“As Tears Go By”, de Jagger y Richards, la convirtió en 1964 en Barbie girl del swingin’ London. Pero la Marianne Faithfull más degustable es la voz madura que surge a finales de los setenta, tras la larga travesía por los sótanos de la drogadicción.

Un monumento gótico de fornido rock hi-tech defendido por una voz agria en un lapsus de lucidez. Loas para “The Ballad Of Lucy Jordan”, “Broken English”, la versión de “Working Class Hero” (Lennon) y el monólogo filopunk de “Why D’ya Do It?” (“cada vez que veo tu polla veo su coño en mi cama”). Un disco de su tiempo. “Fue un trabajo crucial. Quizá el más importante para mí, porque fue el que me dio la confianza y el empuje necesarios para seguir adelante. Pero también es un disco muy trágico. Prefiero ‘Kissin’ Time’”.

Jazz, blues y apuntes avant-garde con guitarra de Bill Frisell. El exquisito Hal Willner produce una sesión elegante, nocturna y brumosa por la que desfilan composiciones de faros como Tom Waits, Dr. John (que también toca en dos temas), Doc Pomus, Jerome Kern y Bob Dylan. “Hal quizá sea mi mejor amigo, y siempre será así. En su disco ‘Lost In The Stars’ hicimos lo que él quiso, y yo me adapté a sus deseos. En ‘Strange Weather’, en cambio, hicimos el disco que ambos queríamos. Canciones sobre la pérdida”. Es su primera grabación sin drogas desde los sesenta.

Tras ocho años de parón (amenizados con el disco en vivo “Blazing Away”, de 1990), Faithfull se entrega a Angelo Badalamenti, colaborador de David Lynch, para grabar un volumen panorámico y emocional, de envolventes ambientaciones cinematográficas. “Es un disco muy bello, con una gran atmósfera. Pero debo decir que fue difícil trabajar con Angelo. Siempre está muy ocupado. Estuvo bien, pero no me gustó terminar dependiendo de él. No creo que volvamos a trabajar juntos”.

En 1996 se entrega de lleno al repertorio de Kurt Weill y al cabaret berlinés en “20th Century Blues” y la gira “An Evening In The Weimar Republic”, con el pianista Paul Trueblood. Pero la cima de ese período llega con su suntuosa recreación de “Los siete pecados capitales”, de Weill y Bertolt Brecht, con la Orquesta Sinfónica de Radio Vienna. “Este es quizá mi gran favorito. Eran unas canciones muy melancólicas, perfectas para mí. Y tenían mucho que ver con la historia de mi familia, especialmente con mi madre”. ∎