Antes de situar los nombres, las conexiones y los lugares, quizá debamos aclarar algo: hay muchos tipos de jazz en Los Ángeles, como los hay en Berlín, Barcelona, Buenos Aires, Nairobi, Tokio o Chicago, y no pretendemos abarcarlo todo. El jazz del que hablamos aquí es el que (en principio) se aleja más de los cánones clásicos para acercarse a la experimentación y la improvisación, y también, de alguna manera, a las formas del indie y la electrónica.
Algunos críticos lo llaman jazz-non-jazz. Puede servir. De hecho, estilísticamente, por mood y paleta sonora, la mayor parte del tiempo estaremos más cerca de CAN, Tortoise, el Herbie Hancock cósmico, incluso Oval o J Dilla, que de John Coltrane, Charlie Mingus y Thelonious Monk. Aunque Miles Davis sí que ilumina el cielo de Los Ángeles, tanto de día como de noche, desde el más allá.
Gran parte de la escena de la que estamos hablando gravita alrededor de Jeff Parker, guitarrista superlativo de mirada abierta y currículum envidiable: Tortoise (con nuevo álbum ya en la calle, “Touch”, el primero en una década), Isotope 217, Chicago Underground Trio, Makaya McCraven, Matana Roberts, Joshua Redman, Rob Mazurek… Parker nació en Connecticut, creció en Virginia y se formó como músico en Chicago antes de mudarse a Los Ángeles en 2014. Cuando llegó, acompañando a su pareja, a la que acababan de dar un trabajo en la ciudad, no conocía a casi nadie; pero tras una llamada de Meshell Ndegeocello y establecer varios contactos con músicos locales (muchos de ellos llegados también de otras ciudades del país), ha sido en la metrópolis californiana donde ha iniciado una nueva y fructífera etapa de su carrera en solitario, con títulos como “The New Breed” (International Anthem, 2016), “Suite For Max Brown” (International Anthem, 2020), “Forfolks” (2021) o ese sorprendente experimento con samples y ritmos hip hop llamado “JP’s Myspace Beats” (International Anthem, 2021).
Fundamental para Parker fue su encuentro con Ryan Julio, responsable del bar ETA (luego ampliamos), donde empezó a tocar todos los lunes del año desde 2016 hasta diciembre de 2023 y en el que formó el cuarteto con el que ha grabado dos de sus últimos y más celebrados álbumes: “Mondays At The Enfield Tennis Academy” (eremite, 2022) y “The Way Out Of Easy” (International Anthem, 2024), dos absolutas joyas que aúnan jazz tradicional y moderno que no han hecho más que agrandar la sombra de un músico discreto pero gigante, aglutinador de talento a su alrededor y capaz de adaptarse con su guitarra hipnótica y terrenal a cualquier contexto y colaboración. Junto a Parker completan el ETA IVtet Jay Bellerose a la batería (antiguo amigo de clase de cuando ambos estudiaban en el Berklee College Of Music y habitual de las bandas de Joe Henry, T Bone Burnett o Robert Plant), Josh Johnson al saxo y Anna Butterss al bajo. De estos dos últimos volveremos a hablar en breve en este artículo.
“Es muy importante tener un lugar de encuentro que dé estabilidad para poder construir una comunidad musical creativa”. Son palabras del propio Parker, recogidas por el periodista de ‘Los Angeles Times’ August Brown en un artículo publicado en junio del año pasado sobre la floreciente escena jazz de la ciudad. Ese lugar de encuentro fue durante casi ocho años ETA, siglas de Enfield Tennis Academy, en honor a la novela de David Foster Wallace “La broma infinita” (1996). Su alma mater durante todo ese tiempo fue Ryan Julio, responsable de la programación y de la política de “no normas” y libertad total del local: entrada libre, consumiciones no obligatorias, permisividad para utilizar móviles entre el público y, lo más importante, margen total para los músicos para experimentar y tocar lo que les viniera en gana todas las noches. Junto a él, muy presente en el bar –porque eso fue ETA en realidad, un bar, más que una sala de conciertos– y también en los estudios de grabación de la ciudad, Bryce Gonzales, ingeniero de sonido y responsable de la producción sonora y la mezcla de todos los conciertos grabados en ETA, como los ya mencionados de Parker o el primero del grupo del que hablaremos a continuación.
ETA cerró sus puertas inesperadamente y definitivamente en diciembre de 2023, en parte por esa misma política de no cobrar entrada, pero también, y sobre todo, por la subida de los precios del alquiler y los proveedores, que está terminando con otros locales similares en la metrópoli californiana. ETA ya es historia, pero una historia aún muy viva, que sigue dando frutos en forma de bandas cuyos miembros se conocieron y experimentaron entre sus cuatro paredes.
Y una de esas bandas, la más importante surgida hasta ahora de ese espacio de libertad creativa, es SML, siglas de Small Medium Large; algo así como el supergrupo de la escena de improvisación angelina, formado por Josh Johnson al saxo y Anna Butterss al bajo (miembros ambos del ETA IVtet), con Gregory Uhlmann (guitarra), Jeremiah Chiu (sintetizadores) y Booker Stardrum (batería). Juntos han dado forma a un debut homónimo, “Small Medium Large” (International Anthem, 2024), que podría considerarse como la piedra de toque del nuevo jazz de Los Ángeles: improvisatorio, electrónico, cercano al krautrock, al afrobeat y al post-rock, libre, marciano, melódico y vanguardista. Todo al mismo tiempo. Lo grabaron en cuatro noches de jams sin freno en ETA y después lo trocearon, lo editaron y añadieron capas y filtros, siguiendo el ejemplo de lo que hizo Teo Macero en “In A Silent Way” de Miles Davis en 1969. Y acaban de publicar hace nada su segundo LP, “How You Been” (International Anthem, 2025), aún más incisivo y expansivo que el primero, sin duda otra obra clave del nuevo jazz de la ciudad.
Resulta también de lo más estimulante trazar los vínculos que unen a cada uno de sus miembros y empezar a escuchar los discos que se derivan de esas relaciones; por ejemplo, el álbum que han publicado este mismo año Johnson y Uhlmann junto a Sam Wilkes (llamado simplemente con sus tres apellidos, y grabado por Bryce Gonzales); el debut de Anna Butterss, “Mighty Vertebrate” (International Anthem, 2024), en el que participan de nuevo Johnson, Ulhmann y Parker; el de Jeremiah Chiu junto a Marta Sofia Horner, “Different Rooms” (International Anthem, 2025), más enfocado al ambient; o el increíble disco en solitario de Josh Johnson del año pasado, “Unusual Object” (Northern Spy, 2024), capaz de levantar todo un universo solo con un saxo procesado y beats y samples elaborados por él mismo. Hay muchos más: solo hace falta investigar un poco para darse cuenta de que, siguiendo la pista de los créditos de los discos de Parker y el de los miembros de SML –Johnson acaba de sacar un disco con Nate Mosseri y Carlos Niño; Uhlmann ha tocado con Perfume Genius; Chiu con Sam Prekop y Celia Hollander; Stardrum con Weyes Blood y Lee Ranaldo–, uno puede estar escuchando música de alta graduación y vuelo libre hasta el final de sus días, sin aburrirse ni un instante.
Seguro que nos quedan muchos más nombres de los que podríamos hablar en este informe, como Ben Lumsdaine, Josiah Steinbrick, Patrick Shiroishi, pero dos tienen que estar sí o sí antes de darlo por cerrado: los de Sam Wilkes y Sam Gendel. El primero, guitarrista como Uhlmann y Parker, fue otro habitual de las sesiones en ETA y ha grabado –ya se ha dicho antes– con varios de los miembros de SML. Gendel, por su parte, parece moverse en una dimensión algo distinta y hacerlo de forma frenética: su media de discos publicados al año es asombrosa; solo este 2025 contamos ya con seis y todavía queda un mes para que acabe. Gendel ha trabajado con muchos músicos de la ciudad –Emile Mosseri, James McAllister, Nate Mercereau–, pero sus mejores grabaciones las ha compartido con Wilkes, especialmente los dos volúmenes de “Music For Saxophone & Bass Guitar” (Leaving, 2018 y 2021), y “The Doober” (Leaving, 2024), donde ambos versionan a Joni Mitchell, Chris Isaak y Sheryl Crow (!).
Quizá dentro de un tiempo nuestra atención –siempre inquieta y ávida de novedades– gire hacia otras latitudes, pero esta escena de Los Ángeles no parece que sea algo puntual. Más bien avanza y se transforma como un canon mutante que responde a la diversidad de la ciudad, su apertura estética y el colapso de las jerarquías musicales tradicionales. Sus protagonistas despojan al jazz de clichés académicos para volver a la intuición, el juego y la aventura. En sus manos, el género ya no es un estilo delimitado, sino un lenguaje maleable que puede hablar en susurros, glitches, grooves o prolongados silencios. ∎