Beth Gibbons, suprema. Foto: Óscar García
Beth Gibbons, suprema. Foto: Óscar García

Festival

Primavera Sound (30 de mayo /y 2): rencuentros y futuros

El turno de noche de ayer en la primera jornada de Primavera Sound Barcelona estuvo marcado por los anhelados rencuentros con Beth Gibbons, Pulp y Vampire Weekend. Y hubo mucho alborozo en el sector electrónico, tanto en las propuestas para el gran público –Peggy Gou, Justice– como en zonas menos concurridas por este, aunque igualmente recomendables: Kode9, Joker, Evian Christ, DJ Haram. Y con la alborada, presente perfecto y presagios de futuro por cortesía de A.G. Cook.

A.G. Cook

Resumen: “Britpop” (2024) es irresumible. Tanto como la carrera de A.G. Cook. Tanto como la historia del clubbing británico en los últimos quince años. Y tanto como su show en el escenario Pull&Bear, que al final no fue esto, sino quizá todo lo contrario, una amalgama de maximalismos varios encadenados en una paranoia cibernética… pero a la vez un poco sí, entendido su maximalismo con ferviente convicción introspectiva que consigue agarrar emocionalmente del cuello cada género que toca. Con PC Music chapado, su labor hecha y su lugar en la historia grabado a fuego en páginas que por siempre quedarán como un secreto de esos que por un segundo parecen gritados a voces, el A.G. Cook de “Britpop” es extrovertido y jovial y no tiene máscara ninguna. Su set, desfasado, visceral, romántico, abstracto, perturbador, onírico, es una carta de amor desgarradora a la electrónica británica de la última década. Y, claro, a su trabajo, a su lugar como obrero y al mismo tiempo demiurgo. A SOPHIE y al pop de la deconstrucción. A una Charli XCX a la que se echó de menos en el remix de “Von Dutch”. Y a Caroline Polachek: su voz en “So Hurt You Hurting My Feelings” se convirtió en sintetizador, y en sus escaleras de caracol ascendimos a un clímax que siempre fue anticlimático y que, rondando siempre el drop facilón, nunca lo llegó a besar. El triunfo del nerd que siempre avisó Primavera Sound: un cierre para la historia que le dio razón, chocando los cinco en un cielo a punto de amanecer, a la vía abierta en su día por Hudson Mohawke. En algún momento nos rompió el corazón. Diego Rubio

Beth Gibbons

Antes de cerrar su actuación en el escenario Cupra con “Reaching Out”, el tema de su primer álbum en solitario, “Lives Outgrown” (2024), que más cerca está del trip hop primigenio mezclado con algo de kraut, Beth Gibbons ofreció una gran interpretación de la siempre emocionante “Roads”, una de las cúspides de la obra de Portishead. No era solo un retorno al pasado. Hace treinta años de la publicación de “Dummy” (1994), y escuchando esa voz que sigue llegando a límites insospechados parecía que el tiempo se hubiera detenido. La imagen de Gibbons –el corte de cabello de siempre, el característico jersey y la forma de agarrar el micrófono– ayudó a concretar esa percepción visual y sonora y tendió un puente hasta el año 2008, cuando la doble actuación de Portishead en el festival, una en un escenario exterior, otra en el Auditori Rockdelux, se convirtió en uno de los momentos sublimes de la historia del Primavera Sound. Pero nada de nostalgia. Gibbons, con una banda de orfebrería –guitarrista, bajista, batería (James Ford, productor del álbum), teclista, un percusionista-saxofonista y dos violinistas– acometió casi íntegramente “Lives Outgrown” y su folk hop. También tuvo un doble recuerdo para “Out Of Season” (2002), el disco que grabó con Rustin Man (Paul Webb): “Mysteries” sonó tan delicada como entonces y “Tom The Model” con su energía soul. Gibbons se tomó con calma el hecho de que en algunas fases se escuchara demasiado el sonido procedente de otro escenario y al final bajó para saludar y abrazar al público de la primera fila. Un gesto simple, nada forzado, agradecido. Quim Casas

Beth Gibbons: terrestre y celestial. Foto: Óscar García
Beth Gibbons: terrestre y celestial. Foto: Óscar García

Deftones

El mítico grupo californiano logró imponer su singular atmósfera en el escenario Amazon Music a pesar de padecer una mezcla de sonido un tanto enlatada que afectó especialmente a los temas de más agresividad sonora; en estos, la voz de Chino Moreno incluso arañó lo ininteligible debido a la distorsión. Pero desde su encapuchada aparición en la inaugural “Genesis”, el cantante –no especialmente locuaz– demostró que no ha perdido ni un ápice de su carismática energía: estrangulando el micrófono con ambas manos, brincando a lo largo del escenario, o subiéndose y bajándose de los monitores. Acompañado de una creativa presentación visual –filtración de colores en las pantallas que variaba en base a la tonalidad de la canción–, el grupo alternó riffs pesados –la épica “Diamond Eyes”, las galopantes “Swerve City” y “Rocket Skates”; o “Feticeira”, con la mitad del público a puño alzado vociferando “soon I’ll let you go”– y absorbentes baladas con Moreno a la guitarra: la belleza indiscutible de “Digital Bath”, la ensoñación de “Sextape”, condimentada con imágenes de olas o “Change”, evidentemente coreada por todos los presentes. Diseñaron expertamente la traca final: una tajante interpretación “Be Quiet And Drive”, esa delicia a medio camino entre el shoegaze y el nu metal, dio paso a una breve versión de The Smiths –“Please, Please, Please Let Me Get What I Want”– que por supuesto maridó excepcionalmente con el Primavera, antes de cerrarse el recital con el frenesí colectivo de “My Own Summer”: es posible que el puesto de servicio médico del festival recibiera más de un cuello roto como consecuencia. Xavier Gaillard

Deftones: nu metal + The Smiths. Foto: Christian Bertrand
Deftones: nu metal + The Smiths. Foto: Christian Bertrand

DJ Haram

Integrada en la soirée de Hyperdub en el escenario Warehouse x Dice, a DJ Haram –alter ego de Zubeyda Muzeyyen– se la pudo ver el año pasado en el Sónar junto a la incombustible Moor Mother en su proyecto conjunto de spoken word extremo 700 Bliss. En un espacio tan lóbrego, intimidante y fascinante, su set comenzó con una catarata de bajos retumbantes entre los que se colaron leves ecos orientales, haciendo honor a sus raíces. No tardó en hacer acto de presencia el drum’n’bass, ritmo renacido cual ave fénix que constituyó el eje transversal de su sesión. En medio, hip hop del ala más dura, hard house y brutal bass music. De repente, se infiltraban unas frecuencias placenteras con aroma de R&B. Pero la tranquilidad duraba poco y un criminal y veloz ritmo gabba se apoderaba del espacio sonoro apoyado en un sound system atronador. ¡Jefaza! Luis Lles

DJ Haram no coge prisioneros. Foto: Marina Tomàs
DJ Haram no coge prisioneros. Foto: Marina Tomàs

Duster

Las melódicas “Me And The Birds” y “The Twins/Romantica” dieron inicio a la sesión de slowcore del conjunto americano en el escenario Steve Albini, donde cálidas guitarras y dulces voces generaron ejercicios de tensa contención al estilo Codeine: “Mint And Chocolate” tuvo instantes de casi parón, la hipnótica “Constellations” o una “Heading For The Door” que evolucionó de un ritmo lento a un ritmo ultralento. En ocasiones combinándolo con crujientes muros ruidosos, coloreados por el jugueteo pedalero de Clay Parton, principal encargado de confeccionar texturas y flemáticos punteos, tan punzantes-triunfales (“Orbitron”) como ominosos (“Making Room”). La intrincada afinación de los instrumentos tras cada tema subrayó la meticulosidad de la banda: si bien por momentos el set podría resultar anodino a oídos menos familiarizados con la obra del grupo californiano, la traslación al directo del ambiente de sus discos fue de una admirable elegancia. Xavier Gaillard

Duster, institución slowcore. Foto: Rosario López
Duster, institución slowcore. Foto: Rosario López

Evian Christ

Evian Christ, enfant terrible de la electrónica europea de nuevo –y nostálgico– cuño y príncipe de la deconstrucción trance, ha demostrado ser un maestro de la gestión de expectativas y también del dominio de formatos. De su debut en Boiler Room x Cupra, que realmente adoptó la forma de un headlining en sus Trance Parties, podríamos haber esperado tanto apocalipsis como comunión, de hecho. Pero su respuesta fue siempre la mesura y el punto medio, si es que la idea de algo mínimamente equilibrado se puede aplicar a un DJ set que suena como si le inyectaras un virus bastante chungo a un recopilatorio de Armada, y que sabe moverse siempre entre la energía desbordante, el himno macrodiscotequero de los 2000 y la extrañeza del deconstructed: ¿quién si no Evian Christ iba a pinchar el “Everytime We Touch” de Cascada en un Primavera Sound? En el fondo, cero sorpresas, y no lo digo como algo malo: el británico siempre ha sido un enamorado de la fiesta, y siempre pondrá la fiesta en primer lugar. Diego Rubio

Evian Christ te trae la fiesta. Foto: Marina Tomàs
Evian Christ te trae la fiesta. Foto: Marina Tomàs

Joker

Joker ha estado relativamente desconectado de hacer música –y, sobre todo, de pincharla– últimamente. Tan solo se ha dejado ver en grandes celebraciones nostálgicas de la cultura del soundsystem como la que tuvo lugar en el pasado festival de Glastonbury. Por eso volverlo a ver en un contexto nocturno y con vibras tan cercanas al club, más ahora que está viviendo una especie de segunda juventud tras reivindicarle Skrillex, y más aún con el tinte púrpura de la Boiler Room x Cupra, fue todo un privilegio. Sirvió, como se esperaba, infinidad de ritmos diluidos, sintetizadores irritados de aire ciberpunk, subgraves terroríficos, bajos pegajosos y tracks irreconocibles entre los que seguro hubo próximos lanzamientos del de Bristol. Y el conjunto osciló entre la energía implosiva que se le supone y momentos más introspectivos, febriles incluso –llegando a deformar “Una noche más” y enturbiando favela funk–, en los que la IDM logró filtrarse como un virus en un córtex que vive fundamentalmente de fórmulas de old garage y grime interestelar. Diego Rubio

Joker: dubstep y más. Foto: Òscar Giralt
Joker: dubstep y más. Foto: Òscar Giralt

Justice

El mastodóntico espectáculo con que los franceses volvían a recalar en la Ciudad Condal estuvo en consonancia con su preciado slot en uno de los dos escenarios XXL del festival, el Estrella Damm. El dúo, con el pretexto de su reciente (y de elocuente título) “Hyperdrama” (2024), aterrizó para ofrecer esa endiablada fórmula de baile que, con los años, ha conseguido emanciparse de la sombra de Daft Punk. Su show maximalista no fue apto para fotosensibles. Bajo un tremendo despliegue lumínico, la dupla gala encontró ese punto de equilibrio entre el house y el electro de omóplato y la electrónica melódica de aceptación más transversal. Un french house cortado con breakbeat y electro, con esas fugas coloristas normalmente señaladas con aportes vocales cercanos a la música disco. Concesiones, con incluso alguna incursión en el pop, que fueron intercalando entre sus enfoques crudos y tranceros que han guiado sus directos en otros emplazamientos y tiempos. También en lo estético parecen haber dejado atrás esas pintas de rockstar con que los conocimos. Ahora predominan los trajes –con un look que podría haber brillado en el festival de Sanremo 1978–, la sobriedad y el estatismo escénico. Sin moverse de sus torres de control propias de una sci-fi de otros tiempos, los franceses dominaron con precisión el tempo rítmico de sus acometidas bailables hasta esa última algarabía que provocó un “DANCE” remezclado con otras marcas reconocibles de su historial musical, incluyendo hasta fragmentos del “On To The Next One” de Jay-Z. Su cruz volvió a dejar estigma. Marc Muñoz

Justice: french maximalism. Foto: Sergio Albert
Justice: french maximalism. Foto: Sergio Albert

Kode9

Todos los caminos electrónicos del Primavera Sound, por un momento, apuntaron al garage: cuando a las dos y media de la madrugada lo agarró Kode9 en el Warehouse x Dice para poner el broche de oro a la celebración de los 20 años de Hyperdub, quizá fue, aunque solo fuera por un segundo, el rincón más especial del festival. El fondo lo puso un repaso a clásicos publicados por el sello pero tratados inconfundiblemente por la mano de su capo, rendido humildemente a los avances perpetrados en la identidad electrónica de las Islas Británicas en estas últimas dos décadas. Y la forma fue una amalgama de techno celebrativo que abandonaba la dilución como primera lengua sin perder el pulso garage, grime y la ambientación hacker, rebotando contundente –a veces demasiado– contra los muros de hormigón. Diego Rubio

Kode9, gurú Hyperdub. Foto: Óscar García
Kode9, gurú Hyperdub. Foto: Óscar García

Peggy Gou

La surcoreana está sabiendo alimentar muy bien la expectación ante el que será su primer álbum con la publicación dosificada de sus singles previos, que anoche desgranó al final de un DJ set que, aun transcurriendo un poco a piñón fijo, resultó más amable –según me cuentan– que el de su último paso por Sónar. Luciendo palmito de celebridad de nuevo cuño (bolso de Guess y copa de cava –o quizá champán– bien a mano), había comenzando decantándose por el tech-house, escalando intensidad con el “Let’s Skank” de Skankman, el “What A Friend” de Floorplan, la edición rave (diría que lo era) del “Murder On The Dancefloor” de Hannah Leigh, el “Jealous” de Mochak y el “Hard House” de Klubbheads. Así que el público, muy predispuesto –el espectáculo estaba en las pantallas: proliferaban las gafas de sol y los rostros extasiados en plena madrugada–, empezó a calentarse de lo lindo en el escenario Amazon Music. Carlos Pérez de Ziriza

Peggy Gou, a piñón fijo. Foto: Marina Tomàs
Peggy Gou, a piñón fijo. Foto: Marina Tomàs

Pulp

“¿Qué es lo que harías exactamente por un bis?”, preguntaba Pulp hace un cuarto de siglo en “This Is Hardcore”. “Esto es lo que hacemos para un bis”, responden ahora: una apoteósica gira de rencuentro, en realidad la segunda tras la de 2011, aquella que pasó por el Primavera Sound y que contó con su mítica dedicatoria de “Common People” a los indignados. Esta vez, una sección de cuerdas marcaba la expectación en el escenario Santander, hasta que la figura de Jarvis Cocker emergió en lo alto de una escalera, recortada sobre una enorme luna llena, donde empezó a entonar “I Spy”, carismático, pletórico, cinematográfico. “¿Quieren un poco de diversión? En 2024 la magia es posible”. Y sin mayor calentamiento llegó la euforia de “Disco 2000”, con explosión de confeti, seguida por “Mis-Shapes” y el quiebre nostálgico de “Something Changed”, dedicada a quien fuera su bajista, Steve Mackey, fallecido en marzo de 2023, y al también recientemente desaparecido Steve Albini. Más juguetones en “Pink Glove”, más oscuros y psicodélicos en “Weed” y “Weeds II (The Origin Of The Species)”, desembarcaron en “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E.” mientras Cocker, a sus 60 años, se deslizaba sobre el escenario, saltaba sobre los monitores y danzaba con sus característicos contoneos: un anfitrión cálido y generoso, que interactúa con el público como si lo hiciera con cada uno en particular. “This Is Hardcore” sonó particularmente contundente, con el dramatismo sórdido de las cuerdas, hasta volver a la fiesta britpop. “¿Recordáis la primera vez?”, preguntaba Cocker en otro de sus reiterados guiños a Barcelona, para luego fingir terminar el set sin tocar “Common People”. “¿Nos hemos olvidado de algo?”, bromeaba, para luego regodearse en su versión extendida y presentar a la banda. Y cuando todo parecía haber terminado, reaparecieron con “Razzmatazz”. Sin nuevos temas, pero con una energía y carisma interminables: Pulp es y seguirá siendo Pulp. Susana Funes

Pulp, viviendo de sus buenas rentas. Foto: Rosario López
Pulp, viviendo de sus buenas rentas. Foto: Rosario López

Sofia Kourtesis

Lo de la peruana afincada en Berlín fue una fiesta. Bien concurrida, para la competencia que brindaban a esa hora el resto de escenarios. Pero una fiesta al fin y al cabo. Ya dijo que se sentía “emocionada y con miedo”, todo a la vez. Lo suyo fue un set de directo y no una sesión de DJ. Moviéndose por el escenario Cupra, alternando micro y programaciones en modo frontwoman, secundada por bajista, batería y otras cinco mujeres bailando a un lado del estrado, transitó del house al techno, pasando por algo de dubstep y de beats latinos en la onda de Nicola Cruz. Una eficiente panorámica de su concepto de la electrónica. Captó a incondicionales y diría que también a quienes por ahí transitaban de camino al set de Peggy Gou, escaleras arriba. Carlos Pérez de Ziriza

Sofia Kourtesis en la onda latina. Foto: Òscar Giralt
Sofia Kourtesis en la onda latina. Foto: Òscar Giralt

The Armed

En todo Primavera Sound debe haber un locurón programado a las dos y pico de la mañana que reviente los sesos al asistente fatigado con una ración de inconcebible virulencia ruidosa. Con “Night City Aliens”, el combo de Detroit capitaneado por el musculoso vocalista Tony Wolski regresó al festival irrumpiendo sobre el escenario Plenitude cual dopada exhalación, con su curiosa mezcla de pop y mathcore. Si bien a nivel musical muchas de sus composiciones encallaron en una fórmula redundante –melodías vocales épicas-emotivas interrumpidas por descargas de griterío y noisecore, como “Sport Of Form” o “All Futures”–, la energía del sudoroso grupo fue incontestable: más que un concierto, administraron una paliza sónica, con algunos de sus miembros arrastrándose por encima de las cabezas del público o instigando severos pogos, incluyendo una carnicería magna con “Role Models”, brutal performance al micrófono del guitarrista Randall Kupfer. Xavier Gaillard

The Armed te invitan al pogo. Foto: Rosario López
The Armed te invitan al pogo. Foto: Rosario López

Vampire Weekend

Cundía la curiosidad por saber cómo mezclarían las canciones del sensacional “Only God Was Above Us” (2024) con los clásicos de Vampire Weekend. Ya advirtió Ezra Koenig, en su nueva visita al festival tras muchos años sin pisarlo (recuerden: la primera vez fue en 2008), que este era de los primeros conciertos en mostrar ese ensamblaje. Y lo cierto es que “Holiday”, “Unbelievers”, “Capricorn” o “Classical” –esta con los bailes improvisados del bigotudo protagonista de su videoclip y su ambrosía pianística– le añaden inventiva, complejidad, sagacidad y matices a su cancionero. También una bienvenida hondura. Para mí es, de hecho, el mejor de sus cinco álbumes, aunque suene a herejía teniendo en cuenta la combustión instantánea que aún prenden en el público canciones como “Cape Cod Kwassa Kwassa”, “Oxford Comma”, “Cousins” o “A-Punk”, con su picante africanista. Dispuestos en torno a seis lámparas circulares a media altura y combinando motivos pictóricos mironianos con imágenes históricas –y, en particular, arquitectónicas– de su imaginario neoyorquino, en formato de septeto, dieron en todo momento la sensación de que sobre el escenario Estrella Damm no podían dejar de ocurrir muchas cosas. Y todas interesantes. Hasta un duelo de saxos entre Koenig y Colin Killalea al final de la larga jam que se marcaron en “New Dorp. New York”, versión del tema de SBTRKT al que Ezra había puesto voz hace una década. Art pop de muchos quilates el suyo, demostración gozosa de que aún tienen hambre y saben divertir y divertirse. Carlos Pérez de Ziriza

Vampire Weekend: Ezra Koenig en estado de gracia. Foto: Marina Tomàs
Vampire Weekend: Ezra Koenig en estado de gracia. Foto: Marina Tomàs

yeule

El paso de yeule por el escenario Plenitude se fraguó como una ambición notoria sobre plano, pero mediocre en su disposición. Señalada como una de las voces que definirán el pop por venir, su propuesta se instauró en la mezcolanza. Acompañada por un batería y un DJ que fuera de campo iba soltando las bases y los refuerzos vocales, la de Singapur aportó actitud y presencia, pero con una personalidad sonora por perfeccionar. Igual incursionaba en un indie pop a poca distancia de Japanese Breakfast que se transmutaba en aprendiz de Avril Lavigne. Excentricidades metal, shoegaze o grunge de cuaderno de verano que no llegaban a encajar con la estética anime y ciberpunk que reclamaba desde los visuales y atuendos. Tampoco ayudó que las intentonas más sensibles quedaran frustradas por las molestas interferencias sonoras del cercano escenario Boiler Room x Cupra. Marc Muñoz

yeule: batiburrillo. Foto: Sharon López
yeule: batiburrillo. Foto: Sharon López
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