2025/ Recopilatorios

Es la primera mixtape oficial en quince años de Gernot Bronsert y Sebastian Szary. Funciona como un viaje que mezcla lo propio y lo ajeno, con selecciones en solitario de cada productor: Szary tiende hacia pasajes más atmosféricos y envolventes, mientras que Bronsert apuesta por cortes pensados para incendiar la pista. En medio de ambas corrientes aparecen producciones conjuntas. La selección de temas aquí es sorprendentemente actual, como si su curaduría tratara de localizar los pocos resquicios que aún preservan la frescura en la música electrónica contemporánea. Marta España

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Además de firmar un estupendo álbum de versiones, “Find El Dorado” (2025), Weller ha compilado y anotado este año una de las maravillosas antologías editadas por Ace. Weller demuestra en ambas entregas su buen gusto musical y su profundo conocimiento del soul y el rhythm’n’blues. En “Paul Weller Presents That Sweet Sweet Music” conviven oscuridades rescatadas de su colección de vinilos con gemas del soul clásico firmadas por THE DELLS, PEGGY SCOTT & JO JO BENSON o el gran BILLY STEWART en la versión del clásico de Gershwin “Summertime”. Luis Lapuente

Clifton Chenier (1925-1987) y su acordeón son la esencia del zydeco. Una mixtura afro de blues, jazz y folclore criollo nacida en el sur de Luisiana. La trascendencia es tal que en 2014 recibió el Grammy a su trayectoria. El álbum es un crisol de canciones propias o vinculadas al intérprete. Figuras de la americana como LUCINDA WILLIAMS, STEVE EARLE, JOHN HIATT, SHANNON McNALLY y DAVID HIDALGO (Los Lobos) se lucen en el centenario del músico, así como leyendas del blues de la talla de MARCIA BELL, TAJ MAHAL y JIMMY VAUGHAN. Mágico homenaje. Miquel Queralt

La onda expansiva del 30 aniversario de “Super 8” –el álbum de debut de Los Planetas– se extiende ahora a este disco de versiones. En este sentido, se trata de un tributo “oficial” que, además, cuenta con el refrendo del mismísimo Javier Aramburu, quien ha reinterpretado el diseño del álbum original con una vajilla de cerámica granadina celebratoria. La elección de artistas es muy afinada, y en ella se percibe muy bien el rastro espiritual de Los Planetas. Predominan las bandas de última generación que llevan las canciones a su terreno. David Saavedra

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Se estructura hábilmente en varios bloques. Las caras B y rarezas más destacadas incluyen “In My Car”, que aporta un toque ligeramente psicodélico y un bajo sinuoso que contrasta con el brillo pop habitual de la banda. También están las dos partes de “Two Part”: la instrumental “Two Part, Part Two” de 2017, cara B del sencillo “Stained Glass”, lanzado durante la era del álbum “In Mind” (2017) y que experimenta con texturas más ambientales y pausadas, y su pieza complementaria, la inédita “Two Part”. Ana Dara Peña Giraldo

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Su discografía en calidad de percusionista para nombres mayores ha ensombrecido la obra individual de David Van Tieghem. En los tres álbumes a su nombre grabados en los ochenta demostró su interés en experimentar con las texturas de la percusión clásica combinada con la electrónica y la informatizada. Fue uno de los percusionistas formados a medio camino entre el ámbito académico y el de la escena de vanguardia que entendió mejor las posibilidades de combinar los instrumentos de percusión acústicos con los electrónicos y los ritmos pregrabados. Quim Casas

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Después de recopilar en tres volúmenes la dispersa producción de singles y de seleccionar grabaciones en directo, la colección que va poniendo orden en el legado de Television Personalities continúa con las sesiones de radio. Fire Records reúne tres muy interesantes, y una más que se incluye solo como descarga digital. Tres momentos brillantes de una trayectoria tan descuajeringada como fulgurante, todos ellos significativos para demostrar el talento insólito de Daniel Treacy. Ricardo Aldarondo

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Recopila un total de 24 canciones de pop electrónico perpetrado por un pintoresco puñado de segundones –no todos–, noveles y recauchutados, decididos a subirse al carro de los robots de Kraftwerk, si bien de androides tenían lo que Woody Allen y su “orgasmatrón”, coincidiendo con el momento del do it yourself post-punk y el abaratamiento de la tecnología. Si prescindimos, en general, del inocuo componente lírico y contextualizamos el prurito crítico, “All The Young Droids” funciona a las mil maravillas. José Manuel Caturla

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Más que una antología del género, es una antología confesional, con las canciones que marcaron los años de juventud de Pete Paphides (del sello Needle Mythology). Sensibilidad do it yourself, imperfección, guitarras ligeras, reverb, voces frágiles, nostalgia y romanticismo. Canciones fundacionales y otras fundamentales componen “sensitive: an indie-pop anthology”, un repaso histórico con algunas destacadas ausencias (pero esto ya funciona a gusto del consumidor). Un valioso testimonio de una época y del impacto de la escena en generaciones posteriores. Cesc Guimerà

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“No es para menos” recoge hasta 47 temas distribuidos en dos CDs subtitulados “Adiós, hola y adiós” y “Cabaret utopía” cuyo triaje ha recaído principalmente en Joserra Senperena, productor y muchas cosas más en los discos de su amigo “1971” (2010) y “Diarios” (2012). Su labor ha consistido en separar los cortes inéditos y seleccionar las tomas de mejor calidad técnica, pero había donde elegir: su estajanovista héroe podía registrar múltiples versiones de una misma composición, trabajando durante años en la letra –lo primero que hacía–, música o títulos, modificándola, mejorándola o transformándola hasta lo irreconocible. José Manuel Caturla

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Eduardo Polonio (1941-2024) fue un compositor más comprendido en el terreno de los músicos de rock de vanguardia que en los cenáculos de la música “seria”. No hay nada inédito o desconocido en este recopilatorio: todo se había podido escuchar en grabaciones anteriores. Todas, salvo “Rabelaisiennes”, se encontraban en “Edición antológica 1969-2014” (2015). Lo que sí es cierto es que esta muestra representativa de sus primeras obras electroacústicas está disponible por primera vez en formato vinilo. Se compone de piezas muy tempranas, previas a la aparición de la música repetitiva en su modo de componer. Desde 1970, la repetición característica del minimalismo estadounidense va a ser la tónica dominante. Jesús Rodríguez Lenin

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La discografía de Chucho está repleta de caras B y temas inéditos que no desmerecen en absoluto a los que pasaron el corte para figurar en los álbumes. Sin embargo, la banda de Albacete nunca había decidido compilarlas en un disco unitario. La coherencia interna de esta colección es mayor de lo que puede parecer a primera vista. Si no me equivoco, ninguno de estos temas se podía encontrar previamente en plataformas de streaming, y la mayoría son grabaciones de 1995, justo en el momento posterior a la disolución de Surfin’ Bichos, cuando Fernando Alfaro decidió iniciar este proyecto junto con Juan Carlos Rodríguez y Javier Hernández. Que se cumplan treinta años parece la excusa perfecta para comercializar ahora aquellas canciones. David Saavedra

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En la segunda ola del techno de Detroit –la primera la conforman Juan Atkins, Derrick May y Kevin Saunderson–, Carl Craig es el pilar al que recurrir. Si algo define el planeta electrónico de Craig es la sutileza y la elegancia. Sus piezas, levantadas sobre perfectos ritmos sincopados, crecen y crecen con atmosféricas capas sintetizadas que le deben tanto a las autopistas de Kraftwerk como a las estructuras del jazz más exquisito. Todo se puede apreciar en este imponente viaje en vinilo y CD –aunque se recomienda la versión en streaming: en temas y duración prácticamente dobla a los artefactos físicos– que abre con su remix para el “Azure” de los escoceses SLAM. Juan Cervera

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¿A qué llamamos pop barroco? Tendemos a considerarlo más bien británico, pero Bob Stanley se encarga de llamar la atención sobre el cultivo del baroque pop también en Estados Unidos entre 1967 y 1971. Pop engalanado por instrumentos prestados de la música clásica, pero sin los esquemas sinfónicos que adoptaría después el rock progresivo, en pequeñas y selectas dosis. Las armonías vocales, hasta llegar a la estratificación de una coral o no, constituyen otro elemento distintivo. Predomina el descubrimiento, los nombres más esquivos o que pasaron desapercibidos en su día, pero también hay artistas y grupos señeros, ya en el altar de los devotos del género. Ricardo Aldarondo

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La cultura de los picós se convirtió en esencial para el barrio, enfrentada a políticos y autoridades. Y ahora, para documentar su esencia, llega esta suculentísima recopilación auspiciada por Edna Martínez, DJ, productora y curadora colombiana afincada en Berlín. Un verdadero trabajo de amor para glosar esta música de baile de ida y vuelta en un desprejuiciado cóctel e intercambio musical entre Colombia, el África occidental y central y el Caribe. Editado en formato de doble vinilo, CD y también disponible en streaming, aterriza además con los imprescindibles textos escritos por Edna. Ramon Súrio

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La banda sonora de “Sly Lives! (aka The Burden Of Black Genius)” (Questlove, 2025) comprime la historia de la banda en 21 temas. Son pocos, aunque sirven de introducción al combo de Sly Stone y de deleite para aquellos que ya los conocen. Reducir la música de Sly al funk y el soul no le hace justicia. El rock, la psicodelia, el blues e incluso el doo-wop asomaron también en varias de sus canciones. Sin el peculiar sonido de los vientos, los teclados líquidos, las guitarras en abismo wah-wah y los bajos inquietos y musculados nada habría sido lo mismo en su sonido tan reconocible y a la vez indefinible. Jimi Hendrix, Funkadelic y James Brown pasados por una particular batidora. El soul y el funk como nunca se había escuchado. Quim Casas

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Si los “Bootleg Series” se rigen tradicionalmente por afán completista, exprimiendo hasta la última gota conciertos, giras y sesiones de grabación, aquí su articulación es narrativa y viene dictada por un texto canónico del historiador Sean Wilentz que desborda ampliamente el término “libreto”. Wilenz relata el fulgurante rise to glory de Dylan empleando como anclaje los más de 150 cortes distribuidos en sus ocho discos y, como tal, hace primar el hito frente al sonido prístino y el valor documental frente a la exhaustividad. Resulta deslumbrante descubrir bajo este prisma el habitual festín bootleger que aquí lleva de las catacumbas del Village hasta las escalinatas del Congreso de Washington. Felipe Cabrerizo

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International Anthem se ha convertido en el foco de referencia para las nuevas vías del jazz contemporáneo y otras músicas de clasificación fluida. El sello de Chicago está celebrando sus primeros once años de vida con una serie de reediciones de su catálogo y, también, con este recopilatorio a cargo del venerado Gilles Peterson. El DJ otorgó a International Anthem el título de Sello del Año en 2020, así que su curatoría en esta compilación tiene todo el sentido del mundo. Aunque suene a tópico, hay que decirlo: “Gilles Peterson Presents International Anthem” es la puerta de entrada ideal a una fábrica de sonidos que ha sobrexcitado los aparatos auditivos de infinidad de melómanos en la última década. Que dure. Juan Cervera

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Abraza la influencia que el jazz ha tenido en la autora de “Blue” (1971). El tema titular de este álbum es el que sirve para descorchar una oferta desbordante seleccionada por la propia artista para desbrozar su vínculo con la corriente sanguínea jazzística, dejando claro que la influencia de esta música ya estaba en los inicios, aunque arreciara en “The Hissing Of Summer Lawns” (1975), “Hejira” (1976), “Don Juan’s Reckless Daughter” (1977) y “Mingus” (1979). Queda constancia de todos los discos citados, además de otros como “Taming The Tiger” (1998), “Both Sides Now” (2000) y “Travelogue” (2002), pero también de obras primigenias que cimentaron su reputación como “Song To A Seagull” (1968), “For The Roses” (1972), “Court & Spark” (1974) y el mentado “Blue”. Probablemente Mitchell nunca nos entregue ya material fresco, pero compilaciones como esta no solo ayudan a otear la enormidad de su cancionero: son, también, una invitación a perderse en el jardín de delicias de una creadora gigantesca. Juan Cervera

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About fucking time, ¡ya era hora! Llevábamos más de un cuarto de siglo esperando la segunda entrega del recopilatorio de descartes “Tracks” (1998) de Bruce Springsteen. En este flamante “Tracks II. The Lost Albums” hay 83 canciones, 74 de ellas inéditas, estructuradas en siete discos, de los cuales seis podrían haber visto la luz tal y como están aquí secuenciados y mezclados, pues son discos cien por cien listos para el abordaje, aunque por un motivo u otro quedaron hasta ahora dentro de un cajón; hay uno, el último, “Perfect World”, con un espíritu más freewheeling, más de, teóricamente, un poco de aquí y otro poco de allá, sin tanto concepto cerrado. Esto es algo como la filmación, solo en audio, claro, de una película alternativa, la de los planes B de Bruce desde sus 34 años (en 1983) hasta sus 69 (en 2018). “Adulthood. Momentos de una vida” podría titularse y subtitularse. A diferencia de la primera entrega de “Tracks”, que mayormente mostraba carreteras paralelas de lo que acabó siendo, esta segunda (magnífica; hay que decirlo) descubre carreteras desconocidas que estuvieron a punto de ser y al final no fueron. Miguel Martínez

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