación en Quiet Sun, grupo de raíz experimental de un solo disco –“Mainstream” (1975)– creado por Charles Hayward, Bill MacCormick y Phil Manzanera. Todo aquello se producía porque había una gran red que interconectaba a muchos músicos de procedencias diversas a partir de unas ideas comunes. No es de extrañar que “Little Red Record” (1972), el segundo álbum de los Matching Mole de Wyatt y MacCormick, esté producido por Fripp y en un tema el teclista toque un sintetizador… ¡que le había prestado Eno!
A lo largo de su dilatada trayectoria ha desarrollado muchos conceptos teóricos y prácticos. De la imagen vulneradora del glam pasó a la idea del “no músico”, el estudio de grabación como un laboratorio permanente o un instrumento más, la elaboración de atmósferas sonoras para lugares cotidianos y las denominadas estrategias oblicuas.
Las Oblique Strategies son tarjetas de instrucciones para las canciones creadas en 1975 por Eno y el pintor, diseñador e impresor Peter Schmidt, con anotaciones musicales o más generales que deberían servir para estimular y desbloquear a los músicos en sus procesos creativos, al estilo de las game pieces de John Zorn y otros compositores de vanguardia. Schmidt y Eno las definían como un oráculo y fueron editadas en su momento en un estuche. En los años setenta, Schmidt fue un gran referente para Eno. Son suyas las cuatro acuarelas en color con paisajes e interiores de casas que aparecieron en la edición original de “Before And After Science”.
Los diez discos que conforman la serie Obscure Records, un proyecto de música minimalista y repetitiva desarrollado por Eno entre 1975 y 1978 –del que formaron parte Gavin Bryars, John Adams, David Toop, Max Eastley, Christopher Hobbs, Jan Steele, John Cage, Michael Nyman, Penguin Cafe Orchestra, John White, Tom Phillips y Harold Budd–, supusieron la interiorización definitiva de otras nociones diferentes a la música pop sin tener que abandonar esta en absoluto.
Es su momento de máximo esplendor y capacidad para asimilar ideas procedentes de los más diversos estilos y darles una forma nueva. Si tuviera que escoger solo uno me quedaría con el primero, “The Sinking Of The Titanic” (1975), de Gavin Bryars, esa fantasmática reformulación musical de la orquesta que tocaba durante el naufragio del Titanic acompañada de otro tema construido sobre la letanía en bucle de un vagabundo. Aunque sería en dura pugna con el tercero, “Discreet Music” (Obscure, 1975), del propio Eno, dividido en tres variaciones de una obra de Pachelbel y una sinfonía de sintetizadores analógicos y cintas.
En estos discos –recogidos en la reedición “The Complete Obscure Records Collection 1975-1978” (Dialogo, 2023), la mejor del pasado año para Rockdelux, y mira que había nivel– se expandían los límites de la música repetitiva. En los cuatro de la serie ambient, Eno no reformuló, sino que creó: “En 1978 lancé el primer disco que utilizó la palabra ‘ambient’, un nombre que inventé para describir un estilo musical que estaba surgiendo en aquel momento”, explicaba en su libro-diario “A Year With Spollen Appendices” (Faber & Faber, 1996). La idea era “desarrollar la propia textura sonora como eje del trabajo compositivo y la capacidad de crear espacios acústicos virtuales por medios electrónicos”.
La serie tuvo cuatro entregas: “Ambient 1. Music For Airports” (EG-Polydor, 1979), de Eno; “Ambient 2. The Plateaux Of Mirrors” (EG, 1980), a medias con Harold Budd; “Ambient 3. Day Of Radiance” (1980), del percusionista Laaraji, pero producido por nuestro protagonista, y “Ambient 4. On Land” (EG, 1982), de Eno. En la funda interior del primero, que se gestó mientras esperaba la salida de un vuelo de madrugada en el solitario aeropuerto de Colonia, imprimió su manifiesto sobre la música ambiental. Pero, enlazando estas dos series, consideraba que “Discreet Music” era en realidad su primer disco de ambient. La visión, la estrategia, le llegó por azar cuando a principios de 1975, inmovilizado en cama a causa de un accidente, una amiga le trajo un disco de música de arpa del siglo XVII. Ella lo puso en el tocadiscos antes de marcharse, Eno percibió que uno de los altavoces no funcionaba, la música se oía demasiado baja, se confundía con el ruido de la lluvia copiosa del exterior y él no podía levantarse para apagarla. Al final se dejó seducir por la anómala escucha, “eran icebergs sonoros emergiendo de la tormenta”. Así nació una serie de discos, un estilo (vulgarizado, cierto), un sentimiento sonoro que se prolongará en otros de sus trabajos y en las muchas colaboraciones con Jon Hassell, Harold Budd, Daniel Lanois, Michael Brooks, Russell Mills y su hermano Roger Eno.
El espectro como productor de Eno ha sido de lo más amplio y lo llevó a fundar en 1983 el sello Opal Records, aunque más dedicado a producir y editar trabajos suyos o en colaboración. En algunas ocasiones ha producido sin parecerlo, como en “The Lamb Lies Down On Broadway” (1974), el último disco de Genesis con Peter Gabriel: Eno aparece como responsable de la enossification, no produce ni graba, pero confiere al sonido una entidad especial.
¿Se nota siempre su mano? Digamos que no demasiado en el disco de Coldplay “Viva La Vida Or Death And All His Friends” (2008). Si es más tangible en “Ultravox” (1977), el segundo álbum del combo liderado entonces por John Foxx. También se nota en “Bright Red” (1994), de Laurie Anderson, donde además de producir ejecuta sus significativos y reconocibles efectos y loops. Ha producido –entre otros– “Cobalt Blue” (1992) de Michael Brook, “Souvlaki” (1993) de Slowdive, “Hurricane” (2008) de Grace Jones, “Overgrown” (2013) de James Blake y “Everyday Robots” (2014) de Damon Albarn. Un poco de todo: en unos es evidente su ascendente y en otros graba y pule según lo que le requieren.
Un caso aparte es su asociación con U2, a quienes ha producido “The Unforgettable Fire” (1984), “The Joshua Tree” (1987), “Achtung Baby” (1991) y “Zooropa” (1993). Si bien los dos primeros reblandecen el sonido y acentúan la épica insoportable, el tercero, y en concreto la canción “The Fly”, pone en colisión los falsetes de Bono con una electricidad más angulosa; casualmente o no, este disco se grabó en los Hansa berlineses de “Heroes”.
No ha participado en grandes películas, pero su dominio de la banda sonora es considerable. Ha hecho de todo, y lo más destacable sería su pretérita asociación con el cineasta británico Derek Jarman, aunque casi nada de estos trabajos está editado: compuso las músicas de “Sebastiane” (1976) y “Jubilee” (1978), y en “Blue” (1993), la desafiante película de Jarman con la pantalla en azul, participó en la grabación de la banda sonora de Simon Fisher Turner. “Glitterbug” (1994) es un montaje de los filmes de Super 8 de Jarman editado en vídeo después de la muerte del cineasta y con temas compuestos para la ocasión por Eno. Además del “Prophecy Theme” incluido en “Dune” (David Lynch, 1984), ha elaborado bandas sonoras como las de “The Lovely Boys” (Peter Jackson, 2009) y la serie “Boy” (Ronan Bennett, 2011-2023).
De su asociación con Bono y U2 surgió el grupo efímero Passengers, que publicó un disco, “Original Soundtracks 1” (1995), con temas para filmes imaginarios que acabaron adecuándose a una docena de películas reales, así como la participación de Eno y Bono en The Million Dollar Hotel Band, grupo compuesto expresamente para la banda sonora de la decepcionante “El hotel del millón de dólares” (Wim Wenders, 2000).
Canciones pretéritas de Eno han sido empleadas en muchas películas, destacando “By This River” en “La habitación del hijo” (Nanni Moreti, 2001) y varias en “Clean” (Olivier Assayas, 2004). “Apollo: Atmospheres And Soundtracks” (EG, 1983), grabado con su hermano Roger y Daniel Lanois, compila la mitad de los temas que compusieron para un documental sobre el programa espacial Apollo que no se estrenó hasta seis años después. Los otros temas serían incluidos en “Music For Films III” (Opal, 1988).
En una lista que hizo con sus doce canciones de películas preferidas incluyó el uso de “Women Of Ireland” de The Chieftains en la banda sonora de “Barry Lyndon” (Stanley Kubrick, 1975), el tema principal de Miles Davis de “Ascensor para el cadalso” (Louis Malle, 1958) y el “Moon River” de Henry Mancini cantado por Audrey Hepburn en “Desayuno con diamantes” (Blake Edwards, 1961). Pero puso también dos temas instrumentales propios, el ambiental “Final Sunset” –incluido en “Music For Films” (EG, 1976)– y el policrómico “Deep Blue Day” –de “Apollo”–, incorporados a “Sebastiane” y “Trainspotting” (Danny Boyle, 2017) respectivamente. Lo incluyó no tanto por los temas en sí mismos como por la buena utilización que se hacía de ambos en estas películas.
Extenso. Menos influyente que otros músicos y grupos, pero plural. Algunos ejemplos. Bauhaus en 1982, la época en que versionaban a Bowie, Marc Bolan y John Cale, grabaron un mimético “Third Uncle”. The Feelies también lo han versionado en directo y estudio. Los psicodélicos MGMT incluyeron en su segundo álbum, “Congratulations” (2009), un festivo tema titulado “Brian Eno” en el que lo definen como el profeta de alma de zafiro y asumen que “siempre estamos un paso detrás de él”.
“Baby’s On Fire” se lleva la palma de las versiones: por los muy interesantes Ciudad Jardín en 1985 (“Mi chica está en fuego”; en su LP de debut: “Falso”); por The Creepers (banda de Marc Riley, ex The Fall) en 1986; cantada por Jonathan Rhys Meyers en “Velvet Goldmine” (Todd Haynes, 1998); por Yo La Tengo en “Yo La Tengo Is Murdering The Classics” (2006), y en un single de 2005 del grupo de house T-Total en colaboración con Marc Almond. El propio Eno no paró de grabarla –está en “Here Come The Warm Jets”, “June 1, 1974” y “801 Live”– y es notable en unas sesiones del “Top Gear” de la BBC, de 1974, interpretada junto a The Winkies, grupo de pub-rock con Brian Turrington que lo acompañó de gira tras lanzar su primer disco en solitario (“Dali’s Car”, un disco semipirata alemán sin fecha, lo documenta). No olvidemos las versiones sinfónicas que Philip Glass ha realizado de los discos de Bowie con Eno o la relectura de “Music For Airports” a cargo de Bang On A Can en 1998.
Pero el legado es activo. Son muchos los que han querido grabar un disco con él y lo han conseguido: “Wah Wah” (1994) con James, “Spinner” (1995) con Jah Wobble –la música para el filme de Jarman “Glitterburg”–, “Drawn From Life” (2001) con J. Peter Schwalm, “Someday World” (2014) y “High Life” (2014) con Karl Hyde (Underworld), “Finding Shore” (2017) con Tom Rogerson, y “Secret Life” (2023) con Fred again..: rock alternativo, ambient-dub, ambient-pop y electrónica. Amplitud de miras. Lleva medio siglo haciéndolo y sin que su productividad decaiga. “Thursday Afternoon” (Opal, 1985), “The Shutov Assembly” (Opal, 1992), “The Drop” (All Saints, 1997), “Small Craft On A Milk Sea” (Opal, 2010) y “Foreverandevernomore” (Opal-Universal, 2022) son otros de sus discos a tener en cuenta. Paleta sonora inagotable. Obra inabarcable. ∎
No es tanto la calidad del tema en sí mismo, un instrumental de guitarras resonantes y sintetizadores vaporosos a cargo de Brian y Roger Eno y Daniel Lanois, como su particularidad para ilustrar momentos cinematográficos diversos: compuesto para un documental espacial, funciona como un tiro en la escena de “Trainspotting” (Danny Boyle, 1996) en la que Ewan McGregor es engullido por un retrete lleno de heces y vómitos y aparece en un mar cristalino a la búsqueda de la bolsita de droga extraviada.
Algún tema estrictamente ambient debería aparecer en esta lista, y me he decantado por la versión más dark en un disco con fondos sombríos y amenazadores que podrían encajar en una escena de “Twin Peaks” (David Lynch, 1990-1991). “Lizard Point” fue compuesta y grabada con Material y el disco acompañaba unas piezas de vídeo solo editadas en VHS y Beta.
Una canción que podría haber formado parte perfectamente de cualquiera de sus discos de la primera mitad de los setenta por su loop y sentido tan contagioso del ritmo, las guitarras juguetonas con texturas de pop-funk-espacial y jazz evanescente, aunque a nivel vocal narra más que canta en unos breves pasajes.
En su disco conjunto, Eno y John Cale plantearon un temario colorido, a ratos synthpop, antes que un rock urbano, eléctrico. Un atractivo cruce sonoro a los dos lados del Atlántico materializado en este tema de preciosa melodía, voces entretejidas y un sentido relajado del tiempo y del espacio.
El tema que abre la exploración de Eno y David Byrne del sampleado de fuentes naturales incorporadas como métrica o melodía. Sobre el discurso de un airado locutor radiofónico cabalgan las guitarras desquiciadas, los rugosos bajos combinados de Bill Laswell y Tim Wright –Pere Ubu, D.N.A.– y la percusión callejera de David Van Thiegem.
Quemar a su tío, quemar sus libros, quemarle los zapatos. Madres, tontos, acantilados, latas, cerdos, tiburones, piernas, botas, dedos quemados de los pies… Otro texto con o sin significado preciso, expelido a un ritmo trepidante con bajos que comienzan en trémolo, guitarras espitosas y percusiones al metrónomo. Pura trepanación.
El sonido pop-rock de Eno en los setenta en toda su dimensión: percusión metálica, un piano desarreglado, excelente combinación de guitarras rítmica (Manzanera) y solista (Fripp), una melodía contagiosa, un compás turgente y el sonido como una turbina para contar una historia inenarrable con el título del sombrero plomizo del rey.
Una auténtica delicia en la que la melodía, la forma de cantar de Eno, los coros, el interludio con la guitarra y el rumor de unas castañuelas no disimulan el sentido a veces abstracto o absurdo de las letras de sus canciones: el tema se apostilla “To Tie Your Shoe”, vendré corriendo a atarte el zapato.
Pocas veces ha cantado Eno con tanta serenidad, con tanta claridad, sosiego y equilibrio. Herencia de su etapa alemana, el tema lo escribió con Roedelius y Moebius, que acompañan con elegantes pianos eléctricos. Una canción quebradiza, frágil, puede que triste –su empleo en el filme “La habitación del hijo” (Nanni Moretti, 2001)–, enorme.
Y llegamos a la primera, no sé si la mejor, pero si una de las más definitorias, reverenciadas y versionadas, pura adrenalina con un bajo que funciona como un mazo, el tempestuoso solo de guitarra del Fripp más crudo y un envoltorio como sucio y desgarrado. Quizá la liberación incendiaria de Eno tras su salida de Roxy Music. ∎

Primer álbum en solitario y una canción de inicio, “Needles In The Camel’s Eye”, que parece anclada aún al temario de Roxy Music, pero no es exactamente lo mismo. La siguiente, “The Paw Paw Negro Blowtorch”, ya dibuja el mapa preciso (melodía, estribillo, coros, sintetizadores festivos) del rock según Eno. Pero es un disco cambiante y fluctuante, tanto como el estilo de los guitarristas que tocan (Manzanera, Fripp, Chris “Ace” Spedding), que va del tono meloso y soñador de “Cindy Tells Me” y la bella melodía en bucle de “On Some Faraway Beach” al blues desafinado de “Driving Me Backwards” y el espasmo de “Baby’s On Fire”. La furia.

El bajo tiene gran protagonismo en la mitad de “Another Green World”: fluye libre y dialoga en “Sky Saw” con la rasposa viola de John Cale mientras Eno lo subvierte con el sonido de su snake guitar o coquetea con el jazz en “Over Fire Island”. Es un disco reposado, manifiestamente ecologista, que busca sonidos nuevos con instrumentos tratados: delicadas miniaturas cantadas o instrumentales como “St. Elmo’s Fire”, “Another The Green World” –una maravilla con Farfisa, guitarras lejanas y las notas sueltas del piano–, “Becalmed” y “The Big Ship”, gemas pop del calado de “I’ll Come Running” y “Golden Hours” o los efluvios orientales de “Sombre Reptiles”. La calma.

A Eno le decepcionó que este disco no tuviera demasiada aceptación en su momento, pero se congratuló sabiendo que escritores y pintores conocidos le habían dado una buena utilización: ponerlo de fondo mientras trabajaban. Ese es uno de los propósitos de la música ambiental, ¿no? La primera parte cumple con este fin: una oscilación o diagrama sonoro de relajantes treinta minutos que sigue su curso lógico a través de sintetizadores, ecualizadores, cintas, retrasos y retornos del sonido. La segunda consiste en tres personales variaciones o reinterpretaciones de la pieza más conocida de Johann Pachelbel, “Canon en D mayor”: un ambient barroco.

El trabajo a dúo con Fripp sería un esbozo y “Discreet Music” (1975) confirmaría una de las líneas de trabajo a la que se iba a dedicar en firme, pero fue en “Music For Airports” donde cristalizó definitivamente su noción de música ambiental o música de ambientes. Cuatro piezas sin título, solo números, sucesiones –“1/1”, “2/1”, “1/2”, “2/2”–, desarrolladas en bucle: ambient y música repetitiva conviviendo en sonidos que describen lugares o cómo puedes sentirte en esos lugares. El primer tema fluye de un piano acústico tocado por Robert Wyatt, coautor de la pieza. El segundo y tercero son voces tratadas y expandidas, en eco y reflujos. Manifiesto estético en toda regla.

Eno y Byrne, en armonía con lo que había hecho Holger Czukay en canciones como “Persian Love”, utilizaron fuentes naturales para construir el entramado de los temas y manipularlas hasta crear algo distinto con mucha percusión, guitarras veloces y bajos penetrantes. Música de apropiación a partir de voces de locutores de radio, conversaciones entre políticos, una cantante libanesa, el sermón de un reverendo, una emisora de radio evangélica, musulmanes recitando el Corán –eliminados en algunas ediciones– o la praxis de un exorcista en el tema “The Jezebel Spirit”. Cortes como “Help Me Somebody” son puro Talking Heads pero con la voz de un predicador. ∎